Trabajo de Catedra
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República Bolivariana de Venezuela
Ministerio del Poder Popular Para la Defensa
Universidad Nacional Experimental Politécnica de la Fuerza Armada
Nacional
Núcleo Puerto Cabello
VI Semestre de Ingeniería Mecánica
Cátedra Bolivariana II
CAMPAÑAS LIBERTADORAS
Profesora: Alumno:
Abog. Cilenia Bustamante Br. Alfredo Pires
C.I.: 24.704.781
CAMPAÑA DE NUEVA GRANADA:
El movimiento independentista de 1810 a 1819 liberó de la denominación
colonial de España con Colombia con el apoyo estratégico-militar de Simón
Bolívar y las fuerzas patriotas. En esos años se vivió una autentica
Revolución violenta, donde fueron ejecutados grandes dirigentes.
La independencia de Colombia fue un proceso largo y sangriento. Se trató de
un conflicto que se libró a partir de 1810 para liberar el territorio que hoy es
conocida como Colombia, cuando antes era conocida como Nueva Granada.
Parte de la guerra se debió a la invasión francesa a España que ocurrió en
1808. Desde 1810 a 1816 se caracterizo por años de constante luchas
internas entre los defensores de la independencia y las fuerzas españolas.
Cartagena fue la primera provincia en proclamar la independencia en el año
1811. En 1811, nació el Estado Libre de Cundinamarca, liderado por Antonio
Nariño. Otras ciudades formaron la República de las Provincias Unidas de
Nueva Granada, liderada por Camilo Torres.
Las Provincias fueron derrocadas en 1813, pero luego obtuvieron ayuda del
Simón Bolívar, quien tomó Santa Fe de Bogotá con un ejército de 1.800
hombres en diciembre de 1814. Sin embargo, en 1816 los españoles la
recuperaron y fusilaron a muchos patriotas como Camilo Torres y Francisco
José de Caldas.
Entre las batallas que se lideraron en el periodo de 1811 a 1816 están;
Batalla de Bajo Pelacé, Batalla de Cúcuta, Batalla de río Palo, Batalla de
Cahirí y Batalla de Tambo.
Simón Bolívar empieza a formar un nuevo ejército en Venezuela para
regresar a Nueva Granada, y en 1819 Bolívar inicia desde Mantecal, la
marcha libertadora de Nueva Granada, donde culmina esta gran hazaña en
Bogotá dándole la libertad a Nueva Granad.
La campaña libertadora de Nueva Granada emprendida por Simón Bolívar se
inicio en 1819, para liberar a la Nueva Granada (Colombia) del dominio
español.
En 1819 José María Barreiro era quien se encontraba al mando de las tropas
realistas en Nueva Granada, por su parte Bolívar quien comandaba la tropa
realista, cruzo los Andes a la cabeza de un ejército, para enfrentarse al
coronel Barreiro.
El 27 de junio de 1819 los patriotas bajo el mando de bolívar se enfrentan a
las fuerzas realistas, esta fue la primera batalla libertadora. Los patriotas
ganaron la batalla otorgándolo la libertada al pueblo de Paya.
El 11 de julio de 1819, Simón Bolívar ordeno a su ejército a tomar la
población de Gámeza para evitar el avance de las fuerzas realistas. Esta fue
una batalla muy reñida donde ambos bandos tuvieron bajas y grandes
pérdidas.
El 25 de julio de 1819, el ejercito patriota enfrento a los españoles logrando
vencerlos, el ejército venezolano-Granadino al mando de Simón Bolívar
derrotaron a los españoles quienes regresaron a Paipa y a Molinos de
Banza.
El 7 de agosto de 1819, se llevo a cabo el combate que consagró la
independencia de la Nueva Granada. La victoria de la batalla de Boyacá fue
la derrota definitiva del ejército español. El coronel Barreiro fue capturado y
posteriormente ejecutado, al enterarse el virrey Juan de Sámano de la
derrota de los realistas, escapó a tiempo a Cartagena de Indias.
El 10 de agosto de 1819 el libertador Simón Bolívar entra triunfalmente a
Bogotá. Esta batalla abrió paso para que se llevaran a cabo las campañas
libertadoras de Venezuela, Quito, Perú y alto Perú.
CAMPAÑA DE CARABOBO:
Al expirar el armisticio el 28 de abril de 1821, ambos bandos comenzaron
una movilización de sus fuerzas. Los leales poseían un despliegue que hacía
favorable un combate en detalle, venciendo a las divisiones rebeldes una a la
vez. Los rebeldes, en cambio, necesitaban concentrar sus tropas para poder
obtener una sola batalla decisiva.
El general republicano Mariano Montilla al mando de tres mil hombres puso
bajo asedio Cartagena de Indias entre el 14 de julio de 1820 y el 10 de
octubre de 1821 (durante la vigencia del armisticio hubo un alto al fuego) y
ocupó Riohacha y Maracaibo (lo que llevó al fin de la tregua). Bolívar en
persona comandaba 5.000 soldados acantonados en Barinas y Páez
marchaba hacia él con 4.000 refuerzos. Bermúdez por su parte avanzaba
hacia Caracas con 2.000 desde el Oriente. Por último, el ejército granadino
se encargaba de las operaciones en el valle del Magdalena. La Torre en
cambio disponía de 9.000 soldados distribuidos a lo largo de toda la costa
caribeña venezolana y neogranadina en distintas guarniciones pero con sus
comunicaciones interrumpidas desde la revolución en Maracaibo que llevo a
que dicha ciudad pasara a poder rebelde. Más de dos años antes (1818) sus
fuerzas eran de 18.000 combatientes, pero a causa de las continuas derrotas
ante los independentistas habían descendido a la mitad. Bolívar y sus
ejércitos totalizaban en cambio 20.000 hombres frente a los cerca de ocho
mil que eran pocos años antes.
La concentración rebelde se realizó en la ciudad de San Carlos, donde
acudieron los ejércitos de Bolívar, parte del de Páez y la división del general
Rafael Urdaneta. En total más de 6.000 hombres. La Torre tenía por su parte
5.0006 a 6.300. El ejército de Oriente, dirigido por José Francisco Bermúdez
realizó una maniobra de distracción avanzando sobre Caracas, La Guaira y
los Valles de Aragua que obligó a La Torre a enviar unos dos batallones de
infantería y escuadrón de caballería a Barquisimeto en su contra para
recobrar las posiciones y asegurar su retaguardia, unos mil combatientes. El
ejército rebelde avanzó de San Carlos a Tinaco cubierto por la avanzada del
coronel José Laurencio Silva, que tomó las posiciones leales en Tinaquillo. El
20 atraviesa el ejército rebelde el río Tinaco y el 23 Bolívar pasa revista a sus
fuerzas en la sabana de Taguanes.
DOCUMENTOS:
TRATADO DE ARMISTICIO Y REGULARIZACIÓN DE LA GUERRA:
Fueron dos acuerdos firmados entre la Gran Colombia y el Reino de España
el 25 y el 26 de noviembre de 1820 en Trujillo, Venezuela. Mediante estos
tratados quedaba oficialmente derogada la guerra a muerte, se acordaba una
tregua de seis meses además de constituir de facto un reconocimiento del
estado colombiano.
CAMPAÑA DE LIBERACIÓN DEL SUR:
Las Campañas del Sur fueron una serie de campañas militares que se
llevaron a cabo en América del Sur bajo el liderazgo de Bolívar, decisivas
para la independencia de Ecuador, Perú y Bolivia.
Los hechos que abarcan las Campañas del Sur varían según el autor.
Algunos opinan que estas campañas fueron las de Quito y Pasto en los años
de 1820 y 1822, otros manifiestan que son todas aquellas operaciones
militares que se llevaron a cabo por la Gran Colombia desde 1821 hasta
1826. Lo que no está en duda es el objetivo primordial de estas campañas, el
cual fue culminar la Guerra de Independencia de Hispanoamérica y unirla en
una sola nación.
La unión de América fue el gran sueño de Simón Bolívar. Al alcanzar la
libertad de Venezuela, Bolívar continuó con su espíritu independentista y
luchó por la liberación del los pueblos al sur de Venezuela. Esto solo pudo
ser posible entre batallas, insurrecciones, ataques, deserciones y otros
acontecimientos que hoy en día se conocen como las Campañas del Sur.
Al independizarse Venezuela, el Congreso de Cúcuta le otorga a Bolívar la
presidencia de Colombia. Sin embargo, Bolívar decide que su lucha no había
culminado al independizar a Venezuela y desea obtener la libertad del resto
de los pueblos de Sudamérica. Por lo cual, le encarga la vicepresidencia de
Venezuela a Carlos Soublette y nombra a Santander presidente encargado
de la República de Colombia. Dando inicio a las Campañas del Sur.
Principales acontecimientos de las Campañas del Sur:
Campaña de Quito: Después de la revolución del 9 de octubre de 1820
Guayaquil se convirtió en un estado independiente llamado la Provincia Libre
de Guayaquil, pero al poco tiempo enfrentó una delicada situación militar
luego de ser vencidos en la Primera Batalla de Huachi y la Batalla de
Tanizagua. José Joaquín Olmedo le solicitó ayuda militar a la Gran Colombia
con el propósito de defender Guayaquil y liberar la Real Audiencia de Quito.
En 1821, Bolívar responde a la solicitud de Olmedo y envía al general
Antonio José de Sucre a Guayaquil. El 6 de mayo de 1821, Sucre llegó a la
ciudad con unos 650 soldados colombianos que se sumaron a los 1400
soldados ecuatorianos. Sucre tenía como funciones: asumir el mando de las
tropas en Guayaquil, incorporar la provincia a Colombia y preparar junto a
Bolívar las operaciones para liberar Quito.
Sucre envió pequeños destacamentos a diferentes direcciones para así
desinformar a los realistas de la ruta que tendría su tropa mientras se
embarcaban en Guayaquil y zarpaban con rumbo a Machala. Con
autorización de Bolívar, Sucre y su ejército avanzaron hacia Alausi. El 24 de
mayo de 1822, se enfrenta al ejército realista en la Batalla de Pichincha y
obtiene la victoria, como resultado Quito es ocupada por el Ejército
Libertador. Pocos días después, el 29 de mayo, es proclamada la integración
de la antigua Real Audiencia de Quito a Colombia.
Rebelión de Pasto: Bolívar y Sucre se reúnen en Quito, los pastusos se
rebelan bajo la dirección de Boves. Bolívar envía a Sucre a controlar la
situación, pero éste es derrotado por los rebeldes el 24 de noviembre de
1822 en la Primera Cuchilla del Taindala. Sucre se retira perseguido por
Boves, y reorganiza sus tropas, enfrentándose nuevamente contra Boves en
la 2ª Cuchilla del Taindala y en la Quebrada de Yacuanquer, resultando
vencedor.
Boves se retira de vuelta a Pasto y prepara sus defensas. El 24 de diciembre
de 1822, Sucre toma por asalto la ciudad y derrota a los pastusos, acabando
con la rebelión.
Anexión y entrevista de Guayaquil: Al culminar la campaña independentista
de Ecuador, Quito y las demás provincias se habrían anexado a la República
de Colombia, excepto Guayaquil que desde 1820 se había constituido como
una provincia libre. En Guayaquil, las opiniones se encontraban divididas,
algunos deseaban anexarse al Perú, otros a Colombia y el resto defendía su
posición de provincia libre. Tanto San Martín como Bolívar querían que
Guayaquil se anexara a sus Estados. Bolívar y San Martín se entrevistaron el
26 de julio de 1822, donde se presume que hablaron sobre la soberanía de
Guayaquil y la guerra en Perú. Por lo cual, Bolívar decidió ocupar
militarmente la ciudad y el 31 de julio de 1822 es proclamada la anexión de
Guayaquil a Colombia.
Campañas en el Perú: Luego de las campañas emancipadoras de José de
San Martín en el sur a finales de 1810, la situación en la región era
preocupante: se acrecentaban los conflictos entre las Provincias Unidas del
Río de la Plata y Buenos Aires y los caudillos hacían de las suyas tras la
Batalla de Cepeda; el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve iniciaban una
fuerte política expansionista en la región poniendo en riesgo independencia
americana; en el Perú, San Martín buscaba una solución política para la
guerra con la coronación de un príncipe europeo en América, pero las peleas
por el poder entre los caudillos, las ambiciones políticas de la oligarquía y el
potente ejército español presente en el país , estaba a punto de dar paso a la
mayor de las anarquías.
Perú solicita la ayuda colombiana: Las fuerzas independentistas peruanas se
encontraban debilitadas, por lo que el gobierno de Riva Agüero se vio
presionado por la opinión pública para que solicitara la ayuda de Bolívar,
quien se encontraba en Guayaquil. Bolívar accedió a las peticiones peruanas
y envió 6.000 hombres en dos expediciones sucesivas de 3.000 hombres
cada una, bajo el mando de Sucre.
Segunda rebelión de Pasto: En 1823, Colombia se encontraba
desguarnecida, ya que la mayoría de sus tropas estaban en Perú. Los líderes
de la resistencia pastusa, Estanislao Merchancano y Agustín Agualongo,
aprovecharon la situación para alzarse en Pasto en apoyo al Rey. Sin
embargo, éstos fueron derrotados varias ocasiones, entre ellas en Ibarra,
pero tras cada derrota se retiraban a las montañas donde reorganizaban sus
fuerzas y volvían a atacar. Finalmente, en julio de 1824, culmina la rebelión
con la captura y fusilamiento de Agualongo.
Sucre, Jefe Militar Supremo: El 18 de junio de 1823, Lima casi
desguarnecida fue invadida por José Canterac, quien contaba con un ejército
de 8.000 hombres. Ante la situación, el Congreso nombró a Sucre General
en Jefe y el 18 de junio con solo 3.700 hombres, evacuó la ciudad para El
Callao. Posteriormente, ambas fuerzas combatieron en reiteradas ocasiones,
entres éstas los se encuentran: los combates en el Carrizal y la Legua. El 21
de junio el Congreso peruano proclamó a Sucre Jefe Supremo Militar.
Expedición de intermedios: Sucre recomendó al Congreso enviar una
expedición de 3.000 hombres para reforzar las tropas peruanas ubicadas en
el altiplano y así obligar a Canterac a evacuar Lima. El Congreso aceptó. En
tal sentido, Sucre designó como jefe de su estado mayor al general
Rudecindo Alvarado, y el 13 de julio partió del Callao hacia Intermedios.
Llegada de Bolívar: Bolívar llego a Lima el 10 de septiembre de 1823, en
medio de grandes celebraciones, el Congreso peruano lo nombró Director
Supremo de la Guerra. Simultáneamente arribaron refuerzos colombianos al
Callao.
Rebelión de las fuerzas argentinas: El 5 de febrero de 1824, motivados por
los retrasos de sus pagos, se rebelaron en El Callao los soldados del
Regimiento del Río de la Plata, junto con algunas unidades chilenas y
peruanas. Éstos apresaron a sus oficiales y liberaron al coronel realista
español José de Casariego, otorgándole el mando de sus fuerzas.
Seguidamente, parte de los granaderos a caballo se unieron a la rebelión
desde Lurín, el resto se encontraba en desacuerdo con la acción tomada y
decidieron unirse al ejército del Libertador, creando un escuadrón que luchó
en las Batallas de Junín y Ayacucho, volviendo finalmente a Buenos Aires.
Finalmente, las Campañas del Sur lograron su objetivo de liberar a los
pueblos de Sudamérica obteniendo la independencia de Ecuador, Perú y el
Alto Perú (Bolivia).
MANIFIESTO DE CARUPANO:
Es un documento escrito por el libertador Simón bolívar el día 7 de
septiembre de 1814 en el cual explica el nuevo fracaso de la segunda
república.
Bolívar se quejaba de la injusticia de los hombres y abogaba por la justicia
divina, los ciudadanos venezolanos no estaban preparados para la justicia,
por eso no eran capaces de desarrollar sus propias leyes, es decir, que no
entendían el significado de la libertad, Bolívar obliga prácticamente a los
venezolanos a asumir la libertad, a pesar de su falta de aprecio ante la
misma.
El libertador critica al pueblo venezolano por no seguir sus ideales, y por el
contrario celebra la fuerza del pueblo colombiano ante la posición que asume
por la libertad. El documento contiene un pensamiento claro sobre el colapso
de la Revolución la cual se mantiene en la política atropellada por lo
enemigos de la patria. Bolívar insiste en el carácter civil sobre la lucha de
nuestra independencia. Se despide con un compromiso solemne, el de
regresar “Libertador o Muerto”.
Fue con el Manifiesto de Carúpano cuando Simón Bolívar expuso en forma
detallada sus criterios políticos respecto a la situación social que impedía el
desarrollo de los gobiernos republicanos en Venezuela.
El libertador declaro que el establecimiento de libertad de un país de
esclavos es una obra imposible de ejecutar súbitamente, porque la justicia
justifica la audiencia de haberla emprendido, la imposibilidad de la
adquisición califica la insuficiencia de los medios.
CONTENIDO DEL MANIFIESTO DE CARUPANO:
Ciudadanos:
Infeliz del magistrado que autor de las calamidades o de los crímenes de su
Patria se ve forzado a defenderse ante el tribunal del pueblo de las
acusaciones que sus conciudadanos dirigen contra su conducta; pero es
dichosísimo aquel que corriendo por entre los escollos de la guerra, de la
política y de las desgracias públicas, preserva su honor intacto y se presenta
inocente a exigir de sus propios compañeros de infortunio una recta decisión
sobre su inculpabilidad.
Yo he sido elegido por la suerte de las armas para quebrantar vuestras
cadenas, como también he sido, digámoslo así, el instrumento de que se ha
valido la providencia para colmar la medida de vuestras aflicciones. Sí, yo os
he traído la paz y la libertad, pero en pos de estos inestimables bienes han
venido conmigo la guerra y la esclavitud. La victoria conducida por la justicia
fue siempre nuestra guía hasta las ruinas de la ilustre capital de Caracas,
que arrancamos de manos de sus opresores. Los guerreros granadinos no
marchitaron jamás sus laureles mientras combatieron contra los dominadores
de Venezuela, y los soldados caraqueños fueron coronados con igual fortuna
contra los fieros españoles que intentaron de nuevo subyugarnos. Si el
destino inconstante hizo alternar la victoria entre los enemigos y nosotros,
fue sólo en favor de pueblos americanos que una inconcebible demencia
hizo tomar las armas para destruir a sus libertadores y restituir el cetro a sus
tiranos.
Así, parece que le cielo para nuestra humillación y nuestra gloria ha
permitido que nuestros vencedores sean nuestros hermanos y que nuestros
hermanos únicamente triunfen de nosotros. El Ejército Libertador exterminó
las bandas enemigas, pero no ha podido exterminar unos pueblos por cuya
dicha ha lidiado en centenares de combates. No es justo destruir los
hombres que no quieren ser libres, ni es libertad la que se goza bajo el
imperio de las armas contra la opinión de seres fanáticos cuya depravación
de espíritu les hace amar las cadenas como los vínculos sociales.
No os lamentéis, pues, sino de vuestros compatriotas que instigados por los
furores de la discordia os han sumergido en ese piélago de calamidades,
cuyo aspecto sólo hace estremecer a la naturaleza, y que sería tan horroroso
como imposible pintaros. Vuestros hermanos y no los españoles han
desgarrado vuestro seno, derramando vuestra sangre, incendiando vuestros
hogares, y os han condenado a la expatriación. Vuestros clamores deben
dirigirse contra esos ciegos esclavos que pretended ligaros a las cadenas
que ellos mismos arrastran; y no os indignéis contra los mártires que
fervorosos defensores de vuestra libertad han prodigado su sangre en todos
los campos, han arrostrado todos los peligros, y se han olvidado de sí
mismos para salvaros de la muerte o de la ignominia. Sed justos en vuestro
dolor, como es justa la causa que lo produce.
Que vuestros tormentos no os enojen, ciudadanos, hasta el punto de
considerar a vuestros protectores y amigos como cómplices de crímenes
imaginarios, de intención, o de omisión. Los directores de vuestros destinos
no menos que sus cooperadores, no han tenido otro designio que el de
adquirir una perpetua felicidad para vosotros, que fuese para ellos una gloria
inmortal. Mas, si los sucesos no han correspondido a sus miras, y si
desastres sin ejemplo han frustrado empresa tan laudable, no ha sido por
efecto de ineptitud o cobardía; ha sido, sí, la inevitable consecuencia de un
proyecto agigantado, superior a todas las fuerzas humanas. La destrucción
de un gobierno, cuyo origen se pierde en la oscuridad de los tiempos; la
subversión de principios establecidos; la mutación de costumbres; el
trastorno de la opinión, y el establecimiento en fin de la libertad en un país de
esclavos, es una obra tan imposible de ejecutar súbitamente, que está fuera
del alcance de todo poder humano; por manera que nuestra excusa de no
haber obtenido lo que hemos deseado, es inherente a la causa que
seguimos, porque así como la justicia justifica la audacia de haberla
emprendido, la imposibilidad de su adquisición califica la insuficiencia de los
medios. Es laudable, es noble y sublime, vindicar la naturaleza ultrajada por
la tiranía; nada es comparable a la grandeza de este acto y aun cuando la
desolación y la muerte sean el premio de tan glorioso intento, no hay razón
para condenarlo, porque no es lo asequible lo que se debe hacer, sino
aquello que el derecho nos autoriza.
En vano, esfuerzos inauditos han logrado innumerables victorias, compradas
al caro precio de la sangre de nuestros heroicos soldados. Un corto número
de sucesos por parte de nuestros contrarios, ha desplomado el edificio de
nuestra gloria, estando la masa de los pueblos descarriada por el fanatismo
religioso, y seducida por el incentivo de la anarquía devoradora. A la
antorcha de la libertad, que nosotros hemos presentado a la América como la
guía y el objeto de nuestros conatos, han opuesto nuestros enemigos la
hacha incendiaria de la discordia, de la devastación y el grande estímulo de
la usurpación de los honores y de la fortuna a hombres envilecidos por el
yugo de la servidumbre y embrutecidos por la doctrina de la superstición:
¿Cómo podría preponderar la simple teoría de la filosofía política sin otros
apoyos que la verdad y la naturaleza, contra el vicio armado con el
desenfreno de la licencia, sin más límites que su alcance y convertido de
repente por un prestigio religioso en virtud política y en caridad cristiana? No,
no son los hombres vulgares los que pueden calcular el eminente valor del
reino de la libertad, para que lo prefieran a la ciega ambición y a la vil codicia.
De la decisión de esta importante cuestión ha dependido nuestra suerte; ella
estaba en manos de nuestros compatriotas que pervertidos han fallado
contra nosotros; de resto todo lo demás ha sido consiguiente a una
determinación más deshonrosa que fatal, y que debe ser más lamentable por
su esencia que por sus resultados.
Es una estupidez maligna atribuir a los hombres públicos las vicisitudes que
el orden de las cosas produce en los Estados, no estando en la esfera de las
facultades de un general o magistrado contener en un momento de
turbulencia, de choque, y de divergencia de opiniones el torrente de las
pasiones humanas, que agitadas por el movimiento de las revoluciones se
aumentan en razón de la fuerza que las resiste. Y aun cuando graves errores
o pasiones violentas en los jefes causen frecuentes perjuicios a la República
estos mismos perjuicios deben, sin embargo, apreciarse con equidad y
buscar su origen en las causas primitivas de todos los infortunios: la
fragilidad de nuestra especie, y el imperio de la suerte en todos los
acontecimientos. El hombre es el débil juguete de la fortuna, sobre la cual
suele calcular con fundamento muchas veces, sin poder contar con ella
jamás, porque nuestra esfera no está en contacto con la suya de un orden
muy superior a la nuestra. Pretender que la política y la guerra marchen al
grabo de nuestros proyectos, obrando a tientas con sólo la pureza de
nuestras intenciones, y auxiliados por los limitados medios que están a
nuestro arbitrio, es querer lograr los efectos de un poder divino por resortes
humanos.
Yo, muy distante de tener la loca presunción de conceptuarme inculpable de
la catástrofe de mi Patria, sufro al contrario, el profundo pesar de creerme el
instrumento infausto de sus espantosas miserias; pero soy inocente porque
mi conciencia no ha participado nunca del error voluntario o de la malicia,
aunque por otra parte haya obrado mal y sin acierto. La convicción de mi
inocencia me la persuade mi corazón, y este testimonio es para mí el más
auténtico, bien que parezca un orgulloso delirio. He aquí la causa porque
desdeñando responder a cada una de las acusaciones que de buena o mala
fe se me puedan hacer, reservo este acto de justicia, que mi propia vindicta
exige, para ejecutarlo ante un tribunal de sabios, que juzgarán con rectitud y
ciencia de mi conducta en mi misión a Venezuela. Del Supremo Congreso de
la Nueva Granada hablo, de este augusto cuerpo que me ha enviado con sus
tropas a auxiliarlos como lo han hecho heroicamente hasta expirar todas en
el campo del honor. Es justo y necesario que mi vida pública se examine con
esmero, y se juzgue con imparcialidad. Es justo y necesario que yo satisfaga
a quienes haya ofendido, y que se me indemnice de los cargos erróneos a
que no he sido acreedor. Este gran juicio debe ser pronunciado por el
soberano a quien he servido; yo os aseguro que será tan solemne cuanto
sea posible, y que mis hechos serán comprobados por documentos
irrefragables. Entonces sabréis si he sido indigno de vuestra confianza, o si
merezco el nombre de Libertador.
Yo os juro, amados compatriotas, que este augusto título que vuestra gratitud
me tributó cuando os vine a arrancar las cadenas, no será vano. Yo os juro
que libertador o muerto, mereceré siempre el honor que me habéis hecho,
sin que haya protestad humana sobre la tierra que detenga el curso que me
he propuesto seguir hasta volver segundamente a libertaros, por la senda del
occidente, regada con tanta sangre y adornada de tantos laureles. Esperad,
compatriotas, al noble, al virtuoso pueblo granadino que volará ansioso de
recoger nuevos trofeos, a prestaros nuevos auxilios, y a traeros de nueva la
libertad, si antes vuestro valor no la adquiere. Sí, sí, vuestras virtudes solas
son capaces de combatir con suceso contra esa multitud de frenéticos que
desconocen su propio interés y honor; pues jamás la libertado ha sido
subyugada por la tiranía. No comparéis vuestras fuerzas físicas con las
enemigas, porque no es comparable el espíritu con la materia. Vosotros sois
hombres, ellos son bestias, vosotros sois libres, ellos esclavos. Combatid,
pues, y venceréis. Dios concede la victoria a la constancia.
Carúpano, septiembre 7 de 1814.