Lucrecia Borgia - Genevieve Chauvel

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    Genevive Chauvel

    Lucrecia BorgiaLa hija del Papa

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    Ttulo original:Lucrece BorgiaGenevive Chauvel, Abril de 2002Traduccin: Martine FernndezRetoque de cubierta: lvs008

    Editor digital: lvs008ePub base r1.2

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    El amor me ha establecido como objetivo de sus trazos, como la nieve alsol, como la cera al fuego, y como la bruma al viento

    PETRARCACANCIONERO133

    No hay que preocuparse por el porvenir, no entristecerse y slo retenerdel pasado lo que deja de sabroso.

    LUCRECIABORGIA

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    E

    Prlogo

    s una nia. Debemos bautizarla lo antes posible, antes de que se vaya.Es muy probable que la seora Lucrecia sea la primera en extinguirse.Qu dir Dios a la hija del Papa?Estas ltimas palabras, pronunciadas como una sentencia, resonaron en el silencio

    y me desvelaron del estado de inconsciencia en el que me haba sumido elalumbramiento prematuro de mi duodcimo hijo. Una cosita muy escuchimizada a laque he trado al mundo haciendo uso de mis ltimas fuerzas para permitirle existir.Voy a perder la vida por ello?

    Todos mis partos fueron difciles. En varias ocasiones la fiebre me acerc a los

    abismos de la muerte. Pero una vez ms me agarro, muy decidida a atrasar la hora deluicio, para arrepentirme una vez ms y merecer la misericordia del Todopoderoso.

    Ser la hija de un papa me ha catapultado al rango de princesa en este bajo mundo, yseguramente me cerrar las puertas del Paraso.

    Cunto temo este fin que de repente siento demasiado cercano. No me asusta lamuerte, ahora bien tendr el tiempo suficiente para prepararme? Mi alma debe hacerlimpieza y necesita numerosas ablaciones, al igual que mi cuerpo, cuando, antao, loacicalaba para brillar en el esplendor del Vaticano. Unas horas interminables

    dedicadas a la belleza para las fiestas organizadas por mi padre, que me veneraba yquera honrarme, pero sobre todo antes de conocer a cada uno de esos hombres conlos que he compartido mi vida. Quera ser amada por encima de todo y nodesperdiciaba ninguna ocasin para alcanzar mis objetivos.

    S, fui bella. Tan bella que mi padre me utiliz, al igual que Csar, mi adorado yaborrecido hermano. Pero en el umbral de los treinta y nueve aos, preparada paraembarcarme para el ltimo viaje, me pregunto: me han amado, y yo, he sabidoamar?

    A cul de mis tres maridos?A cul de mis dos amantes? Al fogoso que vino a seducirme tras los muros deun convento, o al platnico que me hizo descubrir el poder del deseo? Ay! MesserPietro Mio, carissimo[1]. Pietro Bembo que se arrepenta de que su corazn slo fueraun cristal puro, Donde vuestros bellos ojos, mi dama, leeran lo que callo, y que vosno veis.

    No estaba ciega. Cuntas notas intercambiadas en la sombra, cuntos besos ahurtadillas que avivaban el fuego que nos consuma. Acaso no fue el nico, elverdadero?

    Unos versos de Petrarca, nuestro poeta preferido, me vuelven a la mente, y lossusurro suspirando:

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    Amor corroe mi corazn, Fortuna lo despoja de todo consuelo, y la menteinsensata se irrita y llora por ello. As, en grandes tormentos es convenienteque siempre viva luchando.

    Luchar para vivir, luchar para amar, se fue el destino de mis ltimos aos. Al

    casarme en terceras nupcias con el duque de Este, esperaba lavar la humillacin deuna primera unin indebidamente anulada y ahuyentar de mi memoria la felicidaddemasiado perfecta de la segunda, brutalmente sesgada por la trgica muerte de miadorado esposo. Tena veintin aos, y me alejaba de Roma, con la cabeza llena desueos e ilusiones, confiando en esa nueva existencia que me esperaba; confiandosobre todo en liberarme por fin de los hombres de mi familia, mi padre y mi hermano,que no haban cesado de moverme como un pen en el tablero de ajedrez de susintereses. Ahora bien, en la corte de Ferrara no consegu que se olvidara que era una

    Borgia, la espaola, una extranjera, y peor que todo eso, la hija de Alejandro VI, elpecado viviente de un papa deshonrado por ser demasiado poderoso y temido.

    La Espaa de mis antepasados me ha dado la sangre orgullosa, y afrontaba condignidad las ofensas de la calumnia. Las recib de lleno, a centenares, y se aadierona las pruebas dolorosas ya soportadas antes, abriendo sin fin las heridas de micorazn enlutado. Pero segua siendo para siempre una Borgia, puesto que Borgiahaba nacido, y nunca haba renegado del padre sin igual hacia el cual el Cielo mehaba guiado. Un destino poco ordinario deba ser el mo. Alrededor de mi cuna, unas

    mujeres lo predijeron Y no se equivocaron.

    La gloria de los Borgias ha dejado de existir, los seres queridos me esperan en laotra orilla. El final de mi camino est cerca. He aadido estas pginas al librito escritoen el convento, en el cual he recopilado mis recuerdos. Una vez ms, voy a volver aleerlo para partir sin remordimientos si puedo responder a esas preguntas punzantesque no dejan de torturarme: Me han amado? He sabido amar?

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    P

    Captulo I

    or qu estoy tan obsesionada con el amor? Mi nacimiento fue, sin embargo, sufruto y durante mi infancia se me colm con creces de l. Bien es verdad que mifamilia no se pareca a las dems. El marido de mi madre no era mi padre, y muypronto me enter de que el autor de mis das era un cardenal que vena a vernos amenudo, Rodrigo Borgia, vicecanciller de la Iglesia. Lejos de chocarme, eso me dioms seguridad y orgullo. Tanto con su vestido de seda prpura engalanada con unacruz de oro, como con su justillo de caza de terciopelo negro realzado con galonesdorados, era el ms apuesto, el ms seductor de los hombres y, a mis ojos, el mspoderoso. Ante l, la gente se inclinaba con devocin, hasta se ponan de rodillas para

    besar su anillo sagrado. Su alta estatura me impresionaba, su elegancia me cautivaba,su alegra me embriagaba. Su voz resonaba como los clarines de una fiesta y, cuandome coga sobre sus rodillas para acariciar mi cabello o murmurarme palabras tiernasal odo, era la ms feliz del mundo.

    Luz de mis ojos! me deca. Tesoro de mi corazn!Acurrucada contra l, no tema a nada y no me planteaba nada. Era la hija de un

    alto personaje de la Iglesia, y la sociedad aceptaba esa particularidad. Con el tiempo,las mentalidades han cambiado. Hoy se critican las licencias de ayer, se juzga y se

    condena lo que antes sorprenda, diverta o alegraba. En nombre de un nuevo rigor dela moral, la gente se arropa bajo falsas virtudes para hacer olvidar los extravos delpasado. Soy la primera vctima de ellos puesto que, al creerme culpable, me impongolas penitencias ms severas. Desde hace diez aos, una camisa de slice desgarra micarne y la mantiene en un dolor permanente que nunca igualar a la de Jesscrucificado para redimir nuestros pecados.

    En mi alma atormentada, me rebelo negando el veredicto de los que piensanposeer la Verdad. Qu he hecho de malo al venir al mundo? Acaso no es Dios el

    que me ha enviado a la Tierra? Acaso no es Dios el que me ha permitido vivir?Entonces, quin es el culpable? Ni yo, ni mis padres. Soy el fruto de su amor ynunca se lo echar en cara. Un amor imposible que el casamiento no poda coronar.Tuvieron el valor de vivirlo sin ir contra la conveniencia, sin dejar de cumplir susdeberes con sus hijos.

    Por qu incriminarlos por el hecho de que hayan seguido sus instintos? l eraapuesto, sensual, rico por poder absoluto que otorga la Iglesia. Ella era majestuosa,como las diosas que su padre esculpa, una verdadera Juno, seductora en gradosuperlativo, inteligente y apasionada. Rodrigo Borgia y Vannoza Cattanei. Dos seresfuera de lo comn que una pasin secreta uni durante casi quince aos. No fui elnico resultado. Dos hermanos me haban precedido: Csar, nacido en 1475, y Juan,un ao ms tarde. Otro nio naci despus de m, al que llamaron Jofre.

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    Mi padre nos adoraba y velaba por nuestra educacin. No viva con nosotros.Tena un palacio muy cerca de la Piazza di Merlo, y tan slo atravesndola podavenir a darnos un beso. Haba instalado a mi madre en una bonita casa que le habanregalado en el lado soleado de la plaza y le haba escogido un marido, Giorgio diCroce, un milans con fortuna al que nombr secretario apostlico.

    De esta manera se salvaban las apariencias, y madonna Vannozza, hija delmarmolista escultor de Brescia, se haba convertido en una dama de la sociedad.Nadie ignoraba que era la favorita del cardenal Borgia, pero se le demostraba respetotanto por su matrimonio honorable como por esa relacin particular que leaseguraba holgura y proteccin. Nos hemos beneficiado de ello a lo largo de nuestrainfancia. Mis hermanos y yo hemos crecido en la despreocupacin que otorgan losttulos y la opulencia. Bajo los auspicios del Vaticano, nuestro futuro estabaasegurado, como lo haba estado el de numerosos hijos de eclesisticos que haban

    establecido alianzas brillantes. Una maravillosa armona reinaba a nuestro alrededor ycada uno de nosotros se preparaba para grandes destinos.El mo empez en el castillo de Subiaco. En el pueblo de mismo nombre, a menos

    de cien leguas de Roma, dominaba un monasterio y unas pendientes escarpadascubiertas de robles. La finca era inmensa. El papa Sixto IV se la haba regalado a mipadre en agradecimiento por su apoyo en su eleccin. Los ingresos de la abada lehaban permitido restaurar la fortaleza para convertirla en una noble vivienda dondeiba a menudo para cazar. A mi madre le gustaba esa vieja Rocca de los Borgiadonde su amor haba crecido, donde Csar haba nacido. Cuando durante su tercerembarazo el astrlogo predijo que tendra una nia, decidi sin dudar instalarse allpara dar a luz lejos del bullicio de la ciudad, en el lujo y la serenidad. Y all vine almundo, el 18 de abril de 1480.

    Como una verdadera princesa, dorm en ropa fina ornamentada con encaje. Unassirvientas me colmaban con mil atenciones. Una mecedoravelaba en la cabecera demi cuna y me cantaba romances que sosegaban mi sueo. Me lavaban todos los dasy, para alimentarme, me dejaban en los brazos de mi madre. Despus de habermedado la vida, me regalaba esa magnfica prueba de amor que eran sus mamas llenas

    de leche. Los mdicos de la poca aconsejaban esta prctica que vuelve a las madresms maternales y a los nios ms resistentes. Sobre todo decan que favoreca en elbeb un carcter moderado y creaba un lazo misterioso que, con el tiempo,desarrollaba los sentimientos de afecto y una mejor compresin. Para noenvenenarme con una leche de color verde, amarilla o negra, salada o amarga, mitierna madre se haba impuesto un rgimen especial de lechugas, almendras,

    avellanas y sopas francesas[1].El resultado la recompens por sus esfuerzos. Me convert en una niita sonriente

    y graciosa, fina y gil, dotada, como ella, de una larga cabellera sedosa y dorada, deuna piel clara y satinada. En cuanto al color de mis ojos, no s de quin lo habaheredado. Los de mi madre, al igual que los de Csar, eran de un azul profundo,

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    mientras que los mos eran de un gris azulado tan plido que parecan transparentes.Mis otros hermanos tenan los ojos negros y la encarnacin ambarina de nuestropadre. nica chica entre tres nios, me distingua. Al igual que ellos, posea la graciay la belleza, pero el Cielo me haba engalanado con esas bazas preciosas que son elencanto y la femineidad. En compaa de mi madre, que las posea de sobras, aprend

    a cultivarlas rpidamente, consciente del poder que ejercan, en mis hermanos, queme adulaban, en mi padrastro, al que desarmaba, y sobre todo en mi padre, que mearropaba con una mirada emocionada y llena de orgullo llamndome su obra dearte.

    Cuando recuerdo esos primeros aos de la infancia, siento renacer en mi interiorla dulce sensacin de bienestar que senta por aquel entonces. Todo era sencillo yligero. La vivacidad y la simpata de mi padre alegraban nuestros das, y mi madretena el arte de contener nuestras exuberancias. Saba mandar como si estuviera

    suplicando. Toda una mujer cuya voz subyugaba. Si bien es verdad que a veces erademasiado indulgente con las tonteras de sus dos hijos mayores.Csar y Juan tenan una imaginacin desbordante que utilizaban para amenizar

    nuestras distracciones ordinarias de los chinos, el escondite o la gallina ciega.Cansados de construir casitas para mis muecas, de enganchar ratones a un carrito ode subir a caballo sobre un bastn, inventaban los juegos de destreza ms hbiles ylos juegos de cuerpo ms osados. De estos prefiero no acordarme, porque el rubor dela vergenza me colorea las mejillas.

    Pero en esa poca estbamos a salvo de todo prejuicio. La anatoma de un hombreo una mujer no era un misterio. En el parque de nuestra casa de verano de Subura, lasestatuas de divinidades, en el hueco de los nichos de glicinias o lilas, nos instruan, yen las calles de Roma a veces sorprendamos a gente desnuda tras las ventanasabiertas. Sin ninguna malicia, repetamos los gestos que acostumbrbamos a ver anuestro alrededor. Algunas caricias nos emocionaban. Guardbamos el secreto destas y respetbamos las prohibiciones que una edad ms avanzada nos permitira.

    En esa poca, ningn miedo, ninguna preocupacin afloraba a nuestras mentes.Nuestra existencia corra como un ro apaciguado, brillando con cientos de

    esperanzas. En las orillas sombreadas, recibamos el amor de nuestros padres. El unoy el otro, cada uno a su manera, nos lo ofreca en profusin. Una ternura sutilmentedosificada que entretena nuestras risas haciendo florecer nuestros corazones.

    El ao en que cumpl seis aos fue el de la primera turbacin. Mi padrastro muripocos das antes de mi cumpleaos. Mi padre rpidamente le encontr otro marido ami madre. Tres meses despus, a principios del verano, se celebr su boda con elsignor Carlo Canale, un letrado de Mantua, familiarizado con el Vaticano, y queenseguida fue gratificado con el ttulo de solicitador de bulas. Mi madre abandon

    la casa de la Piazza Pizzo di Merlo para trasladarse a otra ms espaciosa situada en laPiazza Branchis, que haba comprado unos aos antes.

    La seguimos all y habamos empezado a familiarizarnos tanto con el nuevo hogar

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    como con el que se comportaba como nuevo padre sin contrariarnos nunca. Comobuen humanista que era, cuando mi padre decidi llevarnos con l para dirigir nuestraeducacin supo lo que tena que hacer. Entonces entend que entre mis padres ya nohaba pasin. Carlo Canale no era un esposo de fachada. Ejerca plenamente susderechos, y mi madre no tardara en darle un hijo.

    Todava nos amaba? Lo dudaba cuando me vi obligada a dejar su casa, pero suporeconfortarme en adelante multiplicando sus visitas, e invitndonos cada verano a suvilla de Subura donde enseguida volvamos a recuperar las complicidades quetuvimos en el pasado. Sus atenciones fueron constantes en el curso de los aos. Mstarde, entendera cunto haba sufrido de nuestra separacin forzada. Le habacostado, pero haba aceptado, para nuestro mayor bien, someterse a la voluntad delhombre al que haba adorado, puesto que a cada uno de nosotros le haba prometidoun porvenir glorioso: la prpura para Csar, un principado para Juan, un ducado para

    Jofre y un brillante matrimonio para m.

    Mi educacin y la de mis hermanos fueron confiadas a una parienta de mi padre,viuda de un noble romano, Ludovico Orsini, seor de Bassanello. Este ltimo sehaba apagado dejndole un palacio en el Monte Giordano, as como un hijo, Orso,ms mayor que Csar y desfavorecido por la naturaleza puesto que slo vea con unojo. Por primera vez en mi existencia, me di cuenta de que la voluntad de Diosmarcaba a ciertas personas desde su nacimiento. Por qu misteriosa razn habadecidido Dios poner a prueba a este pobre chico nacido en la legitimidad, cuando anosotros, los bastardos, haba concedido la belleza?

    Si Orso se senta infeliz por su desgracia, nosotros lo ramos por haber perdido anuestra madre y nuestro hogar. Sin poner mala cara, nos acept bajo su techo dondesu madre nos ofreci su afecto. La ta Adriana era una Borgia por su abuela. Nosexplic los orgenes de nuestra familia y nos ense a ser dignos de nuestra sangre, ya estar orgullosos del nombre que llevbamos. Un nombre ilustre que nuestros

    antepasados Llanol y Borja haban honrado a lo largo de los siglos en las tierraslejanas de Espaa. Hombres de guerra o de gobierno, cuyo recuerdo permaneca vivoen las cortes de Castilla y Aragn. En cuanto a los hombres de Iglesia, eraninnumerables: un nmero impresionante de prelados, obispos, cardenales, e inclusoun papa, Calixto III, que haba subido al trono pontificio en 1455, arrastrando en suestela una cohorte de sobrinos y parientes as como un ejrcito de catalanes que losiguieron a Roma y de los cuales hizo la fortuna.

    Era mi to abuelo le gusta precisarnos. Un predicador reputado, adivino a

    ratos, el que haba anunciado que sera investido con la mayor dignidad de la Tierra.Vuestro padre, que era su sobrino favorito, tambin ser elegido Estoy convencidade ello; sabed, nios, que raras veces me equivoco!

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    La voz de la ta Adriana cambiaba de repente, y tomaba un acento ronco quemartilleaba nuestros odos:

    Los Borja son de Jtiva, cerca de Valencia.Pronunciaba fuerte las erres de manera ms rugosa y sus jotas le salan de la

    garganta con una aspereza que nos sorprenda. Bajo el peso de su mirada, que nos

    dominaba, nuestros cuerpos se erguan sobresaltados y altivos mientras por nuestrasvenas corra un orgullo que nos legitimaba ms all de todo. Haber nacido Borgia nosconverta, a ciencia cierta, en seres diferentes, fuera de lo comn, y soaba con esaEspaa que nos aureolaba de grandeza, donde nuestra familia haba conquistado tantopoder y gloria, donde el honor tena el precio de la sangre.

    Pero por qu la sangre? Cul era ese honor que permita matar sin ser culpablede crimen? Me volvan a la mente escenas espantosas, como esa batalla entre dosfamilias rivales que se haban atrevido a despellejarse en plena procesin de Jueves

    Santo. Apenas tena tres aos cuando ese espectculo tuvo lugar ante mi mirada.Desde ese da, la violencia fue mi obsesin. Las calles oscuras de Roma eran su reinoy el menor ruido, el menor grito en la noche me aterrorizaba.

    Mil preguntas asaltaban mi mente y mi confusin se volva extrema cuandonuestra ta aada con autoridad:

    Donde est el provecho, all est el honor! Lo ha escrito un tal Commynes, yse es mi lema.

    Pude comprobarlo en el transcurso de los aos. Adriana Orsini era una mujerracional, experta en intrigas, maquinaciones y cbalas. La experiencia le habaenseado que los privilegios tienen una duracin limitada que hay que aprovechar. Serea de los prejuicios, de la moral, de las tradiciones, pero no ignoraba el poder de laopinin pblica y, cuando las apariencias no podan salvarse, tena una habilidadnica para presentar las cosas bajo un punto de vista natural e indiscutible. A menudome he preguntado con el paso del tiempo si su ejemplo no haba influenciado a Csarcuando pona en prctica una mxima repetida a menudo, y de la que fui cruelmentela vctima:

    No hay que renunciar a nada que nos haga grandes y fuertes y nos permita

    realizar nuestros deseos.A su lado, es verdad, nuestra vida tom otro rumbo. Su matrimonio le haba

    abierto las puertas de numerosos palacios de Roma y sus alrededores. Su inteligenciay su alegra le haban conquistado un lugar respetado en las capas ms altas de lasociedad. Al igual que mi padre, le gustaban las fiestas y saba rodearse de genterefinada, polticos o letrados, poetas o msicos, que conversaban con arte oentretenan con ingenio. Las palabras brotaban como bonitas burbujas de reflejosirisados, y daban en el blanco en una carcajada, o sobre algunos pasos de baile al son

    de los lades y las panderetas. Gran dama hecha a s misma, mi ta conoca el mundoy las cien maneras de ponerlo a sus pies.

    Mi padre, del que era la confidente y la consejera, una especie de eminencia gris

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    que le informaba de todo lo que poda importarle, me haba colocado bajo su batutaexhortndome a obedecerle para aprender los buenos modales que me permitirancasarme noblemente.

    Tesoro de mi corazn me deca abrazndome, quiero para ti lo mejor delmundo.

    Mi mayor deseo era gustarle, me inclinaba ante sus voluntades sin pensar que ensu mente sus intereses primaran siempre por encima de los mos. Era demasiadooven y demasiado ingenua para imaginar cualquier felona. Me haba propuesto no

    decepcionarle y no desperdiciaba ningn esfuerzo para merecer sus cumplidos. Miamor y mi confianza en l eran ilimitados, y me alimentaba con las promesas queenvolvan de magia mi existencia dorada.

    Como todas las nias de gran familia, recib una cuidada educacin. En elconvento de San Sisto, en la Via Appia, la enseanza de la religin cristiana me

    transmita el gusto por la plegaria y los fundamentos de una moral que me ampararanen los momentos difciles. Eso no bastaba. Una dama de corte, me decan, debeconocer las letras, la msica y la pintura. Tambin deba saber bailar y festejar sinreparar en la modestia. Y no dejaban de aadir:

    Nunca mujer instruida se ha mostrado impdica.Me rodearon de distintos profesores. Aprend a leer, a escribir y a conversar en

    varias lenguas: el espaol y el italiano, as como el cataln que hablbamos desdenios, pero tambin el francs, el griego y sobre todo el latn que estaba en uso tantoen el palacio Orsini como en el palacio Borgia donde la prpura rodeaba a mi padre.Progres tan rpidamente que pronto fui capaz de sorprenderlo con una carta a la querespondi inmediatamente:

    Tu carta me ha llenado de alegra, porque, a una edad tan tierna, escribes el latncon pureza y elegancia.

    Me gustaba estudiar y me adentraba en la lectura de los autores antiguos, quedevoraba. An no tena nueve aos cuando me familiaric con Cicern, Csar,Salustio y Tucdides, y guiada por el mejor de los maestros, el filsofo PomponiusLaetus, descubr a Aristteles, Ovidio y Platn y desarrollaba el gusto por el anlisis.

    Estad segura de que tenis algo que decir repeta marcando las palabras;despus expresadlo de manera sencilla, evitando los giros rebuscados. Quiero queaprendis a pensar y no a hilar muy fino.

    El ejercicio era austero y, para distraerme, me entretena con la poesa. Petrarcaya era mi preferido. La msica, el baile y el canto, el dibujo y las labores de aguja seaadieron a mi formacin, as como la natacin, en el gran estanque de Subura, y laequitacin. Saber dominar un caballo de raza y caracolear con gracia eraindispensable para toda gran dama que tena su rango en los squitos oficiales. Digna

    hija de mi padre, caballero emrito como todos los Borgia, y orgullosa representantede nuestro pas de origen, me embriagaba con galopes alocados por el campo, encompaa de mis hermanos que acordaban el favor de dejarme ser la primera.

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    Toda enseanza slo encuentra su perfeccin en su aplicacin prctica, y tuve, enlos salones del palacio Orsini o los del palacio de mi padre, desde los siete aos, laocasin de ejercer mis talentos recitando poemas y bailando. Los de Valencia enparticular, del brazo de Csar que se destacaba en los pasos complicados. Las fiestasabundaban. Cada ao nos traa su ramo variado de celebraciones a las que se aadan

    las visitas sorpresa y los acontecimientos inesperados que suscitaban diversionesimprovisadas.

    Fue a finales del ao 1487, el 17 de diciembre, cuando hice mi entrada ensociedad. El papa Inocencio VIII, que entonces reinaba en el Vaticano, casaba a suhijo Franois Cibo con Madeleine, segunda hija de Lorenzo de Medici y ClariceOrsini. Roma se haba engalanado para acoger a la joven novia que llegaba con ungran squito por las calles decoradas con laureles. Y la cabalgata del dueo deFlorencia se detuvo ante el palacio magnficamente decorado de mi padre. En su

    calidad de vicecanciller, le corresponda el honor de recibir a la augusta familia y susquito antes de presidir la presentacin de los prometidos.Vestidos con nuestras mejores galas, mis hermanos y yo estbamos al pie de la

    tarima donde estaba el divn de ceremonia forrado de brocado de oro. La inmensamultitud concentrada en el gran vestbulo me impresionaba, pero slo tena ojos parala delicada joven arrebujada en seda forrada que, con paso tmido, camin hacia elrepresentante de la Iglesia y se inclin con gracia sobre la mano adornada con elanillo sagrado. Apenas tena el doble de mi edad y admiraba esa expresin defelicidad que transfiguraba su fino rostro. El matrimonio me pareci entonces el msbello de los cuentos, el testimonio de la felicidad. La envidiaba porque iba a conocerpronto el amor. Pero cuando el novio se acerc y recibi el permiso de besarla, loencontr tan viejo y feo que mis ilusiones se desvanecieron enseguida. Temblaba porello preguntndome si sabran escogerme un marido amable y digno de ser amado.Un hombre que se pareciese a Csar, mi hermano favorito, y que me mimara contanto ardor como mi adorado padre.

    Los aos que siguieron recib un buen nmero de sorpresas, las alegras siguiendoa las penas como el da a la noche. Nuestro hermano mayor, Pedro Luis, duque de

    Ganda e hijo de una relacin catalana de mi padre, regres de Espaa donde vena deilustrarse en el sitio de Ronda[2]en los ejrcitos del rey de Aragn, y este ltimo, enseal de gratitud, le haba ofrecido a su sobrina como esposa. Festines y bailes seseguan para celebrar la buena noticia. De repente, la desgracia nos sumi en latristeza. Pedro Luis tuvo una fiebre maligna que lo fulmin y se lo llev en pocashoras. Apenas tena treinta aos, una prestancia magnfica, inteligencia e ingenio.Cantaba de maravilla los romances de Al-ndalus y se me haba metido en la cabezapartir con l a esa Espaa que me fascinaba.

    Despus del luto, vinieron otras conmociones. Csar fue a la Universidad dePerugia para prepararse mejor para el sacerdocio al cual se le haba destinado, y Juanfue nombrado duque de Ganda. Retom el ttulo de Pedro Luis, as que a l le

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    corresponda la real prometida doa Mara Enrquez, con la que se casara cuando laedad se lo permitiese. Slo tena doce aos y mi padre le regal un palacio y uncortejo de casa digno de su rango. Unos preceptores completaron su instruccin y loconvirtieron en el hombre de corte que el rey de Aragn esperaba.

    Me despojaban de mis hermanos y me sent muy sola en el gran palacio Orsini,

    pero no tuve tiempo de hundirme en la tristeza. Se volva a hablar de fiestas.Esperbamos a Julia Farnesio, prometida desde haca tiempo al primo Orso. Unasunto de familia dispuesto por la ta Adriana que haba reservado para su hijo a lahija pequea de una de sus primas. Decan que era bonita y atractiva. Su llegada nosdej sin voz. Tena una belleza tan rara que para la ciudad entera se convirti ese daen La Bella. Orso, encantado, la devoraba con la mirada. No fue el nico quemurmur con expresin de admiracin:

    Slo se la puede querer.

    Cul era su secreto para encantar as a todos los hombres? Al vivir con ella,aprendera el arte de seducir y el atractivo de la sensualidad. Por ahora, celebrbamossu noviazgo, y se preparaba la boda. Fue bendecida al ao siguiente en el palacioBorgia donde la gente se atropellaba para admirar a la novia con su vestidoinmaculado, bordado de perlas y pedreras. Una diadema de hojas de oro retena sularga cabellera resplandeciente. En la habitacin de las estrellas, donde se llev acabo la ceremonia, pareca una Madonna y la admiraba, contenta de haberme ganadouna amiga que me ofreca lo que siempre me haba faltado: el afecto de una hermana.

    Yo tambin creca y mi cuerpo se transformaba. Me decan que era guapa, quedeban casarme. Sin embargo slo tena diez aos y prefera or hablar de filosofa,meterme en las comedias de Plauto o descubrir los cuentos delDecamern.

    Una mujer demasiado sabia asusta a los hombres deca Julia.Pasaba horas en su aseo y escuchaba sus consejos de que una cabeza bien llena

    deba engalanarse bien para recibir al mejor de los amantes. Mi padre me habaanunciado que tena un prometido en Espaa, don Cherubino de Centelles, de quinceaos, seor del Valle dAyora, cerca de Valencia.

    Me aseguraron que era apuesto, rico y delicado. Con un nombre as slo poda ser

    amable. Mi corazn impaciente lo engalan con todas las virtudes que pudeimaginar. Se convirti en el prncipe de mis sueos, y slo pensaba en gustarle paraganarme su amor. Ahora bien, a veces me preguntaba: sabr amar?

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    U

    Captulo II

    n contrato de matrimonio, redactado en espaol, se firm en la notara denuestra familia, y la ta Adriana me anunci que a partir de ese momento era unapersona importante en la sociedad, puesto que haban fijado mi dote.

    As como lo ha escrito nuestro devoto Beneimbene precis en un tonosolemne: Seora doa Lucrecia de Borja, doncella, que vive en Roma, hija carnaldel susodicho reverendsimo cardenal, ya ests bien provista. Treinta mil reales deplata a los que se aadir el ajuar, aderezos y joyas que tambin sern de gran valor.Tu padre lo ha prometido.

    Poco me importaban esas riquezas, yo slo pensaba en el viaje a esa Espaa que

    haba llenado mi infancia de romances y leyendas. Imaginaba los jardines con milolores, el perfume de los naranjos en la noche baada por la luna, las tierras resecadaspor el sol, las fortalezas de piedras y el murmullo del agua en los patiosembaldosados con mrmoles o lozas de finos arabescos. Los cantos roncos, el sonidode las guitarras, los bailes al ritmo sincopado de las panderetas Y despus, al finaldel camino estaba mi querubn de sonrisa dulce, que galopaba a mi encuentro con elcorazn rebosante de amor. Tendra suficiente ardor para estrecharme entre susbrazos y besarme con tanta pasin como Csar o Juan cuando ramos nios en

    Subura? En los brazos de mis hermanos, perda la cabeza. Qu ocurrira cuando elcuerpo de mi esposo descubriese el mo? Soaba con esa loca pasin que habaabrasado a mis padres, y no con esos pequeos gestos tibios llevados a cabo en elrespeto de las conveniencias que evocaban los recin casados de mi entorno. Al ladode su viejo Franois Cibo, Madeleine de Medici no haba conocido el placer. Julia,ms taimada, lo encontraba educando a Orso que le segua el juego. Yo esperabasuperarlos a todos.

    De todas maneras replicaba La Bella, amor y matrimonio casi nunca se

    llevan bien.Por ahora, deba esperar, y suspiraba de impaciencia. Estbamos a finales defebrero de 1491. Todava no tena once aos y an no estaba formada. As, seconvino que mi partida sera para el ao siguiente, y que sera necesario un nuevoplazo de seis meses para que se celebrara y consumase la boda.

    Dos meses despus, mi padre me anunci de repente que tena un nuevoprometido: don Gaspar de Procida, hijo del conde de Aversa. Deba olvidar a donCherubino y eso me trastorn. En l haba cristalizado mis sueos, y de repente todose disipaba como humo al viento. A qu vena ese cambio repentino? No tuve elvalor de preguntarlo. Mi padre tena sus motivos y deba obedecer convencindomede que se preocupaba por mi felicidad y nunca pensara traicionarme. La ta Adrianase percat de mi desconcierto y rpidamente me explic las ventajas de la situacin:

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    Si fuese t, me alegrara. Don Gaspar es ms guapo, ms rico y de muchomejor linaje. Su padre, don Juan de Procida, es un gran personaje relacionado con lacasa de Aragn. Posee considerables tierras en el reino de Npoles. As, no tequedars siempre en Espaa. Tendrs la ocasin de acercarte a vernos cuando sigas atu esposo a sus posesiones italianas.

    Slo una cosa consigui centrar mi atencin y me tranquiliz. Gaspar, quetambin tena quince aos, estudiaba en Valencia, donde tendra lugar la ceremonia, ylos preparativos del viaje no se haban anulado. Mi sueo segua intacto. Iba aconocer el pas de mis antepasados. Al final del camino se perfilaba otro rostro, otrocorazn tan inquieto como el mo, y conservaba la misma esperanza de hacerme amarexplorando con ese guapo marido los misteriosos caminos del amor.

    Sin demorarse, Adriana dio rdenes y todo el mundo inici los preparativos entodos los pisos del palacio Orsini en el que cada da desfilaban mercaderes, artistas,

    sastres de seora, costureras y joyeros. Cada uno desplegaba a nuestros pies talcantidad de maravillas que perda la cabeza y no saba qu escoger. Con autoridad, mita decida. Tena muy buen gusto y conoca la etiqueta que se usaba en las cortesespaolas.

    Terciopelos y brocados, velos y puntillas, cofias y cintas, vestidos y abrigos decorte, vestidos de baile, trajes de caza y de viaje. No haba que descuidar nada. Consu potente voz, no paraba de repetir:

    La condesa de Procida representar gloriosamente la magnificencia de losBorgia!

    Mi padre le haba concedido carta blanca, pero no dejaba de venirnos asorprender para dar su opinin y aadir largos collares de perlas o pedreras en eloyero de madera donde ya se amontonaban aderezos y joyas. Era el mago y viva el

    ms bonito de los cuentos cuando al hundir las manos en todas esas joyas senta sucaricia sobre mi piel.

    Un verdadero torbellino me transportaba, los das pasaban volando y ya no tenatiempo de pensar y an menos de aburrirme. Entre el convento de San Sisto y laslecciones de filosofa de Pomponius Laetus, Adriana me enseaba a comportarme

    como una dama. Deba conocer con todo detalle las reglas de la corte y el arte de laconversacin, las reverencias y los bailes de moda en los palacios de Castilla yAragn. Despus era el turno de Julia, que me enseaba los cien secretos de suscoloretes, polvos y perfumes, cremas, leches y ungentos; envidiaba sus formasllenas y su larga cabellera rojiza que la cubra hasta los tobillos. La ma se detenausto por encima de mis caderas cenceas, pero su rubio plido atraa las miradas.

    Una sirvienta me haca un masaje en el pelo con una preparacin especial que loshaca brillar tanto como el oro y los dejaba tan suaves como la seda.

    La belleza no es un privilegio afirmaba La Bella con una sonrisaconquistadora. Es una ciencia, la de sacar provecho de las posibilidades que te hadado la naturaleza. Dios nos lo ha dado todo, incluso el medio de rectificar sus

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    errores y es darle gracias perfeccionar las obras que ha dejado inacabadas. En suinteligente bondad, nos concede tambin esta satisfaccin de vanidad.

    Observaba los gestos, los mohines, las poses lascivas de Julia. Con quince aos,encarnaba el encanto y la seduccin, Venus y Dido, diosa de la voluptuosidad cuyasensualidad encenda una curiosa llama en la mirada de mi padre. Lejos de estar

    celosa de ello, le estaba agradecida. Haba conquistado il pi carnale de Roma,como lo haban apodado en recuerdo de su juventud agitada. Por ahora, habacumplido ya los sesenta aos, y la turbadora belleza de Julia, que cualificaba conexuberancia de divina o sobrenatural, lo suma en adoraciones casi msticas quefortalecan su jovialidad. No vea en ello nada malo, puesto que todo quedaba enfamilia y contribua a sellar nuestra unidad. Las visitas de mi padre aumentaban enfrecuencia y nada me alegraba tanto como verlo ms a menudo. Se acercaba elmomento de ese viaje que nos separara.

    La fecha estaba fijada para finales de 1492. Durante todo el ao, Espaa seconvirti en el centro de nuestras conversaciones. Csar se planteaba reunirse allconmigo cuando hubiese terminado sus estudios de Derecho cannico en laUniversidad de Pisa. Acababa de recibir de Su Santidad el rico obispado de Pamplonay mi padre lo atraa con el seuelo del que posea en Valencia. Ms tarde sera elturno de Juan, al que esperaban en su condado de Ganda y en la corte del reyFernando de Aragn. Borgia ramos, y al pas de los Borja volveramos. All nosguiaba el destino, all estaba nuestra fortuna. Y para convencernos mejor de ello, ungran acontecimiento se produjo a principios de enero que proyect nuestra queridapatria a la cima del Olimpo, aureolndola de gloria y honor. La toma de Granadareson como un trueno. Una gran victoria que nos haca olvidar la prdida deConstantinopla.

    Los ejrcitos de Castilla han vengado nuestra derrota dijo mi padremostrando jbilo. La Cristiandad ha vencido al Islam. Y Espaa ha recobrado suintegridad, independencia y libertad en la sumisin a Cristo. Aleluya!

    Por orden suya, se ilumin Roma. Las campanas de todas las iglesias se pusierona sonar mientras por las calles la gente rebosaba de alegra. En procesin, nos

    dirigimos a Saint-Jacob en la plaza Navona. La lluvia, que apagaba las antorchas ynos calaba hasta los huesos, no pudo interrumpir nuestros cantos de gracia al Seor ynuestras alabanzas a los valerosos espaoles que nos colmaban de orgullo.

    Como en tiempos de los romanos, era necesario un sacrificio a los dioses de laguerra, juegos de circo al estilo de los beros. Fue una corrida de toros en el coraznde la Ciudad eterna que no haba visto ese tipo de espectculos desde haca cientocincuenta aos. Para m fue la primera, y no me hubiese perdido el espectculo pornada del mundo. Mi padre lo ofreca, as que tenamos reservada una tribuna. Entre

    Adriana y Julia, me coloqu en la primera fila para asistir al combate sangriento decinco toros que se defendieron con tal valenta que fueron calificados de bravos ysaludados por el sonido estridente de una trompeta de plata.

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    Espaa se puso de moda. El papa Inocencio VIII se reconcili con el rey Ferrantede Npoles, que hizo llevar cien promesas de paz por su nieto, el prncipe de Capua.Algunas semanas despus, se anunci la boda de otro nieto, Luis de Aragn, conBattistina Usodimare, nieta de Su Santidad. La ceremonia se llev a cabo en lossalones del Vaticano donde, por primera vez, fueron invitadas las damas de la

    nobleza. El festn fue esplndido, amenizado con intermedios inspirados en laAntigedad. Un nio pequeo desnudo, ataviado con alas y recubierto de pinturadorada, encarnaba al Amor y se paseaba entre los invitados regndolos con puadosde agua sacados de un jarrn de plata. Algunas gotas cayeron sobre mi frente y lastom como un buen presagio.

    Se acercaba el da en que don Gaspar me convertira en la condesa de Procida, ymurmuraba cerrando los ojos:

    Asperges me amore!

    Pero se produjo otro acontecimiento que, una vez ms, trastorn el curso de mi vida.A principios de julio, el papa Inocencio VIII sufri una gran recada. Se le sabaenfermo de la vejiga y varios rganos ms, y sin embargo, a pesar de estasafecciones, lo habamos visto un mes antes en la baslica de San Pedro, blandiendo laSanta Lanza que el sultn Bajazet acababa de devolverle, donde haba bendecido a lainmensa multitud que se haba inclinado ante la reliquia. Nadie imaginaba ese da queestaba tan cerca de la muerte. En el calor trrido del verano, su estado empeor y losmdicos se lamentaron de su impotencia para curarlo. Lo haban intentado todo parasalvarle, incluso haban desangrado a tres nios de diez aos para hacerle beber susangre. Pero no se produjo ningn milagro. Los nios murieron y el Papa no tard enseguirles. El 25 de julio, despus de una dolorosa agona, exhal a su vez el ltimosuspiro ante el cnclave de los cardenales reunidos alrededor de su cama.

    Enseguida las calles de Roma se vaciaron. Los habitantes, preocupados, seescondan en sus casas. Teman que se produjesen tumultos. La eleccin de un nuevo

    papa desencadenara sin duda alguna los enfrentamientos de las facciones rivales.No temis nada nos dijo mi padre, que haba venido a vernos de pasada,

    he dado instrucciones para que se respete el orden. Todas las puertas de la ciudad ytodos los puentes estn vigilados, en todos los barrios hay oficiales fieles a mhaciendo redadas. Los barones hostiles al papado sern controlados. Esta vez nohabr matanzas; aunque Roma ya no tenga papa, sigue teniendo vicecanciller.

    Y maana ser el nuevo Papa! afirm mi ta Adriana enardecindolo con sumirada resplandeciente.

    Pater noster fiat voluntas tua!respondi en tono de recogimiento.Adriana lo miraba de arriba abajo. El rostro de Julia estaba lleno de lgrimas y

    por ello resultaba ms turbador. Invadida por la emocin, me precipit en los brazos

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    del que adoraba. Nos abraz a una tras otra y dijo con una voz grave:Sed prudentes. Sois lo que ms quiero en este mundo.Poniendo la mano sobre la cabeza de Jofre, an tmido para sus diez aos, aadi:Cuento contigo para protegerlas Nunca se sabe.Se despidi secndose la frente. Se me encogi el corazn cuando su pesada

    silueta atraves el porche con un paso lento y desapareci tras las cortinas de sulitera. Estaba enfermo como el pobre Inocencio VIII? Acaso l tambin iba a?No, era imposible. Apareca un toro en nuestras armas. El toro de los Borgia, smbolode fuerza y de poder

    No tuve ocasin de preocuparme demasiado. En el entorno de Adriana las lenguasse desataban. Los amigos ms fieles venan por noticias, as como mi madre que derepente regres del campo. El palacio de Monte Giordano estaba en unaefervescencia extrema. Se discuta, se intrigaba, se maquinaba.

    Rodrigo Borgia tiene serias posibilidades de ser papa.El cardenal Giuliano della Rovere es un rival peligroso. Lo apoyan Francia y elrey Ferrante.

    El cardenal Ascanio Sforza tambin tiene aspiraciones sobre el trono.Pero conocemos el apetito de su hermano Ludovico el Moro, y nadie quiere al

    seor de Miln.De la misma manera que se teme la hegemona francesa.Borgia no depende de ninguna gran familia, de ningn prncipe. Tiene

    experiencia, sabr gobernar.S. Defender nuestras libertades contra la tirana de los barones. Le

    necesitamos a l.A los romanos no les gustan los papas extranjeros.Y yo, os digo replicaba Adriana, que ste es el ao de Espaa. Rodrigo

    Borgia saldr elegido. Los astrlogos han visto surgir de Oriente tres soles idnticos,presagio de un pontfice capaz de dominar los poderes terrestres y espirituales. Slol puede fortalecer la autoridad temporal de la Iglesia y reforzar a la vez la autoridadreligiosa.

    Mientras tanto, el cnclave deliberaba tras las persianas cerradas del Vaticano, yla espera nos pona cada da ms nerviosos. Adriana tena sus informadores dentro delas paredes, pero no llegaba ninguna noticia. El 11 de agosto, poco antes del alba, unode ellos vino a decirnos que debamos arreglarnos. Se quitaban los primeros ladrillosde la ventana de la Capilla Sixtina. Nuestro palacio no estaba muy lejos. En apenasunos minutos llegamos a los escalones de la baslica, justo cuando apareci la cruz yreson la frase ritual:

    Habemus Papam!

    Transcurrieron unos momentos de silencio solemne y por fin se anunci.El cardenal Rodrigo Borgia toma el nombre de Alejandro VI.Las aclamaciones de la multitud impidieron or las ltimas palabras. Las puertas

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    del cnclave se abrieron de repente, la marea humana nos empuj hasta la primerafila de la nave y all vi a mi padre vestido de blanco, en los brazos de un cardenalatltico que lo levantaba por encima del suelo para presentarlo a los fieles antes desentarlo en la Silla de oro. Su rostro resplandeca de felicidad y le o declarar:

    Ahora soy papa, soberano pontfice y vicario de Cristo.

    Todas las campanas repiquetearon, la gran campana tocaba a vuelo, de todaspartes suban ovaciones y gritos de alegra, y me qued petrificada, mirndolo en suimponente majestad. Mi corazn estallaba de amor y orgullo. Fue un momentoinolvidable, que permanecera grabado para siempre en mi memoria. Transportada deorgullo y veneracin, contemplaba el dolo sagrado a quien le deba la vida, y antequien todos se prosternaban. Cmo conservar la calma, cmo no desfallecer bajo elchoque de un cataclismo as? Era la hija del Papa, el Soberano Pontfice, sucesor desan Pedro, Su Santidad, el representante de Dios que mandaba a los reyes de la

    Tierra Qu hara con tanto poder?Sin embargo, toda medalla tiene su cruz y me estremeca al preguntarme quocurrira con nosotros, sus hijos. Estbamos en el camino de vuelta y, como parareconfortarme, Adriana exclam cogindome de la mano.

    Somos muy afortunados!Largos cortejos que blandan antorchas surcaban las calles de Roma iluminadas a

    giorno. En la ciudad entusiasmada, la gente cantaba y bailaba alrededor de lasfuentes. Celebraban la proclamacin del nuevo Papa, celebraban a mi padreesperando de l todos los milagros y, como lo requera la costumbre, saquearon sucasa. Pero fue en vano. El vicecanciller, que conoca sus posibilidades de ser elegido,la haba vaciado de todos sus tesoros. Pero ms adelante no volv nunca a ver losmagnficos tapices, objetos de arte y piezas de orfebrera que engalanaban los salonespomposos del palacio Borgia. Antes de subir al trono supremo, mi padre se habadespojado de las riquezas del pasado repartindolas a su alrededor. Dad y recibiris,dicen las Escrituras. Dios se lo devolvera por centuplicado y la rueda de la Fortunano dejara de girar en el sentido que a l le gustara.

    Por ahora, un nuevo da se levantaba bajo el cielo velado de rosa. Los primeros

    rayos doraban los tejados de teja, y me frotaba los ojos preguntndome si no habasoado las imgenes de la noche. Los comentarios de Adriana me hicieron volverrpidamente a la tierra al exponerme con detalle los cambios que este acontecimientonos aportara. Las innumerables ventajas para toda nuestra a familia, la de Italia y losde Espaa que no tardaran en multiplicarse, como en la poca del to abueloCalixto III.

    Ser la hija del Papa te concede el rango de princesa aadi. Ahora eresuna gran dama. Ms que nunca debers comportarte con dignidad y modestia. Todas

    las miradas van a dirigirse sobre ti. Te espiarn y harn mil comentarios sobre ti. Elmenor paso en falso sera nocivo para la gloria de los Borgia.

    Sumamente impresionada, esper el coronamiento de mi padre en un estado de

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    gran nerviosismo, al ritmo del repiqueteo de las cabalgatas que afluan en la ciudadmagnficamente engalanada. De todos los rincones de la Tierra acuda gente, y Romase llenaba de una multitud exuberante, impaciente por ver al nuevo pontfice. Por fin,el 26 de agosto, despus de una misa que celebr en la baslica de San Pedro, durantela cual todo el cabildo le bes los pies, mi padre sali a la plaza donde fue coronado

    con la tiara papal, smbolo de los tres poderes: imperial, real y sacerdotal. ComoCristo se lo haba dicho al primero de sus apstoles, a partir de ahora ostentaba el dehacer y deshacer todas las cosas en la tierra y en el cielo. Desapareciendo tras nubesde incienso, recibi el homenaje de todos los cardenales. Despus avanzaron losembajadores de las potencias italianas y los de los reinos vecinos. Escoltados porsquitos imponentes, soltaron uno tras otro los cumplidos pomposos del amo que leshaba enviado. Siena, Lucca, Venecia, Mantua, Florencia y Miln daban testimoniode su obediencia. Su Santidad los escuchaba en una actitud de benevolencia y altivez

    que los impresionaba.Su dignidad aniquila dijo un prelado a mi lado.Mi padre se levant y se uni al largo cortejo que se haba dispuesto para

    conducirlo al Letrn, donde se le entregaran las llaves de la sede episcopal.Entonces, nos ofreci el espectculo ms esplndido, ms grandioso que se haya vistonunca. Una apoteosis que lo consagrara para siempre en el corazn de las multitudes.

    Trece compaas de mercenarios encabezaban la marcha, y a continuacin venanlos prelados, cardenales, obispos tocados con sus mitras y montados en caballosencaparazonados con tejidos de tonos irisados, la casa del Papa, sus familiares, losvasallos de la Iglesia, el conde de la Mirandole que llevaba el estandarte papal dondelas armas de los Borgia se codeaban con las de san Pedro, los sacerdotes que llevabanel Santo Sacramento, el capitn general de la Iglesia, armado y encasquetado, queescoltaba el copn seguido por doce caballos blancos enjaezados de oro. Bajo unpalio dorado, forrado de amarillo y rojo, subido en un caballo blanco como la nieve,avanzaba mi padre ceido con la tiara del Papa. Ms majestuoso, ms digno quenunca, bendeca a la multitud que se apiaba a su paso y que lo aclamaba. Unaviolenta emocin se apoder de m, y no fui la nica en sentir su efecto.

    Qu mansedumbre en su gesto! exclam Adriana. Cunta nobleza en susfacciones, cunta generosidad en su mirada!

    Su prestancia tranquiliza y su presencia alegra dijo Julia, cuya miradarecorra la marea humana.

    Presagio de felicidad concluy mi madre secndose una lgrima. El propioMarco Antonio no fue recibido tan magnficamente por Cleopatra.

    Detrs de l venan setecientos prelados y despus los caballeros romanos, loscaballeros turcos, la guardia palatina con sus alabardas resplandecientes y, cerrando la

    marcha, las corporaciones con trajes ceremoniales. Diez mil caballos en esagigantesca cabalgata con un fausto y una pompa extraordinarios que seguamos enlitera como lo hacan las nobles damas de la alta sociedad.

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    En un camino con ms de tres millas de longitud, las casas estaban adornadas concolgaduras de terciopelo y de seda, y aqu y all se alzaban arcos de triunfo, unaschicas lanzaban flores y la gente agitaba banderillas a la gloria del nuevo pontfice:Roma era grande bajo Csar, ahora es ms grande: reina Alejandro VI; Csar era unhombre, l es un dios.

    Una sonrisa se perfil en mis labios, pero en mi interior arda el prfido arrollodel orgullo y la vanidad que interpret como un sentimiento muy justificado. En mientusiasmo, perda la modestia de rigor. Y el Todopoderoso encontr el medio decastigarme por esa falta de humildad. En la euforia que se apoderaba de m, lostmpanos latan y la cabeza me daba vueltas. El calor me sofocaba, el polvo meahogaba y el ruido me aturda. Cerca del castillo Saint-Ange, el retumbar de lasbombardas me hizo perder el conocimiento y me perd el intermedio de los judospresentando la Torah en un pupitre rodeado de cirios.

    A travs del bullicio sin embargo o la voz potente de mi padre. Ms tolerante quelos Reyes Catlicos, que los echaban de la Espaa reconquistada, les permiti viviren paz en las tierras de la Iglesia. Al entrar en San Juan de Letrn, de repente tuvouna indisposicin y me aterroric ante las palabras alarmistas de la asistencia. Unpoco de agua le hizo recobrar el sentido, y la jornada termin con el regreso triunfalal Vaticano que unos guardias a caballo iluminaban con sus antorchas llameantes.El 218. sucesor de san Pedro por fin poda descansar.

    Nuestra vida va a cambiar me dijo Adriana al llegar al monte Giordano.Por orden de tu Padre Santo vamos a mudarnos.

    Para ir adnde? Me preguntaba si haba decidido alejarme de l igual que habaordenado a mis hermanos permanecer lejos de Roma durante todas las ceremonias yno regresar hasta que l no les diera permiso. Petrificada de miedo, no pude dormir.Los pensamientos ms sombros me torturaban y quera irme rpidamente a Espaa.Si el Vaticano me quitaba a mi padre y me privaba de su amor, todava me quedabaotra oportunidad de ser amada, ganndome el corazn de mi prometido, don Gasparde Procida. Pero enseguida vino a atormentarme una pregunta: de ahora en adelanteera la hija del Papa. Acaso no iba a rechazarme?

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    F

    Capitlo III

    ue l quien vino a buscarme. Algunas semanas ms tarde, don Gaspar llegaba aRoma, escoltado por su padre y un pequeo ejrcito de aragoneses dispuestos apelearse si haca falta. Blandiendo el contrato de matrimonio, exiga su ejecucin. Laciudad reson con sus gritos. Me quera, me reclamaba y prorrumpa en grandesprovocaciones, declarando a quien quera orle que no cedera. Su honor estabamancillado y su orgullo insultado. Solicitaba audiencias que le eran denegadas. SuSantidad no cumpla sus promesas, clamaba a los cuatro vientos, se quejara de ello alrey Fernando[1] que apoyaba su causa y recurrira a todos los prncipes de lacristiandad. Multiplicaba sus amenazas, y debo confesar que eso me adul.

    Desgraciadamente yo no poda hacer nada, y el pobre chico vociferaba en vano. Unavez ms, mi padre haba cambiado de parecer y haba escogido otro marido para m.

    Su eleccin al trono pontificio me haba aureolado de prestigio, deca. La hija delPapa no se poda conformar con una alianza mediocre.

    Necesitamos una familia poderosa, aqu en Italia, capaz de apoyar a los Estadosde la Iglesia cuando nuestros intereses estn amenazados. Haban surgido diversaspropuestas de matrimonio. Yo era una persona codiciada, eran muchos los quedeseaban emparentarse con el Soberano Pontfice, tanto jefe de un Estado como

    pastor supremo. Incluso el propio rey de Npoles aspiraba a ello. Cada uno habarecibido una respuesta vaga que dejaba la puerta abierta a cualquier discusin. Y,mientras tanto, sin pedir mi opinin, se haba firmado un acuerdo que mecomprometa de por vida. Para protegerse de los apetitos de don Fernando, quepensaba anexarse algunas provincias pontificios yuxtapuestas a su reino e intrigabaen la sombra para conseguir sus propsitos, mi padre se haba aliado con el seor deMiln, Ludovico el Moro, prometindome a uno de sus sobrinos, Giovanni Sforza,conde de Cotignola y seor de Pesaro.

    En aquella poca se hospedaba en Roma, de incgnito, y slo sala por la nochepara evitar el riesgo que supondra un encuentro inopinado con el impetuoso Gaspar,que lo estaba acechando para matarlo. Toda la ciudad bulla en rumores ycomentarios. Se hacan apuestas y se rumoreaban cantidades desorbitadas. El espaolexiga una alta reparacin. Para que se fuera, deca, Su Santidad debera pagar elprecio. Este asunto dio lugar a todo tipo de rumores, ya que era la comidilla de laactualidad. Por primera vez, sin saberlo provocaba un escndalo. A lo largo de losaos, debera acostumbrarme a ver nuestro nombre mancillado sin cesar poralegaciones calumniosas, evocando el crimen, la lujuria y la simona.

    Por ahora, demasiado joven para intervenir, demasiado joven sobre todo paraentender las exigencias de la poltica y el peso de las influencias, me lamentaba de

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    esa nueva decisin de mi padre que anulaba mi viaje a las tierras de los Borja. Trashaber soado tanto con Espaa, sus jardines baados de luna, sus cantos lnguidos enlos huertos de naranjos y sus bailes endiablados en los patios de mrmol, habarecibido la orden de renunciar a ello.

    Haba imaginado palabras de amor murmurando el dulce nombre de Cherubino.

    Pensando en el temperamental Gaspar, haba sentido el fuego ardiente de un abrazo.Cuando vi a Giovanni, slo sent despecho. Con la nariz curvada, el labio inferiormetido para dentro y la frente exageradamente bombeada, no me gustaba nada. Mehaban permitido observarle discretamente desde lo alto de una galera que coronabael patio de entrada por donde deba pasar para ir a la sala donde le esperaba el SantoPadre. Ese primer examen me llen de furia.

    No quiero a ese hombre exclam al regresar a mis apartamentos. Es viejoy no es nada atractivo. Mi corazn no se ha estremecido. S que no podra amarle.

    La ta Adriana me tranquiliz rpidamente:Le has visto desde muy lejos y a hurtadillas.Cmo puedes opinar?

    Una vez ms, me explic las ventajas. El conde de Pesaro quiz me doblaba enedad, pero era viudo y no tena hijos. Yo deba darle la descendencia que deseaba. Serla condesa de Pesaro no sera desagradable. Es verdad que slo era un Estadofronterizo, situado a los confines de Romaa y Marcas, pero el lugar era encantadorcon su anfiteatro de verdes cerros que seguan la ribera y su castillo en lo alto quedominaba el mar Adritico.

    Al casarte con Giovanni concluy en un tono perentorio, entras en lailustre familia de los Sforza, que est dispuesta a favorecer los propsitos de tu padre.Le debemos mucho al cardenal Ascanio, que ha preferido unirse a nuestra causa y seha conformado con un cargo de vicecanciller. No lo olvides y obedece como debes.As expresamos nuestro reconocimiento.

    Con un gesto pronto, me cogi la barbilla y me levant el rostro. Clav sus ojosen los mos y aadi:

    La rueda gira como dice tan justamente tu madre. Tambin conoces mi

    lema: Dnde est el provecho, all est el honor. As que no seas tonta. Eres guapa,inteligente y cultivada. Con un poco de habilidad, puedes conquistar el poder de lainfluencia y contribuir a la grandeza de los Borgia. Nuestra familia tiene sus leyes yha de estar unida tanto en la gloria como en la adversidad.

    Respond con una expresin obstinada a esas grandes palabras que me conmovansin impresionarme. Julia pas su brazo rollizo por encima de mi hombro y me llevhacia un rincn de la habitacin para susurrarme a su aire, lejos de las sirvientasindiscretas:

    El matrimonio solo es una formalidad. No te impedir amar en total libertad siaparece un apuesto amante que te emociona. Y adems, ese Giovanni, despus detodo, tampoco est tan mal. Eres la hija del Papa. Es un honor para l casarse contigo.

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    As que lo tendrs a tus pies.Estuve de morros durante unos das y acab cediendo a la excitacin que reinaba

    a mi alrededor. Multiplicando sus seales de afecto, mi padre me haba regalado elpalacio de Santa Mara in Porticu, justo al lado del Vaticano, y cuya capilla privadacomunicaba mediante un pasadizo secreto con la Capilla Sixtina. Vena a verme

    constantemente y poda entrar en sus apartamentos siempre que me apeteciese. Meamaba con locura, in superlativo gradu, decan los cardenales enternecidos, y medejaba mimar sin pensar, feliz del buen entendimiento que reinaba entre nosotros.

    Como todas las princesas, tena mi Casa, un ejrcito de chambelanes, criados,sirvientas, camareras y damas de compaa. La ta Adriana diriga a todo estemundillo y Julia nos haba seguido al aceptar ser mi dama de honor. An no habacumplido los trece y, como todas las damas de calidad, tena una corte y slo medesplazaba rodeada de bufones y escoltada por mis animales favoritos.

    La eleccin de mi padre me haba catapultado a la primera lnea de la escenamundial, y pasaba la mayor parte de mi tiempo actuando. Mi apariencia adquiri talimportancia que dedicaba horas a mi aseo. Es una costumbre que conserv a lo largode los aos. Una mora venida de Berbera me baaba cada maana, me haca unmasaje por todo el cuerpo con aceites perfumados, me peinaba mi larga cabelleraclara, con ese biondo que haca furor, la trenzaba con flores y perlas, o simplementela cubra con una redecilla de oro que centelleaba alrededor de mi frente como untocado de luz. Otra sirvienta, la primavera camarera, me esperaba en la habitacin.Encargada de mi guardarropa, Penthesilea me ayudaba a vestirme en funcin delprograma de actividades. A veces me llegaba a cambiar de ropa cuatro o cinco vecesen un da.

    Cada tarde, entre Adriana y Julia, reciba los respetos de numerosos visitantes. Sehaba extendido el rumor de que tena el corazn del Papa en mis manos. Intentabanagradarme y al mismo tiempo atraer mi benevolencia para con la legitimidad de unasolicitud que depositaban en la urna instalada para estos efectos a los pies de mibutaca. Escuchaba con atencin y contestaba de manera sencilla, sin desalentar:

    Haremos de l un cardenal Velaremos por sus intereses Recomendaremos

    a su parientaEspiaban todos mis gestos y juzgaban mis rplicas. Saba sonrer cuando era

    necesario, y jams perda la espontaneidad de la infancia que me permita desarmar alas mentes retorcidas o mal intencionadas. Esos juegos de civilidades me recordabana las comedias de Plauto tan queridas por mi maestro de filosofa, y me divertantanto que me hacan olvidar al apagado Giovanni al que me haban prometido. Nohaba regresado y nadie hablaba de l. Incluso cre que mi padre me haba encontradootro prometido cuando o que un conde de Prada era el nuevo pretendiente. Pero fue

    una jugada, para llevar las cosas a buen trmino. La esperanza de Espaa, apenasresucitada, se desmoronaba para siempre. El 2 de febrero de 1493, se firm un acta dematrimonio en el Vaticano en presencia del cardenal Sforza y del embajador de

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    Miln. El procurador de Giovanni me puso un anillo en el anular. Mi suerte estabadefinitivamente echada. Condesa de Pesaro sera.

    La noticia se extendi por Roma. Las visitas se multiplicaron. Seores,plenipotenciarios, damas de la nobleza acudieron para felicitarme. Una multitudelegante llenaba mis salones, mientras en mis apartamentos desfilaban los

    proveedores de las cortes principescas. Mi padre haba dado la orden de enriquecermi ajuar, y me llevaban una cantidad de maravillas importadas de varios rincones delmundo. Martas cibellinas de Rusia, gatos de Espaa, telas de Reims, bordados deInglaterra, sedas de China, terciopelos y brocados de Florencia o VeneciaMontones de perlas, diamantes, rubes, esmeraldas, amatistas se aadieron a lassortijas y brazaletes, broches y collares que ya llenaban mi joyero.

    Ninguna reina del mundo posee tantas maravillas deca Julia deslumbrada.Otros regalos llegaban cada da y me dejaba embriagar por la magia que nos

    envolva. El matrimonio era sin duda alguna el ms bonito de los cuentos, y llegu asoar con Giovanni como si fuera un prncipe azul aunque no haba podido apreciarni la prestancia ni la belleza puesto que lo haba visto desde tan lejos Quocurrira despus de la fiesta? Me negaba a pensar en ello. Teniendo para m que mehacan dao, prefera imaginar que nunca habra noche de bodas, y que no se habacasado antes de hacerlo conmigo con esa Madeleine de Gonzague muerta con su bebal dar a luz.

    El 9 de junio, entr en Roma por la Porta del Popolo. Csar y Juan fueron a suencuentro as como el Sagrado Colegio y numerosos plenipotenciarios. El inmensocortejo que lo llevaba al Vaticano, donde le esperaba mi padre, deba pasar pordelante de mi palacio para que el ilustre seor de Pesaro pudiese presentarme susrespetos. Por fin iba a verlo a la luz del sol y slo tema una cosa, no gustarle. Ahorabien, desde la maana me haba confiado a las hbiles manos de las sirvientasdirigidas por la voz tranquila de Adriana, y no haba dejado nada al azar paramostrarme bajo mis mejores encantos. Los murmullos de admiracin de misallegados deberan haberme reconfortado, pero me entretena ante el espejo paraasegurarme por ltima vez de la imagen que le iba a mostrar. Mi vestido de terciopelo

    carmes bordado con galones de plata haca resaltar la palidez de mi tez y la blancurade mi pecho. Lo encontraba muy menudo, este pecho naciente. Un collar decrisopacio subrayaba la esbelta lnea de mi cuello y me detuve sobre la de loshombros, que me parecan muy enclenques en la rigidez de mi traje. Mi largacabellera ensartada de perlas y piedras preciosas ocultaba su dbil consistencia. Escierto que al conjunto no le faltaba ni magnificencia ni elegancia, pero era losuficientemente mujer para seducir a ese hombre de veintisis aos con el que me ibaa casar? Tendra la delicadeza suficiente para ensearme a amarle?

    Un estruendo de trompetas, pfanos y tambores me puso en alerta. La cabalgata seanunciaba. Me dirig a la logia de honor en el primer piso del palacio. La plaza estaballena de gento y acuda gente por todas las callejuelas. Una ovacin me acogi y de

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    repente se hizo el silencio. Apareca la cabeza del cortejo. Escuderos y pajes abrancamino en medio de la multitud que se apartaba a su paso. Entre Juan, rutilante contodas sus joyas, y Csar, ms severo en su traje episcopal, vi a mi prometido vestidocon un jubn de ceremonia realzado con un magnfico collar engastado condiamantes. Mis hermanos retuvieron a su montura y Giovanni puso su caballo al paso

    para avanzar hasta m. Me fij en su cintura delgada, su cabello rizado, su barbaondulada que subrayaba una nariz menos curva de lo que pensaba, sencillamenteaguilea. En cuanto a la frente demasiado abombada, el gorro la esconda. Tenabuena prestancia y mi corazn se puso a vibrar cuando, clavndose sus ojos colorcastao en los mos, se alz sobre los estribos para saludarme con gran educacin, loque caus muy buen efecto. Como lo prevea la etiqueta, le di las gracias medianteuna sonrisa acompaada de una reverencia. Los adoquines crepitaron en unaexplosin de charangas. Mi futuro marido entr solemnemente en el Vaticano, y sal

    de la logia con el corazn alegre tras este primer encuentro. En la mirada deGiovanni, tan inquieta como la ma, haba brillado una pequea llama. Le gustaba, yano dudaba de ello, y esper con euforia el da de la boda. Los astrlogos la habanfijado cuidndose de evitar el mircoles, nefasto entre todos, segn el clebre dichoque haban evocado:

    La esposa del mircoles es peor que la helada, lleva a su marido a la ruina,y no goza tras la cortina[2].

    Fue un sbado. El 12 de junio, por la maana temprano, las sirvientas vinieron aengalanarme bajo la mirada atenta de Adriana que se cuidaba hasta del menor detalle.Los ornamentos de pedrera sobre el vestido de brocado ndigo, el collar deesmeraldas, la diadema sobre los cabellos sueltos y el abrigo tejido de oro fijado a loshombros. Anunciaron al duque de Ganda, y Juan apareci. Vena a buscarme para laceremonia. Vestido con larga tnica de oro bordada con perlas, y recargada de piedraspreciosas, pareca un dios y me exclam admirada. Con un mohn encantador, me

    cogi por la cintura y puso sobre mi pecho sus labios sensuales que murmuraban:Qu buena pareja formamos. Por qu no soy yo el marido? La buena nocheque te hara pasar!

    Cuando se trata de elegancia, nadie te supera, seor duque. Pero te gustademasiado el placer. Qu haces con la moral?

    No se habrn olvidado de ensermela?Ya no hay tiempo para bromear intervino Adriana. A Su Santidad se le va

    a acabar la paciencia. Venga!Situndose a mi izquierda, Juan me ofreci el brazo en el que puse mi mano, y

    nuestro cortejo sali de Santa Mara in Porticu. Doce pajes nos precedan, vestidoscon largas tnicas en gamuza moteada. Sobre la alfombra de yaros gigantes queatravesaba la plaza como un largo camino hasta la puerta del Vaticano, me esforzaba

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    en caminar majestuosamente sin tropezar bajo el peso de la cola de cuatro metros quellevaba una joven esclava negra. Detrs de m avanzaban Julia, Adriana, Battistina deAragn y ms de ciento cincuenta damas de alto linaje vestidas con sus mejoresgalas. Miles de personas, que haban acudido desde el alba, nos miraban en silencio,cautivadas ante tanta magia.

    Haba mucha gente en los pasillos del Vaticano, as como en los salonesdecorados de frescos inacabados de un tal Pinturicchio; tapices de seda cubran lasparedes bajo las pinturas, y los suelos de mrmol desaparecan bajo las alfombras deOriente. Ante la puerta de la sala de ceremonias, Juan se apart para dejarme entrar.La asistencia call y slo vi a mi padre con roquete y muceta de satn, rodeado pordiez cardenales con capa escarlata. Una bocanada de alegra me anim y avanc hacial con paso ligero, ignorando los centenares de ojos que me atravesaban: el ColegioSagrado, los embajadores y los plenipotenciarios, los Orsini, los Medici, los Colonna,

    el seor de Miln, su familia al completo, y todos los Borgia. Csar estaba al lado deltrono, el rostro sombro y la mirada fra. Juan se haba unido a l, as como Jofre,muy engalanado. No muy lejos de ellos, detrs, estaba mi futuro marido vestido deturco al estilo francs, como lo dictaba la nueva moda lanzada por el prncipeDjem. Sobre su tnica de oro encaonado, reconoc el bonito collar engastado condiamantes. Ms tarde me enterara de que no era suyo, sino de su antiguo cuado, elmarqus de Mantua.

    Respetando las reglas de la etiqueta pontificia, bes la mula de mi padre, as comoa las damas de mi squito. Slo entonces, Giovanni vino a arrodillarse a mi ladosobre los cojines de terciopelo dispuestos para nosotros al pie del trono. Miraba alsuelo, intimidado. Tend mi mano hacia la suya para reconfortarlo, y la retirenseguida por temor a haber hecho un gesto osado que se interpretara mal. La sonrisade mi padre lo aprob.

    Ofrece tu mano murmur. Tienes nuestro permiso.Se me enrojecieron las mejillas cuando sent contra la ma la piel de ese hombre

    que iba a convertirme en mujer. En el camino tortuoso del amor haba dado el primerpaso y volaba cndidamente hacia mis sueos de felicidad. La voz del notario me

    hizo bajar a la tierra. Haba avanzado para hacer las preguntas rituales:Ilustre seor, pienso que conservis en memoria el reciente contrato establecido

    entre la ilustre dama Lucrecia Borgia, aqu presente, y el seor Nicolo que actuaba envuestro nombre. Recordis los trminos de ese contrato, la cifra de la dote y los otroselementos. No me parece necesario volverlos a leer aqu. Consents respetar esecontrato segn su tenor y espritu?

    Lo tengo bien presente en la memoria respondi Giovanni. Lo acepto yme comprometo a seguirlo.

    Girndose hacia los cardenales, el notario les rog que fueran testigos de laceremonia que iba a realizarse, y despus se dirigi otra vez a Giovanni:

    Ilustre seor, consents en tomar y tomis como legtima esposa y mujer a la

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    ilustre dama Lucrecia Borgia, aqu presente? Y prometis tratarla como vuestradama y esposa legtima?

    S quiero, con muy buena voluntad dijo con una voz fuerte.A la misma pregunta, yo simplemente respond:S quiero.

    Entonces mi padre entreg las alianzas al obispo de Concordia[3], que se arrodilla nuestro lado para colocarlas en nuestros dedos mientras el capitn general de laIglesia mantena su espada sobre nuestras cabezas. Un discurso sobre la santidad delmatrimonio seguido de un himno a varias voces puso fin a la ceremonia y sal de lasala del brazo de mi esposo. Esta vez estaba hecho, ya era la condesa de Pesaro.Sobre el papel ciertamente, pero cul sera la realidad? Cmo iba a imaginar sobretodo que de este primer matrimonio iban a hacer nacer las peores calumnias y que mellenaran de amargura cubrindome de vergenza?

    Por ahora, era momento de divertirse. La fiesta durara hasta el alba. Una grannoche de jbilos como mi padre saba organizarlos: escenas de comediaseleccionadas por Pomponius Laetus en Los menecmos de nuestro querido Plauto,declamaciones de poemas del famoso Serafino Aquilano, intercaladas conintermedios musicales compuestos por el maestro de capilla Josquin des Prez, muyaplaudido por su ltima frottola, Grillo bon cantoreque todo el mundo tarareabadegustando golosinas. Y despus vino el festn en la sala de los Pontificios dondecardenales y embajadores tenan a su lado las ms nobles damas de la sociedad.

    Tras los postres, se distribuyeron los regalos: piezas de orfebrera magnficamentetrabajadas para ornamentar los aparadores y el tocador, vajillas de plata o de bermejoa las que se unan piezas de tejidos preciosos y algunas joyas. Daba las gracias a cadainvitado, extasindome ante la belleza de su regalo. Por fin aparecieron msicos consus violas, pfanos y tamboriles y bailamos hasta la madrugada, slo entre damas,gallardas, courantes y minus. Era mi primer baile y me divert como nunca,Giovanni rea de mi exuberancia y me embriagaba con su alegra que me colmaba defelicidad.

    El alba blanque el cielo, apagaron las velas, haba que cumplir el ltimo acto. En

    la habitacin nupcial de Santa Maria in Porticu, mi padre, el cardenal Ascanio y la taAdriana, rodeados por algunos prelados, siguieron la tradicin de las bodasprincipescas, de ver cmo nos metamos en la cama. Doblaron las sbanas y pudieroncomprobar que estbamos desnudos, al menos hasta la cintura, puesto que el restoestaba pdicamente cubierto. Bajo sus miradas atentas, Giovanni se gir hacia m,estrech mi cuerpo contra el suyo y pos sus labios sobre los mos. Satisfechos con loque vean, nos desearon buenas noches y se retiraron tras haber corrido lascortinas. La puerta se cerr. Entonces, Giovanni salt sobre la alfombra. Me

    encontraba sola en la cama.Finita la comediaexclam cubrindose con la camisa. No temas, pequea

    Lucrecia, no te har dao. Su Santidad me ha hecho prometer no consumar el

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    matrimonio. Esperar a que se afirme ms tu madurez, y guardaremos el secretosobre este matrimonio blanco[4].

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    D

    Captulo IV

    urante los dos meses que siguieron, Giovanni tuvo la cortesa de comportarsecomo un marido enamorado. Sus apartamentos comunicaban con los mos, y serespetaron las apariencias. Nadie poda imaginar que dorma sin l tras las cortinas demi cama. Es verdad que, en aquel momento, sent despecho. Incluso me decepcionverle obedecer sin rebelarse a las rdenes de mi padre; pero las rdenes del Papatienen fuerza de ley, y nadie puede incumplirlas. Ahora bien, podra habermanifestado amargura, descontento a falta de una furia indecorosa. Estaba furiosa porel poco inters que tena hacia mi persona, y estaba aburrida de este cuerpo apenasnbil, incapaz de despertar el deseo. Porque si hubiese tenido ms curvas, como Julia,

    no me habra dejado sola llorando sobre mi almohada.Menudo chasco la noche de bodas! Por qu me haban casado tan temprano si

    estaba prohibido consumar? Y sobre todo, por qu mi padre, normalmente tanfranco, no me haba explicado lo que iba a pasar? Por qu me haba dado un espososi me retiraba al mismo tiempo el derecho de ser verdaderamente su esposa? De qunaturaleza era su amor, afirmado en la ostentacin, que me impona tal humillacin?

    Mis decisiones son el fruto del saber deca a menudo con su voz dulce.As, durante mi infancia, haba domado ms de una vez mis reticencias y me

    haba enseado a doblegarme como estaba escrito en los Evangelios. Resignacin delCristo ante el Padre Eterno, humildad de la Madona ante el arcngel Gabriel.Atrapada por todos estos pensamientos que me torturaban, acab por dar con uno queme reconfort y me permiti dormirme con el corazn sosegado: mi cuerpo no habapadecido ningn desgarro y los misteriosos secretos del amor todava estaran pordescubrir, cuando Giovanni por fin viniese a honrarme.

    Por ahora, iba y vena con expresin de atareado. Mi padre le haba encargadoreconstituir el ejrcito pontificio. Condottiereal servicio del Serensimo, saba donde

    enrolar para asegurar la defensa del Vaticano. Corra el rumor de que iba a haber unaguerra entre Francia y Npoles, y eso impona la diplomacia para asegurar laseguridad. Situados entre dos fuegos, los Estados de la Iglesia podran ser invadidos,y las fortalezas deban prepararse para resistir. sa era la nueva misin de mi maridoy cuando regresaba de sus complicados viajes, me encargaba de divertirle con untorbellino de festines y fiestas donde se ignoraba la poltica.

    Mostraba una educacin exquisita hacia mi persona. Se tornaba la molestia deestar a mi lado cuando saludaba a nuestros invitados y me segua cuando me retirabaa mi habitacin. Permaneca all un rato y conversaba galantemente conmigomientras las sirvientas me ayudaban a desvestirme. Julia me haba explicado algunossecretos para despertar el deseo de un hombre y me diverta provocndolopasendome del tocador a la gran cama forrada de brocado, con la cabellera

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    desplegada como una hopalanda sobre el velo difano de mi camisn. Iba apercatarse de que mi cuerpo tena ms consistencia, de que mis pechos vibraban deimpaciencia, de que mis caderas se haban redondeado y de que mis labios sedesesperaban al no ser devorados? Cuntas golosinas me haba tragado para que meconsiderase ms mujer y me estrechara contra su piel desnuda de la cual conservaba

    el vrtigo! Lo observaba de reojo, acechando en su mirada un poco del ardor queencenda los bellos ojos negros de Juan. A principios de agosto, crea que habaconseguido mi objetivo cuando, a la hora de ir a dormir, despidi a las sirvientas y seacerc a m, con la expresin turbada. Esper, estremecida, pero al or las primeraspalabras, mi corazn se hel:

    Debo despedirme, querida Lucrecia. Me reclaman en Pesaro. Mi ausencia hadurado demasiado.

    A punto de desfallecer, exclam:

    Giovanni, no me llevas contigo?Su Santidad me permite volver a mis Estados, pero sin ti.La indignacin me reanim y se me encendieron las mejillas.Es imposible. Soy tu esposa y debo seguirte. Se lo ir a decir en cuanto se

    levante.A lo mejor tendrs mejores argumentos que yo para convencer a tu padre y

    venir a reunirte conmigo ms adelante. Me marcho maana al alba, las rdenes estndadas.

    Muy deprisa se inclin para rozarme la frente con los labios y cruz la habitacinapresuradamente. Me abandonaba como un cobarde. De qu tena miedo? Con unavoz helada, le pregunt:

    Qu es lo que te hace huir, la peste o el aburrimiento hacia mi persona?Se qued petrificado y contest sin girarse:Es cierto que la epidemia amenaza. No me lo tengas en cuenta, Lucrecia,

    volver en cuanto pueda.El ruido de sus pasos se alej por los pasillos, y me qued petrificada al borde de

    la cama. Epidemia? Como mucho haba unos pocos casos aislados. La enfermedad

    reapareca cada verano con el calor insoportable y arrasaba en los barrios insalubresde Roma. Durante mi infancia haba conocido situaciones ms preocupantes. Mimadre entonces nos llevaba a Subura, a la frescura de sus cerros plantados de pinosque purificaban la atmsfera.

    Es un mal pretexto murmur moviendo la cabeza.La verdad era otra bien distinta, lo presenta. El plazo de la prohibicin haba

    vencido. Acaso esta partida precipitada no era la negacin de consumar? Lasiguiente pregunta que me vino a la mente era ms violenta. Por qu se evada? Era

    mi incapacidad para seducirle o su temor de no poder cumplir? Le habra paralizadola muerte de su primera esposa al dar a luz hasta tal punto de haberle dejadoimpotente? En mi familia tenamos la sangre caliente, y vea con tristeza que mi

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    marido no tuviese nada de un uomo carnale, a la manera de mi padre y de Juan.Muy temprano, me adentr por el pasillo secreto de la Capilla Sixtina y me hice

    anunciar en los apartamentos del Santo Padre. Se levantaba antes que el sol y sepona a trabajar con los primeros rayos de luz en su ventana. No le sorprendi mivisita y me acogi con las muestras habituales de su cario.

    Mi querida hija necesita consuelo. Adivino en tu cara deshecha lo que vienes adecirme.

    Con sus fuertes brazos, me estrech contra su pecho y su voz acariciadora me dioms seguridad para hablar:

    Su Beatitud me prohbe seguir a mi marido, y me convierte en la msdesgraciada de las mujeres. Mi mayor deseo es reunirme con l lo antes posible.Imploro su permiso.

    Me solt y retrocedi fulminndome con su mirada todopoderosa:

    Quieres abandonarme ahora que nuestro querido hijo, el duque de Ganda, nosdeja? Jams! Jams!El tono se suaviz cuando aadi:Esta separacin me destroza, eres la nica que puede consolar mi dolor. Y

    adems te necesito, Lucrecia, para recibir con dignidad, como tan bien sabes hacerlo.Dentro de poco llegar una embajada del rey de Npoles que me ofrece una alianza.Y los enviados del rey de Aragn han llegado a bordo de la carabela real. Se llevarna Juan hacia nuestra querida Espaa donde se prepara la boda con una prometida quese impacienta.

    Vais a separarlos pronto, como hacis hoy conmigo?Se sobresalt, y despus me volvi a estrechar entre sus brazos. Hundi la mano

    en mi pelo, como haca antao, y su voz recuper las tiernas ondulaciones del pasado:Esta bella frente alberga oscuros pensamientos que debemos ahuyentar cuanto

    antes. Giovanni volver. Te ama y te echar de menos. Veo que t tambin lo echasde menos, pero estoy aqu para protegerte y asegurarme de tu felicidad. Sigues siendoel tesoro de mi corazn, ya lo sabes.

    Una vez ms, me haba domado. Las ltimas palabras me tranquilizaron y me

    retir tras haberme arrodillado dcilmente para recibir su bendicin. Regres a misapartamentos dicindome que no tendra tiempo de aburrirme. Se haban anunciadotantas fiestas que los das pasaran volando y ni siquiera tendra tiempo de contarlos.

    Juan parti el 4 de agosto, llevando en sus bales una gran cantidad de joyas ytejidos preciosos para doa Mara Enrquez, su futura esposa. Lo envidiaba porrealizar el viaje con el que yo tanto haba soado. Valencia, Ganda, Jtiva, y luegolas cortes de Castilla y Aragn, todo lo que podra haber descubierto en compaa deCherubino o Gaspar. Mi destino segua otro camino. No haba dejado Roma, era la

    condesa de Pesaro y esperaba pacientemente a Giovanni albergando la esperanza deconocer pronto las costas soleadas de su pequeo reino a orillas del Adritico.

    Doce das despus, Jofre tambin obtuvo su celebracin. En la sala del trono del

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    Vaticano, se cas por procuracin con la nieta natural del rey de Npoles, doaSancha de Aragn. sta, con diecisiete aos mientras mi joven hermano slo tenadoce, debera esperar un poco antes de consumar. Decan que era muy bella y Jofreresplandeca de vanidad. Mediante este matrimonio sobre el papel, se converta en elprncipe de Squillace y conde de Cariati. Como Juan, entraba en la familia de Aragn.

    Era una alianza que honraba a los Borgia y le otorgaba a mi padre una gran baza en eluego de su poltica que yo an no poda entender. Me importaba verle feliz, y lo era.

    Mi padre, tal como se lo haba prometido a nuestra madre, haba establecido a sushijos, y les haba asegurado un porvenir glorioso. El ltimo al que deba atender era acsar. El 20 de septiembre, fue nombrado cardenal y recibi, adems de susobispados, el de Valencia. Tena dieciocho aos y posea a partir de ese momentounos ingresos que le permitiran vivir como el hijo de un gran prncipe en su casa delTrastevere.

    No fui la nica que se alegr de ese acontecimiento. Entre los diez candidatosrecientemente elegidos, tambin estaba el hermano de Julia, Alejandro Farnesio, y untal Hiplito de Este, el cadete del duque de Ferrara, por el cual Adriana habaprometido ejercer su influencia. Ambas se atribuan el mrito de estas nominacionesque consideraban un triunfo personal, y lo declaraban con orgullo:

    He aqu nuestro poder, el poder de la sombra, del cual toda mujer puede usar yabusar si posee inteligencia y habilidad.

    La sombra de la oficina o la sombra de la alcoba, eso me daba qu pensar. Guardla leccin en la memoria y no iba a tardar a ponerla en prctica.

    Por ahora, slo tena una ilusin, reencontrarme con Giovanni y conocer lalanguidez que vea en la mirada de Julia. Ella tambin estaba lejos de su marido, perono se quejaba mucho de la soledad. Aunque Orso visitaba demasiado a menudo sufeudo de Bassanello donde mi padre le confiaba tareas militares, tena consigo unaprueba de su amor, una pequea Laura de la que yo tena envidia. Cuntas veces laestrech entre mis brazos atribuyndole el poder de un talismn! Ser amada y tenerun hijo era la felicidad suprema a la que aspiraba. Cuntos dramas y tragedias antesde que se me permitiese acceder a ello!

    Eran finales de septiembre y mi padre irrumpi en mis apartamentos.Debemos hablar me dijo con expresin preocupada.Desped a mis damas. En cuanto estuvimos solos, me pregunt.Giovanni ha cumplido su deber conyugal antes de marcharse?Acaso Vuestra Beatitud no se lo haba prohibido? Os ha obedecido, con gran

    despecho por su parte.Quera asegurarme de ello, porque ha tenido la audacia de reclamarme los 5000

    ducados para reembolsarle sus gastos de la boda. Si quiere ese dinero, debe regresar y

    comportarse contigo como es debido.Se sac del bolsillo la carta recibida de Pesaro y aadi:Por una ofensa as, tendramos derecho a anular el matrimonio. Pero l te

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    importa y, por amor a ti, le dejamos una oportunidad. Le hemos contestado que deberegresar entre el 10 y el 15 de octubre, que por esas fechas el aire ya no ser malsano,la peste habr desaparecido, y podr cumplir con sus obligaciones conyugales. Sloentonces le pagaremos sus gastos con el importe de la dote y, si regresa

    inmediatamente, le ofreceremos otros suplementos[1].

    Se retir farfullando con expresin de furia:Sacar dinero por un fruto intacto al que a tantos otros les gustara saborear!Aterrada, no saba qu decir y me retorca las manos de vergenza. El matrimonio

    slo era un asunto de dinero, y me haba equivocado al creer en el amor.El placer me haba dicho Juan, eso es lo que importa por encima de todo.Si un apuesto amante te emociona, cgelo con toda libertad me haba

    aconsejado Julia. Amor y matrimonio pocas veces coinciden.El poder de la sombra repeta Adriana.

    Qu deba hacer, qu deba pensar? Acaso slo era una mercadera de la cual sediscuta el mejor precio? El asco me oprima el pecho y el mareo se apoderaba de m.Ahora bien, me negaba a ennegrecer a Giovanni por temor a renegar de m misma yborrar en mi corazn cualquier esperanza de conquistar su amor. Esper su regreso ysus explicaciones.

    A finales de noviembre, regres discretamente a Roma y se desliz con expresinincmoda en mis apartamentos. Le salt al cuello llorando de alegra. Alentado pormis efusiones, me ech sobre la cama y me convert en mujer en algunos segundos, el

    tiempo de pegar un grito y or sus suspiros. No haba sentido placer alguno y medorm pensando que todo ira mejor la prxima vez.Tras varios intentos, tuve que rendirme ante la evidencia. Giovanni no estaba

    dotado para la voluptuosidad. Cumpla con su deber con mtodo y regularidad, comoel buen militar que era. Una brevedad desconcertante que exclua el refinamiento delas caricias, esa embriaguez de los sentidos hasta el extremo que otro hombre merevelara cuatro aos despus. Mi marido no era un buen amante, pero tena unaamabilidad que me conmova. Tambin tena los nervios sensibles, le faltabaseguridad y se preocupaba por nimiedades. Mi padre lo aplastaba, Csar lo dejaba

    helado; vena a refugiarse en mi habitacin y yo lo consolaba. Es cierto que losBorgia no eran personas fciles de tratar, y el Sforza sufra al no ser considerado. Sinembargo, me distraa y su presencia era necesaria para poder aparecer en sociedad.Sin esposo, una dama no poda ser invitada. Y las recepciones abundaban en este finde ao. Se march despus de Navidad prometindome regresar:

    Aqu ocurren cosas muy extraas, querida Lucrecia, y es necesario quehablemos, pero fuera de estas paredes. Tienen odos.

    A principios de febrero, regres y se puso a recorrer los pasillos del Vaticano

    donde circulaban noticias inquietantes. El rey Ferrante acababa de morir y su hijoAlfonso, prncipe de Capua, le haba sucedido. Pero el rey de Francia, Carlos VIII,protestaba y levantaba las armas. En su calidad de heredero de la casa de Anjou,

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