Goethe - Herman y Dorotea

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    V.

     

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    ú

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    - A .

    -

    a

    ^

    / T B

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    Esta novela

    y

    las que componen la colee*

    clon se hallan venales en las librerías

    siguientes»

    Valencia.

    Madrid...

    Toledo....

    Cuenca....

    Cadi-í

    Sevilla....

    Granada.

    Cordoba..

    Jaen

    Málaga....

    Badajoz...

    Salamanc

    Corulla . . .

    Santiago.

    Burgos....

    Valladol..

    Bilbao

    Vitoria...

    Santand..

    Cabrerizo.

    Calleja.

    Hernandez.

    Feijóo.

    Hortal.

    Hidalgoyc*

    Puchol.

    Berard.

    Carrion.

    Carreras.

    Passini.

    Blanco.

    Calvete.

    Homero.

    Villanueva

    Boldan.

    García.

    Barrio.

    Iticsgo.

    Pamplon. Longás.

    Zaragoza.

    Polo.

    Calatayud Larraga.

    Barbastro

    Lafita.

    Barcelona

    Sierra.

    Tarragon. Berdeguer

    Tortosa... Puigrubi.

    Reus Sanchez.

    Murcia....

    Benedilo.

    Orihuela. Berruezo.

    Alicante.

    Iticr.

    Cartagen.

    Benedito.

    Palma Guasp.

    Cáceres...

    Burgos.

    Oviedo....

    Longoria.

    Orense.... Pazos.

    Ferrol

    . . . . .

    De

    Tejada

    Habana...

    Jlamos.

    Pueito-Kic-Echeveste,

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    ( /

    , < i < / { i V t < -

    < r . < / /

    , r . K v ; r < K t

     

    P a g . .

    I ' ' '

      / . . . . . . -

    * . w / . - /   . • ■ ■ •

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    HUE

    4

    W

    POEMA

    ALEMÁN

    2M

    aiebvt

    ^ o j ' í l j c .

    Publícala

    en español

    TERCERA EDICIÓN.

    Ssfrt&KCtrtj

    IMPRENTA

    DE CABRERIZO.

    1842.

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    BIBLIOTia£C

    Steat8bibliplhek„.

    Münclien :h

    Es

    propiedad de

    la casa

    de Cabrerizo.

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    ^©WlílTEffíl]© ^

    El

    traductor

    de

    eíte

    poe

    ma, tan

    conocidoy

    aprecia

    do

    en

    Alemaniay

    en Fran

    cia

    , ha procurado

    ser fiel

    en

    todo

    ,

    no

    solo

    al

    sentido

    de la traduccion

    de Bitau-

    be,

    reconocida por exacta,

    sino

    aun al mismo

    jénero

    de

    estilo

    ;

    persuadido á que

    en

    la

    noble

    sencillez

    de

    éste, consiste el principal

    mérito de las

    obras

    del

    ini

    mitable Goethe. Si ha sido

    feliz

    en

    su

    trabajo,

    toca

    al

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    público y á los literatos que

    conocen el orijinal decirlo:

    y

    entre

    tanto

    solamente

    re

    clama su indulgencia ,

    y

    para

    precaver alguna

    críti

    ca infundada, advierte que

    por

    poderosos

    motivos

    ha

    tenido que

    suprimir

    algu

    nos trozos, no convenien

    tes á nuestras

    costumbres,

    y

    alterar

    levemente

    el

    prin

    cipio

    del canto

    sexto.

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    ©©&§>^1&<

    CANTO

    PRIMERO.

    El

    infortunio

    compadecido.

    ll o, jamás

    v i tan desiertas

    ni estas

    calles,

    ni este merca

    do;

    parece

    una

    ciudad

    aban

    donada y como

    muerta

    ; no

    quedan, á mi parecer, cin

    cuenta

    de sus

    moradores.

    ¡Cuanto

    puede

    l a curiosidad

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    ¡todos

    van, todos corren á ver

    e l t r i s t e

    espectáculo

    de

    esos

    prófugos

    infelices:

    desde

    aqui

    hasta

    l a

    calzada por

    donde de

    ben pasar,

    hay una

    leguecita,

    y l a

    andan en

    medio del dia

    y

    entre

    e l

    ardiente

    polvo

    del

    camino

    No dejaria yo

    mi

    asiento para

    ver

    l a desgracia

    de

    ese

    pobre

    pueblo ,

    que

    abandona

    ¡ay

    con

    lo que

    pudo salvar, l a

    otra o r i l l a

    tan

    hermosa del Rhin, y viene á

    nosotros vagando por

    e l

    di

    choso

    recodo

    y l a s

    sinuosi

    dades

    de

    este

    valle

    florecien

    t e . Digna eres de alabanza, ó

    mujer

    mia, y fue

    una mues

    tra

    de

    tu

    bondad, enviar á

    nuestro

    hijo

    para

    repartir

    á

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    esos

    desdichados nuestro

    lien

    zo

    usado,

    alimentos y bebi

    das;

    porque

    dar,

    a l

    f i n ,

    es

    obligacion del r i c o . . . .

    —¡Que

    bien gobierna nuestro Her

    man,

    y

    como

    va

    sujetando

    nuestros

    fogosos

    caballos

    El

    cochecillo recien fabricado,

    parece muy lindamente : y

    cuatro

    personas,

    sin e l coche

    ro sobre su pescante, pueden

    i r

    en

    e l

    cómodamente

    senta

    das.

    ¡Cuan Jijeramente

    rueda

    y va dando l a vuelta á l a ca

    l l e Asi

    hablaba

    con su mu

    jer

    e l

    patron

    del

    Leon

    de

    oro ,

    descansando junto a l

    mercado, á l a

    puerta

    de su

    casa, y dejándose llevar del

    hilo de sus ideas.

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    IO

    —Amigo

    mio, responde

    su económica compañera,

    no

    gusto

    comunmente

    de

    prodi

    gar l a ropa que

    desechamos,

    porque puede ser ú t i l

    t a l

    vez,

    ynecesitaríamos volver á com

    prarla;

    pero

    hoy,

    cuando

    sen

    t í hablar de niños

    y

    ancianos

    desnudos, di

    con

    tanto

    placer

    mucha parte de l a s mejores

    camisas y sábanas ¿Me per

    donas?

    Tambien

    tu

    armario

    ha contribuido, y particular

    mente he

    dado

    tu bata

    del mas

    esquisito algodon, y aquella

    indiana

    de

    flores,

    forrada

    de

    lana f i n a ; era

    ya antigua,

    usa

    da, y

    fuera de

    toda moda.

    El vijilante patron se son-

     e; y—Siento, dice, no

    obs

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    II

    tante, un poco

    esa

    bata, y

    esa

    indiana

    de esquisito a l

    godon;

    no,

    no

    l a

    hallaremos

    igual;

    pero a l f i n , ya no

    l a

    l l e v a b a . . . .

    Ahora

    ciertamente

    es preciso

    presentarse

    con

    l e

    vita

    y

    b o t a s . ,

    porque

    ya

    se

    han

    desterrado l o s gorros y l a s

    chinelas  

    —¡Ah por esta parte, in

    terrumpe ella, vuelven algu

    nas

    jentes de l a s que fueron

    á

    ver

    á l o s fujitivos; s i n du

    da han

    pasado

    todos.

    ¡Como

    traen

    l o s

    zapatos blancos de

    polvo

    ¡que

    inflamados

    vie

    nen, y

    como

    se enjugan

    el

    sudor con l o s pañuelos No,

    en verdad, no i r i a

    yo tan l e

    jos,

    en l o mas

    caluroso del

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    12

    dia, para

    presenciar

    una es

    cena

    que

    a f l i j i r i a

    mi

    corazon;

    me contentaré

    con

    oír lo que

    cuenten.

    ¡Que

    rara

    vez, esclama

    el

    patron con

    tono de segu

    ridad,

    viene

    un

    tiempo

    tan

    hermoso para semejante co

    secha Encerraremos el trigo

    en l a granja, como

    pusimos

    l a

    avena,

    sin

    llover

    siquiera

    una gota;

    e l

    cielo está des

    pejado;

    no

    tiene l a mas leve

    nube, y e l viento que sopla

    del éste, derrama

    un suave

    frescor:

    este

    es un

    tiempo

    constante,

    y e l

    trigo

    está ya

    en l o s campos perfectamen

    te maduro; mañana comen

    zaremos

    á

    cubrir

    l a

    tierra

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    i3

    con l a mas preciosa mies.

    En

    tanto que é l iba hablan

    do,

    se

    aumentaba

    mas

    y

    mas

    el tropel

    de

    hombres y mu

    jeres atravesando el merca

    do

    ,

    y

    volviéndose á sus

    casas.

    Eu

    e l

    rincon

    opuesto,

    e l

    rico

    vecino , mercader opulento

    del

    pueblo,

    llegaba rápida

    mente con sus hijas en el

    coche descubierto

    ( fue

    f a

    bricado

    en

    Landau)

    delante

    de l a

    casa

    recien reparada:

    l a s

    calles

    se

    reanimaron,

    por

    que l a

    ciudad,

    aunque corta,

    estaba

    poblada,

    y

    se

    aplica

    ban en e l l a á

    varias

    especies

    de fábricas y

    comercio.

    El íntimo par seguia

    con

    l o s

    ojos

    l o s

    movimientos

    de

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    14 .

    J

    aquel

    tropel, divirtiéndose en

    hacer diferentes observacio

    nes.

    Mira,

    dijo a l

    f i n

    l a

    apreciable patrona, e l pár

    roco

    se

    acerca

    hácia aqui

    acompañado

    del farmacéuti

    co,

    nuestro querido

    vecino,

    nos contarán l o

    que han

    visto

    en ese espectáculo que no

    inspirará alegría.

    Acércanse

    amistosamente

    saludando á

    l o s esposos

    ,

    y

    sentándose junto

    á ellos

    en

    l o s

    bancos

    de madera, sacu

    dian e l polvo de sus zapatos,

    y

    se

    hacían

    a i r e

    con

    sus

    pa

    ñuelos: despues de

    l o s

    cum

    plimientos recíprocos , to

    mando e l

    farmacéutico l a

    pa

    labra,

    dice

    casi

    con

    enfado.

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    i5

    ¡Estos son l o s hombres

    Sucede

    una desgracia á su

    prójimo, y

    todos acuden an

    siosos á considerarla

    ;

    todos

    corren para ver l a s llamas

    destructoras de

    un incendio,

    ó

    para

    mirar

    como

    va

    t r i s t e

    mente un pobre

    reo

    a l su

    plicio: ahora mismo todos se

    pasean

    fuera de nuestra ciu

    dad

    para

    contemplar

    l a

    des

    gracia de

    esos

    infelices

    lan

    zados de sus tranquilos hoga

    r e s ,

    y

    nadie piensa

    que

    acaso

    bien

    presto

    puede padecer

    igual

    infortunio.

    Esa

    f a l t a

    de

    reflexion es

    para

    mí imperdo

    nable; mas no obstante,

    es

    natural

    en el carácter

    hu

    mano.

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    r6

    El venerable pastor, lleno

    de juicio y prudencia, toma

    la

    voz

    á

    este

    tiempo:

    era

    e l

    honor del pueblo, y se acer

    caba, en

    su

    juventud,

    á l a

    madurez de l a edad; conocia

    l a s

    varias

    escenas

    que forman

    l a vida humana, y d i r i j i a sus

    discursos

    a l

    provecho de

    sus

    oyentes; y convencido en su

    corazon de

    l a

    importancia de

    l o s libros sagrados

    que

    nos

    descubren

    l a

    naturaleza del

    hombre j r l o s f i n e s de l a

    Pro

    videncia,

    había buscado tam

    bien

    nuevas

    luces

    en

    l o s

    escri

    tos de aquellos

    varones

    que

    consagraron sus v i j i l i a s á l a

    ilustracion

    de su s i g l o .—No

    gusto,

    dijo,

    de

    reprender

    una

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    *7

    inclinacion

    que l a naturale

    za,

    tan

    buena

    madre,

    no

    dio

    * 1 hombre para

    perderle, por

    que

    á veces esa inclinacion

    irresistible que l e gobierna,

    produce lo que

    no siempre

    podrian

    l a

    intelijencia ni

    la

    razon. Si no convidase a l hom

    bre

    l a

    curiosidad

    con sus

    po

    derosos encantos, ¿habría co

    nocido

    nunca

    l a

    portentosa

    hermosura

    de l a s relaciones

    que

    unen á todos l o s seres de

    esta

    vasta naturaleza? Atráele

    a l

    principio

    l a novedad, des

    pues

    va

    buscando

    l o

    ú t i l

    con

    ardor infatigable} a l f i n

    aspira

    á l o bueno por

    escelencia,

    y

    esto es l o que l e eleva y le

    todo

    su

    precio.

    En

    su

    ju

    2

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    i8

    ventud l e acompaña una ale

    gre

    compañera

    ,

    y

    l a

    i r r e f l e

    xion que l e oculta e l riesgo,

    borra

    en

    e l

    mismo instante l a s

    huellas del pesar que ya pa

    s ó . Estimemos a l

    hombre que

    en

    su

    edad

    madura

    y

    en

    l a

    paz

    de l a

    razon,

    se libra de

    esta

    embriaguez ,

    y

    muestra

    con suceso su actividad en l a

    fortuna

    próspera

    y

    contraria;

    sus esfuerzos crean l o bueno,

    y

    reparan

    todas

    sus

    pérdidas.

    La impaciente

    patronadice

    a l

    momento con

    un tono ca

    riñoso:

    Contadnos l o

    que

    habeis visto; eso es

    lo

    que yo

    deseo.

    —Difícil

    será

    , repuso

    el

    farmacéutico

    con

    aire

    esprc

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    26/269

    i9

    ,

    sivo , volver l a

    alegría

    á mi

    corazon ,

    despues

    del infor

    tunio

    que

    he

    presenciado:

    ¿ n i

    quien bastará á contar lanta

    variedad

    de

    desgracias reuni

    das en una sola? Antes de

    bajar

    a l

    prado advertimos

    ya

    de

    lejos

    una densa

    nube

    de

    polvo, y

    sin

    distinguir l o s ob

    jetos, vimos l a muchedum

    bre

    vagando

    de

    colina en

    co

    lina

    en

    toda

    l a

    estension

    de

    nuestra vista; mas luego que

    entramos

    en

    e l

    camino que

    atraviesa oblicuamente ese

    valle,

    ¡ay

    á

    pesar

    del

    tro-

    Eel y

    l a confusion de

    honi-

    res

    á

    pie

    y de carros, v i

    mos harto

    á

    l o s

    infelices

    que

    iban tristemente

    pasando.

    El

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    27/269

    ao

    aspecto de cada cual nos

    dio

    á

    conocer

    cuantas penas y

    amarguras

    acompañan á un

    fujitivo, y cuan suave placer

    esperimenta de haber apro

    vechado e l único y

    rápido

    ins

    tante

    de

    salvar

    sus

    d i a s .

    Los

    numerosos enseres que

    pue

    de encerrar una

    casa ,

    y

    á

    l o s

    cuales

    señala e l prudente

    dueño

    e l

    lugar

    mas

    á

    propó

    s i t o para

    hallarlos

    a l momen

    to,

    porque nada hay que no

    pueda aprovechar; todo esto

    ¡ t r i s t e

    espectáculo venia car

    gado

    sin

    orden

    en

    varios

    car

    ruajes y carretas, y embala

    do

    con

    precipitacion:

    el ce

    dazo

    y l a

    manta iban

    sobre

    e l

    guardarropa;

    l o s

    bancos

    de

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    28/269

    21

    cama en J a

    artesa, y l o s

    col

    chones sobre e l espejo ; y á

    l a

    manera

    que

    vimos

    ha

    vein

    te años, en e l espantoso in

    cendio , turba e l riesgo tanto

    la

    razon

    ,

    que se

    salvan

    l o s

    muebles mas

    despreciables,

    y

    se abandonan los mas precio

    sos;

    a s i

    ahora, cansando en

    vano

    l o s

    bueyes y

    l o s

    caba

    llos, acarreaban sin reflexion

    cosas de poco precio, como

    tablas viejas

    y antiguos

    t o

    neles, ó

    l a

    pollera y

    e l g a l l i

    nero,

    y

    l a s mujeres y niños

    se

    sufocaban

    llevando

    fardos,

    y

    canastos

    y

    cestos

    de cosas

    inútiles;

    ¡tanto l e

    cuesta a l

    hombre de dejar l a menor de

    sus

    posesiones y

    del

    mismo

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    29/269

    32

    modo l a muchedumbre, atre

    pellándose ruidosamente,

    se

    adelantaba

    hácia aqui por el

    polvoroso camino. Uno , con

    ducido

    por débiles caballe

    r í a s , caminaba con lentitud;

    otro

    queria

    correr;

    a l l á

    se

    a l

    zaban confusos clamores de

    mujeres y niños hollados, y

    el mujir de l o s animales, y

    e l

    ruidoso

    ladrar

    de

    l o s

    per

    ros, y l a voz

    lamentable de

    l o s ancianos y enfermos, sen

    tados

    en

    l o s

    lechos ,

    y vaci

    lantes

    en l o mas alto de

    un

    carro

    pesado,

    y

    cargado

    es-

    cesivamente. Mas á l a falda

    de un montecillo , l a rueda

    empujada

    del

    gran tropel se

    sale

    del

    eje,

    y

    rechina;

    vuel

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    30/269

    a3

    ca e l carro precipitándose a l

    foso, y con

    e l

    violenlo im

    pulso

    se

    ven

    arrojados

    l o s

    hombres

    por medio

    del

    cam

    po

    lanzando

    espantosos g r i

    tos; l a caida,

    con todo,

    es f e

    l i z

    ;

    l o s

    cajones

    no

    caen

    tan

    presto

    ,

    ni á tanta

    distancia

    del carro ; mas el

    que

    pre

    senciaba

    este desastre ,

    se

    guramente

    esperaba

    ver con

    horror

    á

    estos

    infelices

    opri

    midos del enorme peso. Que

    da roto

    el

    carro

    a l l i ,

    y l o s

    hombres sin

    socorro,

    porque

    los

    demas

    van

    pasando

    por

    delante con

    rapidez,

    pensan

    do solo en su propia suerte,

    V arrastrados por e l torrente

    del impetuoso tropel : corre

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    31/269

    .34

    mos á los primeros, y aque

    llos ancianos y enfermos

    que

    apenas

    podian

    sufrir

    sus

    lar

    gos dolores

    descansados en

    sus lechos, los encontramos

    tendidos en tierra cubiertos

    de

    heridas,

    dando

    quejas y

    la

    mentos inútiles, abrasados de

    los rayos del sol , y ahogados

    entre las nubes del polvo.

    Entonces conmovido pro

    fundamente

    y

    lleno

    de

    com

    pasion: ¡Ah pueda, dijo

    el patron

    , encontrarlos mi

    hijo Herman , y vestirlos y

    reanimarlos.

    No

    quisiera

    ser

    yo mismo testigo de

    su

    infor

    tunio,

    porque

    padezco al ver

    á

    un desdichado; ysolamente

    l a relacion

    de tantos

    trabajos

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    32/269

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    33/269

    36

    Y tú, esposa mia, tráenos

    aquel frasco

    de

    buen vino pa

    ra

    disipar

    l a

    t r i s t e z a

    ;

    bebería

    mos

    aqui con disgusto, y

    an

    darian zumbando l a s moscas

    alrededor

    de

    l o s vasos.

    Van-

    se

    todos

    a l

    salon, y

    desfrutan

    de

    su frescura.

    La patrona trae con cuida

    do sobre un

    p l a t i l l o

    de

    esta

    ño, redondeado

    y

    luciente,

    un

    frasco

    l i s o

    lleno

    de

    aquel

    vino precioso

    y

    cristalino,

    con

    l a s t r e s verdosas copas consa

    gradas a l licor, dulce don de

    las

    viñas

    del

    Rhin.

    Estaban

    los

    tres

    personajes

    sentados

    alrededor de

    una

    mesa re

    donda, bruñida,

    encerada,

    l u s

    trosa, y sostenida

    sobre pies

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

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    a7

    sólidos:

    a l punto se

    encuen

    tran

    los vasos del

    patron y

    del

    párroco,

    y

    dan

    un

    brillan

    te

    sonido,

    mientras

    el

    farma

    céutico con el suyo permane

    cia inmóvil y pensativo,

    has-

    la

    que

    le

    hizo

    el

    patron

    un

    desafío amistoso , dirijiéndo-

    le estas palabras:

     > Amigo , vecino mio,

    bebamos; hasta

    ahora

    l a

    pie

    dad de Dios

    nos

    ha

    librado

    de

    ese terrible desastre, y debe

    mos

    esperar

    que

    continúe su

    proteccion; porque ¿quien no

    la

    reconoce

    ,

    s i

    desde

    aquel

    castigo

    tan

    riguroso que

    nos

    hizo sufrir cuando el incen

    dio, siempre nos ha enviado

    continuos motivos de

    gozo,

    y

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    35/269

    28

    ba

    cuidado de

    nosotros

    con

    tanto esmero,

    como

    suele cui

    dar

    e l

    hombre

    l a s

    niñas

    pre

    ciosas de sus o j o s , e l masque

    rido de todos sus

    órganos? ¿Nos

    negará en adelante su protec

    cion

    y

    su

    amparo?

    En

    l o s

    r i e s

    gos se empieza á ver todo e l

    poder

    de su

    brazo; mas esta

    ciudad floreciente , llena de

    sus bendiciones,

    ¿querrá otra

    vez

    arruinarla,

    y

    aniquilar

    nuestras obras , despues

    que

    por

    nuestras manos l a sacó

    de sus

    cenizas?

    Perseverad

    en

    esa

    es

    peranza, responde e l digno

    pastor con voz suave y sere

    na:

    esa confianza da a l hom

    bre dichoso tranquilidad y ra

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    36/269

    zon; presenta a l desventura

    do e l mas sólido consuelo, y

    fomenta

    en

    nuestras

    almas

    l a

    esperanza mas gloriosa.

    El patron entonces , ha

    blando

    como hombre firme

    y

    juicioso:

    ¡Cuantas

    veces,

    dice,

    a l volver

    de

    cualquier

    viaje que emprendí

    por

    mis

    negocios, saludé con

    admira

    cion l a s ondas majestuosas

    del

    Rhin

    Siempre

    me

    pare

    cia magnífico, y

    me inspira

    ba

    sentimientos

    é

    ideas subli

    mes; mas nunca pensé ver

    muy

    presto

    su

    hermosa

    o r i l l a

    sirviéndonos de baluarte con

    t r a l o s

    franceses,

    y

    su ancha

    madre de foso

    d i f í c i l de

    s a l

    tar: de

    esta suerte ayuda

    l a

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    37/269

    3o

    naturaleza á l o s valientes j e r -

    manos, y a s i

    nos defiende

    e l

    Señor.

    ¿Quien

    querrá,

    pues,

    entregarse á un desaliento

    in

    sensato? Los guerreros están

    cansados

    , y todo

    anuncia l a

    paz.

    ¡Quiera

    e l

    cielo

    que

    cuan

    do

    llegue e l

    dia solemne de

    esta f i e s t a tan deseada (en

    tonces

    en

    nuestra iglesia re

    sonarán l a s campanas, con

    certadas

    con e l

    órgano

    y

    con

    e l agudo clamor de l a trompa,

    acompañando el Te Deum

    elevado) ¡quiera e l cielo

    tambien

    que

    entonces,

    ó

    res

    petable

    pastor,

    decidido

    ya

    mi Herman, se presente

    en

    e l altar con

    l a

    esposa que

    ha

    escojido,

    y

    pueda

    siempre

    en

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    38/269

    3i

    lo venidero presentarse á mis

    ojos el

    dia

    de esta fiesta ven

    turosa,

    celebrada de

    todos

    los

    pueblos,

    como hermoso

    ani

    versario de una alegría domés

    tica

    Mas veo con

    pesar á

    es

    te

    joven

    tan celoso

    y

    activo

    á nuestra

    vista,

    indolente y

    obscuro fuera

    de ella; no se

    muestra

    entre

    las jentes, y

    aun huye de la compañía de

    las jóvenes

    doncellas

    y del

    placer

    de

    la danza,

    que

    bus

    ca con tanto afan toda nues

    tra

    juventud.

    Diciendo

    estas

    palabras,

    aplica el oido ; escuchábase

    cada

    vez mas

    cerca el

    distan

    te

    ruido

    de

    los caballos

    hi

    riendo

    con

    su

    planta

    el

    suelo;

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    39/269

    32

    oíase tambien

    e l

    rumor de a l

    gun

    carruaje

    , y

    ahora en es

    te

    instante

    mismo,

    con

    rapi

    dez estremada, entra bajo l a s

    bóvedas

    de l a casa resonan

    do

    como

    e l trueno.

    CANTO SEGUNDO.

    Hermán.

    JLiuego que

    e l

    joven

    Her

    man,

    de

    gallarda

    figura, se

    hubo presentado en l a s a l a ,

    dirije

    e l

    párroco hacia

    é l sus

    penetrantes

    miradas;

    y

    estu

    diando

    sus

    facciones

    y

    todo

    su

    semblante, como un observa

    dor que sabe distinguir

    de f i

    sonomías, le dice sonriendo-

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    40/269

    33

    I

    se

    con

    aire de confianza

    : —

    »

    Volveis

    muy

    trocado, Her

    man; nunca

    os

    he visto

    tan

    vivo, ni han mostrado vues

    tros ojos tan profunda conmo

    cion

    : e s t a i s sereno,

    contento;

    facilmente

    se

    advierte

    que

    abeis dado

    a l i v i o

    á

    l o s

    des

    dichados,

    y recojido

    sus

    ben

    diciones.

    Si

    mi

    conducta

    merece

    elojios,

    l o ignoro ciertamen

    te, responde e l joven con se

    riedad; mas os contaré

    l o

    que

    he hecho ,

    siguiendo

    l o s

    im

    pulsos

    de

    mi

    corazon.

    Vos,

    madre mia, tardasteis

    dema

    siado en buscar y

    escojer ves

    tidos; a s i e l

    l i o se

    formó

    tar

    de,

    y

    el

    cuidado de

    poner

    en

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    41/269

    34

    e l cajon del birlocho alimen

    tos

    y

    bebidas,

    se

    llevó

    bas

    tante tiempo. Cuando salien

    do de

    l a

    ciudad me adelanté

    hacia el

    campo,

    encontré

    l a

    muchedumbre

    de

    nuestros

    conciudadanos que ya volvian

    á

    sus

    casas con sus mujeres

    é hijos : l o s fujitivos

    habian

    pasado. Redoblo entonces mi

    celeridad,

    y

    tomando

    e l

    ca

    mino del pueblo donde

    debian

    descansar

    esta noche,

    iba

    pen

    sando en mi intento,

    cuan

    do

    descubrí

    un

    carro

    de

    lida construccion,

    tirado por

    dos

    bueyes de

    l o s mas

    altos

    y vigorosos de l o s

    países es-

    tranjeros; y

    á

    su

    lado

    cami

    naba

    con

    paso

    firme

    una j ó

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    42/269

    35

    ven gobernando aquellos ani

    males

    terribles

    con

    una

    vara

    larga, ora

    escitándolos, ora

    reprimiéndolos , y llevando

    siempre e l

    carro con precau

    cion.

    Luego

    que

    me

    vio

    se

    acercó

    con serenidad á mis

    caballos, y

    d i j o :

    »No siempre

    fue tan t r i s t e nuesLra fortuna

    como

    hoy veis

    en

    este

    cami

    no,

    ni

    nunca

    estuve

    yo

    acos

    tumbrada

    á s o l i c i t a r . de los

    estranjeros un don concedido

    quizá

    con disgusto, por liber

    tarse

    del

    clamor

    del

    desgra

    ciado; pero l a necesidad me

    precisa hoy á pedirlo :

    a l l i ,

    sobre

    l a paja queda tendida

    l a esposa de un hombre Opu

    lento;

    acaba

    de

    dar

    á

    luz

    una

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    criatura;

    estaba

    próxima

    á su

    término

    cuando

    l a

    coloqué

    en

    este

    carro, y apenas

    pude

    s a l

    varla

    con

    estos bueyes; a s i

    llegamos mas

    tarde que los

    demas fujitivos; no tiene ya

    l a

    i n f e l i z

    mas que

    un

    soplo

    de vida, y l̂ pobrecito recien

    nacido está

    desnudo en

    sus

    brazos. No

    podemos

    aguardar

    de

    nuestros

    compañeros

    de

    desgracia

    ningun

    auxilio

    e f i

    caz, y

    aun es dudoso que

    l o s

    alcancemos en e l

    pueblo

    mas

    inmediato, donde descansa

    remos

    este

    dia;

    creo

    que

    ya

    habrán pasado. Si s o i s , pues,

    de estas cercanías, y s i por

    casualidad

    no os

    incomodase

    s a c r i f i c a r

    algun

    lienzo,

    dadlo,

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    buen joven; s í , dadlo á es

    tos

    prófugos

    sin

    ventura.

    » Tales eran sus

    palabras,

    y entre tanto l a parida, sin

    color , desfallecida

    ,

    y sos

    teniéndose apenas ,

    me

    mira

    ba

    con

    suma

    atencion.

    No

    lo

    dudo, l a

    dije

    a l

    f i n ; alguna

    celestial inteligencia habla á

    veces a l corazon de

    l o s hom

    bres

    sensibles,

    y

    les

    hace

    co

    nocer l a s penas que su her

    mano está

    pasando; porque

    mi madre, ya presintiendo

    vuestro infortunio ,

    me

    dio

    con

    que

    socorreros

    : y

    desa

    tando a l momento e l l i o , l a

    doy l a bata

    de mi

    padre, l a s

    camisas y l a s sábanas. La j o

    ven,

    en

    su

    alegría,

    me

    da

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    59 .  

    dome

    ofra

    vez

    gracias, anima

    sus

    fuertes

    bueyes,

    y

    parte

    a l momento e l

    carro.

    »Aun tardaba en alejarme,

    y detenia mis

    caballos,

    por

    que

    mi

    corazon estaba

    dudo

    so

    entre

    e l

    intento

    de

    seguir

    rápidamente hácia

    e l

    pueblo,

    para repartir á otros

    infelices

    alimentos

    y bebidas, ó e l de

    entregárselo

    todo

    á

    aquella

    joven, á f i n de que ella l o s

    distribuyese

    con

    mayor

    dis

    cernimiento; pero no tardé

    mucho en resolverme; ygu

    ¡an

    do en pos de e l l a mis caballos,

    y alcanzándola

    en

    un instan

    te : joven amable, l a dije, no

    solo

    confió mi madre

    á

    mi

    pie

    dad

    ese

    lienzo;

    diome

    alimen

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    4o

    tos

    tambien y

    bebidas,

    y l l e

    de

    todo

    e l

    cajon

    de

    mi

    bir

    locho con abundancia : me

    in

    clino á depositar cuanto t r a i

    go

    en

    tus

    manos , y creo que

    de esta manera cumpliré me

    jor

    su intencion;

    porque

    sabrás

    repartirlo

    segun

    l a s ne-

    nesidades, y l a s conoces me

    j o r . »Haré buen

    uso

    de vues

    tros

    dones

    ,

    me

    respondió

    l a

    doncella;

    serán de l o s mas in

    felices , y vos consolareis su

    corazon. Abriendo

    a l punto

    e l

    cajon

    del

    birlocho,

    saco

    los

    gruesos jamones

    ,

    l o s panes,

    los frascos

    llenos

    de cerveza

    y vino, y

    lo

    pongo todo en

    sus manos;

    mas l a hubiera

    da

    do

    con

    gusto;

    pero

    el

    cajon

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    4i

    quedó

    ya

    vacío.

    Ella

    colocó

    con

    cuidado

    mis

    dones

    á

    los

    pies de l a parida, y se

    a l e j a ;

    y yo con mis veloces caballos

    rae vuelvo

    hácia

    l a ciudad.

    Galló aqui

    Herman

    ,

    y

    el

    vecino,

    siempre

    amigo de

    con

    versar, esclamó: »¡Guan di

    choso

    es en

    estos dias de fu

    ga y de turbacion e l hombre

    que

    vive

    aislado

    en

    su

    tran

    quila morada,

    y

    no ve

    tem

    blar en sus brazos á sus h i

    jos y á su esposa,

    refujiados

    en

    su

    seno Ahora es cuando

    yo

    conozco

    toda

    mi felicidad;

    y

    por todo e l oro del

    mundo

    no quisiera en estos tiempos

    llamarme

    padre

    ni esposo. Ya

    quise huir

    varias

    veces,

    y

    jua

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    4a

    té mis efectos mas preciosos,

    mi

    antigua

    v a j i l l a

    de

    plata,

    y

    l a s cadenas y l o s anillos de

    mi difunta madre, que aun

    conservo;

    mas siempre

    a l

    f i n

    habría

    abandonado

    muchas

    cosas

    d i f í c i l e s

    de

    reemplazar;

    sentina, v . gr., aunque su va-

    lor no es

    grande,

    mis

    raices

    y mis simples recojidos con

    tanto

    esmero;

    pero

    dejando

    en mi

    casa á

    mi proveedor,

    sentiré menos haber de s a l i r

    de

    e l l a . Si

    consigo poner en

    salvo

    mi

    dinero y

    mi

    perso

    na,

    ya

    está

    libre

    cuanto

    ten

    go; y un soltero tiene alas

    cuando se resuelve á huir.

    —Vecino

    mio, responde

    el

    joven

    Herman

    con

    fuerza.

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    estoy

    sumamente distante de

    pensar de

    esa

    manera,

    y

    des

    apruebo vuestro parecer; por

    que

    ¿quien

    puede

    apreciar

    á

    un

    hombre, que en fortuna

    ó en desgracia, pensando tan

    solo

    en

    s í ,

    no

    da parte á otra

    persona

    en su placer ó

    en

    sus

    males, ni encuentra

    en

    su

    corazon

    sentimiento alguno

    tierno?

    Mejor

    boy

    que

    en

    nin

    gun tiempo

    quisiera

    yo bus

    car una compañera, porque

    muchas doncellas

    virtuosas

    pueden desear tener un es

    poso que las ampare , y

    mu

    chos

    hombres

    una mujer

    que

    les sepa consolar al

    aspecto

    del

    infortunio.

    Hablas

    como

    yo

    deseo,

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    dice

    el

    padre sonriéndose,

    y

    pocas

    veces

    te

    he

    oido

    dis

    currir

    con tanto juicio.

    Hijo

    mio, tienes ra

    zon, repuso l a

    buena

    madre

    con

    viveza,

    y

    nosotros te

    di

    mos

    ejemplo;

    porque

    lejos

    de buscarnos en dias de f e l i

    cidad,

    fue en e l

    mas terrible

    de todos cuando hicimos nues

    tra

    eleccion.

    Veinte

    años

    ha

    ce,

    y

    era, me acuerdo,

    un

    lu

    nes por l a mañana; l a víspe

    ra un domingo como hoy, su

    cedió aquel horroroso incen

    dio

    que

    arruinó

    nuestra

    ciu

    dad. Apenas podian

    sufrirse

    l a sequedad y e l calor; porque

    nos f a l t ó e l agua; y

    todo

    el

    mundo

    vestido

    de

    f i e s t a ,

    ha

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    del s o l

    cuando

    nace, v i des

    de

    a l l í

    e l

    denso

    humo

    y

    l o s

    abrasados carbones ; todo lo

    v i

    destruido

    ,

    y

    únicamente

    quedaban l a s paredes y

    l a s

    chimeneas; a f l i j i o s e mi cora

    zon

    :

    pero

    vuelve

    á

    mostrarse

    el s o l mas resplandeciente

    que

    nunca,

    y

    da á

    mi alma

    nuevo vigor; álzome a l pun

    to,

    y

    siento

    nacer

    en

    mi

    pe

    cho e l deseo de ver e l s i t i o

    donde

    estuvo nuestra casa, y

    saber

    s i

    mis pollos favoritos

    se libertaron de l a desgracia,

    porque

    mis

    placeres eran t o

    davía c a s i pueriles. Subí so

    bre

    l a s

    ruinas humeantes de

    r n i casa

    y

    mi corral , y esta

    ba considerando

    esta

    habita

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    t a s . Ycojiéndome en tus bra

    zos

    me

    llevas

    por

    enmedio

    de l a s ruinas

    ,

    atravesando tu

    patio ; todavía estaban en pie

    l a puerta de tu casa

    y

    su bó

    veda , como boy

    l a s estamos

    viendo,

    y

    nada

    mas

    subsistia

    de toda

    aquella morada;

    snél-

    tasme entonces, llegando tus

    labios á tocar l o s

    mios

    ; yo

    huyo,

    mas

    me

    dices

    estas

    cariñosas voces

    , de

    bastante

    claro sentido:

    »Mira

    esta casa

    arruinada

    , quédate

    aqui y

    ayúdame á reedificarla, y yo

    ayudaré

    á tu padre á reedifi

    car l a

    suya.

    Sin

    embargo,

    no

    entendí l a espresion de estas

    palabras

    hasta

    e l punto que

    tu

    madre

    vino

    á

    hablar

    con

    mi

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    padre en

    tu nombre , y reci

    bió a l momento l a promesa

    del

    f e l i z

    matrimonio

    que

    hoy

    nos une. Siempre me acuer

    do

    con gusto de aquellas vigas

    medio abrasadas , y del res

    plandor

    con

    que

    e l

    s o l

    se

    a l

    zaba en e l horizonte , porque

    aquel dia adquirí á mi esposo,

    y l o s

    primeros tiempos de es

    tos estragos me han dado al

    hijo

    de

    mi

    juventud.

    Apruebo

    pues, Herman mio, ese pen

    sar, en medio

    de

    tan desgra

    ciados dias, con

    l a

    firme con

    fianza

    de

    un

    corazon

    virtuoso,

    en buscarte una

    compañera,

    y

    atreverte á

    estrechar

    este

    lazo en e l seno de l a guer

    ra y de horrorosas

    ruinas.

    4

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    5o

    —La

    idea de nuestro hijo

    es seguramente

    laudable,

    res

    ponde

    con

    viveza

    e l

    padre,

    y

    tu relacion, tierna esposa mia,

    es

    conforme

    á

    l a

    verdad, por

    que

    a s i

    sucedió todo ; pero

    siempre

    l o

    mejor debe

    prefe

    r i r s e á

    lo

    bueno.

    No

    todos

    tienen

    fortuna volviendo á em

    pezar, digámoslo a s i , á v i v i r ;

    ni todos deben,

    como

    noso

    t r o s ,

    atormentarse

    con

    penas;

    dichoso quien recibe

    de

    sus

    padres una casa establecida,

    y prosperando

    en

    e l l a

    , solo

    debe

    tratar

    de

    hermosearla.

    Los principios,

    y

    especial

    mente l o s

    de una

    casa

    , son

    siempre

    muy trabajosos; tiene

    el

    hombre

    muchas

    necesida

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    respeto el

    hijo

    á las palabras

    del

    padre

    ,

    era

    escojer

    por

    esposa á una de

    las

    hijas

    de

    nuestro

    vecino. En nuestra

    infancia

    nos criamos

    juntos;

    nos

    reunimos

    mil

    veces para

    nuestros

    juegos

    en

    l a

    fuente

    y el mercado , y yo

    era

    su

    defensor contra la osadía de

    mis

    demas compañeros;

    mas

    ha

    largo

    tiempo

    que

    fueron

    estos días ; iban creciendo es

    tas

    jóvenes, y se

    hacia

    ya

    pre

    ciso que no

    saliesen de

    casa,

    ni acudiesen á nuestros jue

    gos bario libres para ellas.

    Han tenido

    buena

    crianza; y

    vuestros

    deseos y

    nuestro

    an

    tiguo conocimiento

    , me hi

    cieron

    i r

    á

    su

    casa

    de

    cuando

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    en cuando; mas sin

    gustarme

    nunca su compañía; porque

    siempre hallaban en

    mí mo

    tivo de censurar algo, y era

    preciso sufrirlo;

    unas veces

    mi

    vestido era largo con es

    ceso

    ,

    otras

    muy

    tosco

    el

    pa

    ño; ya tenia un color ordina

    r i o

    , ó ya estaban mis cabe

    l l o s

    mal rizados ó peinados

    ridiculamente.

    Al

    f i n

    tuve

    el

    pensamiento de componerme

    tan bien como esos mance

    bos

    de mercaderes que

    sue

    len i r á

    su

    casa e l domingo,

    y

    ostentan

    en

    el

    verano

    su

    vestidito

    de seda; pero cono

    c í muy presto que continua

    ba siendo e l objetode sus bur

    las;

    esto

    fue

    l o

    que

    me

    agra

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    ro a l

    suelo

    3

    y l a s

    r i s a s

    se re

    novaron

    durante todas las

    a r i a s

    que

    se

    cantaron

    despues.

    Vuélvome

    á

    mi

    casa lleno

    de

    vergüenzaysentimiento; cuel

    go mi

    vestido en mi

    percha;

    suelto

    l o s

    r i z o s

    con

    mis

    pro

    pias

    manos, y juro

    no poner

    mas l o s

    pies

    en e l umbral de

    esa casa. Tomé esta resolu

    cion

    con

    razon

    ,

    porque

    son

    vanas, malignas,

    y sé que

    aun

    hoy mismo no saben llamar

    me

    mas que

    Tamino.

    No debias , responde

    l a

    madre,

    estar

    tan

    reñido

    con

    esas

    niñas ; a s i pueden nom

    brarse l a s tres, porque Isabe-

    l i t a ciertamente es buena;

    siempre te

    mostró inclina

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    61 .

    á

    t i ;

    s i me

    hubiera

    enviado

    á

    la

    escuela y proporcionado

    maestros , ciertamente seria

    otro

    sugeto

    que

    el

    patron

    del

    Leon de Oro.

    Alzase su hijo, y

    se

    llega

    silenciosamente

    á

    l a

    puerta

    á

    pasos lentos y sin

    ruido;

    pe

    ro persígnenle estas razones

    que pronuncia en voz alta el

    padre dominado

    de

    su

    enojo:

     

    Anda,

    anda,

    ya conozco

    tu carácter porfiado ; anda, y

    siguiendo en cumplir tus de

    beres ,

    guárdate

    de

    mis re

    prensiones

    /

    mas

    no

    pienses

    traer á mi casa por nuera una

    rústica

    aldeana ,

    ó

    una mu

    chacha indijente. Yo

    he vi

    vido

    mucho

    tiempo

    ;

    por

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

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    62

    tarme bien con todos ; recibo

    en mi

    posada

    á l o s estranje-

    ros

    de

    manera quo

    vay an con

    tentos,

    y l e s complazco con

    mi agrado.

    Tambien quiero

    yo hallar en mi joven nuera

    quien

    me

    pague

    estas

    aten

    ciones,

    y me

    endulce

    tantos

    cuidados; tengo, como los

    demas , derecho á que toque

    para

    e l piano,

    y que

    l a s

    jentes mas escojidas y ama

    bles

    del

    pueblo

    se reunan con

    gusto en mi casa, como e l do

    mingo en

    l a

    de nuestro

    ve

    cino.

    Luego que

    hubo

    acabado

    estas

    palabras, levanta

    su hijo

    suavemente e l pasador de l a

    puerta,

    y

    se

    ausenta

    de

    l a

    s a l a .

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    da

    cual

    e l ejemplo de l a s

    demas tierras y de

    l o s

    tiem

    pos

    pasados

    ,

    no

    estudiase

    continuamente

    con

    sumo pla

    cer en mantenerla y en me

    jorarla

    ?

    No ha de parecer

    se

    e l

    hombre

    e l

    hongo

    inútil,

    que

    casi a l s a l i r de

    t i e r r a se

    pudre en aquel s i t i o donde

    nació, y

    no

    deja ni aun leve

    muestra de vida ni de vigor.

    A

    l a

    primera

    v i s t a

    de

    una

    ca

    sa se descubre e l carácter de

    su dueño, a s i

    como a l entrar

    en una ciudad se advierte cua

    les

    son

    sus

    niajistrados;

    por

    que s i se ven arruinándose l a s

    torres y

    l a s

    murallas ;

    s i

    se

    encuentran llenas de inmun

    dicia

    l a s calles, y l o s

    fosos to

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

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    65

    dos cegados ; s i

    l a

    piedra se

    separa, sin que vuelvan á jun

    t a r l a

    y

    sentarla

    en

    su

    lugar;

    s i l a s vigas están carcomidas,

    y l a

    casa

    aguarda en vano que

    l a pongan nuevos cimientos,

    seguramente

    puede

    afirmarse

    que

    hay a l l i muy mal gobier

    no. Cuando no cuidan del or

    den

    y

    l a limpieza l a s autori

    dades

    superiores, se habituan

    los

    ciudadanos

    á

    l a mas

    asque

    rosa desidia, como e l mendi

    go suele acostumbrarse á sus

    miserables andrajos: por esta

    misma

    razon

    deseo

    que

    no

    tar

    de Herman en viajar y ver á

    Estrasburgo,

    á Francfort,

    y

    á

    l a

    risueña

    Manheim,

    toda

    edi

    ficada

    á

    cordel,

    porque quien

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    ha

    visto

    ciudades

    vastas

    y lim

    p i a s ,

    no descansa mientras no

    hermosea

    l a

    suya

    ,

    por

    corta

    que

    pueda

    s e r . ¿Deja

    de

    ala

    bar

    ningun estranjero nues

    tras puertas , reparadas hace

    poco

    ,

    l a

    torre

    recien

    blan

    queada , y

    l a

    i g l e s i a ,

    a l pa

    recer, acabada

    de

    e d i f i c a r ?

    ¿No e l o j i a

    nuestro

    empedra

    do, nuestros canales

    cubier

    tos

    ,

    por

    donde

    corre

    e l

    agua

    en

    abundancia, y tan bien re

    partidos

    para nuestras nece

    sidades

    y nuestra seguridad

    apenas

    se

    muestre

    un

    incen

    dio? ¿Todo esto no se ha he

    cho despues

    de

    nuestro de

    sastre ? Seis veces

    he tenido

    en nuestro concejo e l empleo

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    cion y en pasajeros adornos;

    otros están en

    sus

    casas

    sin

    s a l i r de e l l a s

    jamás,

    y

    meti

    dos

    en sus hogares;

    y

    recelo

    mucho que

    Herman

    hade ser

    uno

    de estos.

    Hombre,

    l e

    responde

    a l

    punto l a

    buena

    y juiciosa ma

    dre, siempre has de ser in

    justo con

    nuestro

    hijo,

    y a s i

    haces mas d i f í c i l el mismo

    bien que deseas.

    No

    es

    posi

    ble que en todas cosas sean

    nuestros hijos

    como

    quere

    mos ; y como Dios nos

    l o s

    da,

    debemos

    conservarlos

    con

    ca

    riño, dedicándonos

    á educar

    l o s sin violentar

    su naturale

    za ; porque uno tiene estas

    prendas, otro posee oiras

    va-

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    , ,

    r í a s , y

    cada

    cual usa de l a s

    suyas,

    y no puede ser dichoso

    s i

    no

    de

    cierta

    manera.

    No

    gusto de o i r

    reprender

    á mi

    Herman; es merecedor de l o s

    bienes

    que

    algun dia han de

    ser

    suyos

    ;

    cuida

    de

    nuestros

    campos

    con

    intelijencia

    y eco

    nomía; es e l modelo de todos

    nuestros cultivadores y nues

    tros

    mancehos,

    y

    preveo

    con

    certeza que no ocupará t a l

    vez

    el último puesto en el conce

    jo

    ;

    pero

    censurarle

    y

    reñir

    le continuamente como ahora

    acabas

    de

    hacerlo,

    es

    querer

    desalentar

    e l corazon

    de

    ese

    pobre niño.  D iciendo estas vo

    ces,

    sale y

    va en

    busca de

    su

    hijo,

    ansiosa

    por

    encontrarle,

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    7a

    de moda , y agradarla mas á

    mi vista; viéranse

    brillar

    en

    e l l a

    grandes

    marcos

    de

    c r i s

    tales;

    mas

    no es posible se

    guir

    nunca a l

    comerciante,

    que

    agrega á sus

    muchas

    r i

    quezas

    l a

    noticia

    de

    l o s

    pa

    rajes donde se halla lo me

    j o r . Mirad l a

    casa

    de

    enfren

    te,

    ¿quien

    no

    l a tendrá

    por

    nueva? ¡Con

    cuanla grandeza

    resalta e l estuco

    blanco

    de

    aquella

    voluta

    entre l o s ces

    tones verdes   ¡ que ventanas

    tan espaciosas

    ¡como

    brillan

    l a s

    vidrieras

    cual

    otros tantos

    espejos

    y ¡como

    eclipsa esa

    casa todas l a s demas del mer

    cado

    Pues, no

    obstante, des

    pués del incendio,

    l a s

    nues-

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    73

    tras

    eran l a s mas lucidas, la

    posada

    del

    Leon de Oro y l a

    farmacia

    del

    Anjel;

    mi

    jardin

    tambien era célebre en todas

    l a s cercanías , y cualquiera

    viajante se detenia para mirar

    por

    entre

    l a

    empalizada

    el

    mendigo, estátua de piedra,

    y l a del enano vestido de

    co

    l o r e s . Pero

    cuando

    yo

    presen

    taba á

    alguno

    e l

    café

    en

    l a

    magnífica

    gruta

    que

    realmen

    te ahora se halla llena de pol

    vo,

    y

    medio

    derruida,

    mani

    festaba

    sumo

    placer

    viendo l a

    luz

    brillante

    y

    varia

    en

    colo

    res

    que

    daban

    aquellas

    con

    chas

    colocadas

    con

    tanto

    arte;

    y aun l o s intelijentes contem

    plaban

    l o s

    cristales

    de

    plomo

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

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    74

    y los corales. No admiraban

    menos tampoco

    las pinturas

    de la sala, donde se ven pa

    searse adornados los caballe

    ros y

    las

    señoras,

    llevando

    y

    ofreciendo

    flores

    con

    l a

    punta

    de

    sus

    delicados

    dedos.

    »Y ahora ya, en nuestros

    dias,

    ¿quien

    se parará siquie

    ra á

    mirar

    estos adornos?

    No

    quiero

    ya

    casi

    nunca

    bajar

    al

    jardín, porque

    me disgusta;

    todos quieren que tome otra

    forma

    ,

    y

    como

    dicen , que

    lleve

    el sello del

    buen

    gusto;

    es

    preciso

    pintar

    de

    blanco

    los

    bancos de madera y las vi

    gas;

    solo agrada lo

    simple

    y

    lo liso; se ha

    desterrado

    ab

    solutamente

    el

    dorado

    y

    las

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

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    labores, y con todo l o mas

    costoso

    es

    l a

    madera

    estran-

    j e r a . Yo tendria tambien pla

    cer

    en

    poseer, como otros, a l

    gunas cosas de

    un

    gusto nue

    vo; en caminar con mi

    s i g l o ,

    y

    en renovar mis muebles con

    frecuencia;

    pero temo dar

    ün paso: ¿quien ha de cos

    tear l o s

    trabajadores? No

    ha

    mucho

    tiempo

    quise

    dorar

    de

    nuevo e l cuadro de

    mi far

    macia, e l ánjel Miguel, á cu

    yos

    pies se enrosca un

    espan

    toso

    dragon;

    mas

    era

    tan

    es-

    cesivo e l

    precio de

    este re

    paro

    ,

    que

    me

    he

    visto

    preci

    sado á dejarle como está to

    do negro y obscurecido.

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

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    76

    M

    CANTO

    CUARTO.

    La madre y el hijo.

    ientras

    hablaban estos

    amigos, busca

    la

    madre

    á

    su

    hijo,

    primeramente

    en l a en

    trada

    de la

    casa , donde solia

    sentarse en un banco de pie

    dra; y no

    hallándose,

    se en

    camina

    hácia

    la cuadra,

    cre

    yendo

    encontrarle acaso cui

    dando de

    los soberbios caba

    llos que compró potros,

    y cu

    ya

    asistencia

    de

    nadie

    f i a r a .

    Dícela el

    criado: »Se

    fue al

    jardín; y ella entonces atra

    viesa velozmente los dos lar

    gos patios,

    pasa delante de

    los

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

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    77 , . ,

    pesebres y los

    solidos

    edifi

    cios de

    los

    graneros;

    entra

    en

    el

    vasto jardín

    que

    llegaba

    hasta

    los muros de

    l a

    ciudad;

    pásale tambien , mirando con

    recreo como crece cada plan

    ta;

    levanta

    los

    apoyos

    en

    que

    descansaban

    l a s ramas del

    manzano

    cargado de

    fruto,

    y

    el

    peral pudiendo apenas sos

    tener

    los

    suyos;

    limpia pron

    tamente de

    algunas orugas

    la

    col robusta y arrepollada, por

    que l a mujer activa

    no

    da un

    paso siquiera

    inútil.

    Llega al

    fin

    al

    cenador

    de

    madreselva

    á lo último del jardín,

    y no

    encuentra tampoco á su hijo,

    y su

    vista

    le

    buscó

    en

    vano

    en

    todo

    aquel

    recinto

    que

    ha

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

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    78

    corrido;

    pero

    l a

    puertecilla

    colocada

    junto

    á

    l a muralla

    por

    merced

    particular

    de

    un

    abuelo, digno burgomaestre

    de l a ciudad, está abierta:

    sa

    le por e l l a , y pasando

    e l

    f o

    so

    seco

    llega

    cerca

    del

    cami

    no real á

    l a

    senda escarpada

    de su viña, rodeada de una

    fuerte

    cerca, y espuesta

    fa

    vorablemente á l o s rayos ar

    dientes del

    s o l .

    Sube

    por

    aquella

    senda, y a l paso ve

    complacida l a abundancia de

    los

    racimos, que apenas pue

    den

    tener

    algun

    abrigo

    bajo

    sus

    hojas:

    atravesando por

    medio se llegaba

    á lo

    mas

    a l

    to del

    campo,

    por unas gra

    das construidas de piedras sin

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

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  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    87/269

    8o

    l a s pipas;

    cuando

    alumbran

    por l a noche

    todas l a s

    inme

    diaciones

    l o s

    fuegos

    a r t i f i c i a

    l e s , y

    hacen

    á lo lejos

    un rui

    do penetrante en honor de l a

    mas copiosa

    cosecha.

    No obs

    tante,

    ya

    camina

    con

    mas

    in

    quietud,

    despues

    que llaman

    do dos

    y tres

    veces á su h i j o ,

    solo l a responde e l eco, eco

    parlero que resonó desde l a s

    torres

    de

    l a

    ciudad

    en

    nume

    rosos acentos. ¡Ocurríala tan

    pocas veces haber de buscar

    á

    su

    hijo   nunca se aleja

    ba

    sin avisar,

    para

    evitar

    á

    su

    tierna

    madre vivas

    zozo

    bras; mas como

    tambien

    ha

    l l ó

    abierta l a

    última

    puerta

    de l a viña , todavía conserva

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

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    8i

    esperanza de encontrarle pro

    siguiendo

    su

    camino.

    Pásase

    al

    vasto

    campo

    formado

    en la

    espalda

    de

    l a colina ; y es

    tando

    siempre en su

    propio

    terreno, consideraba con gus

    to

    el

    trigo

    cargado

    de

    espigas

    doradas y vigorosas, abitán

    dose y

    doblegándose

    en toda

    la estcnsion

    del campo; sigue

    por una

    senda

    dirijiendo

    sus

    miradas hacia el peral fron

    doso que

    se

    elevaba

    en

    una

    colina, límite

    de

    sus

    posesio

    nes; ignorábase quien le plan

    tó,

    y

    por

    todas

    partes

    se

    des

    cubria

    desde

    una

    larga dis

    tancia,

    y

    su fruta era cele

    brada;

    á

    la sombra de

    este

    árbol

    comian

    alegremente

    los

    6

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    89/269

    8a

    segadores en l a

    hora

    del me

    dio dia

    ,

    y l o s

    pastores

    con su

    ganado se acojian á descansar

    á

    su

    abrigo, porque a l l í se

    encontraban

    asientos de

    pie

    dra v

    de

    verde césped. No se

    engañó

    en

    su

    esperanza;

    en

    aquel s i t i o estaba

    sentado

    su

    Herman,

    descansando

    su ca

    beza

    apoyada en

    el brazo, y

    mirando con

    suma

    atencion

    l o s

    lejanos montes que

    rodea

    ban

    aquel campo;

    tenia vuel

    t a l a espalda hacia

    donde

    ve

    nia su

    madre

    : deslizase ésta

    suavemente

    hácia

    é l ,

    y

    l e

    toca

    e l homhro con l i j e r a mano, y

    a l

    volverse su

    hijo, l e

    ve l l e

    nos l o s

    ojos

    de lágrimas.

    Me

    habeis

    sorprendido,

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

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    83

    madre querida, l a dice Her

    man

    asombrado;

    y

    apresúrase

    á

    enjugar e l

    llanto

    , espresion

    de

    los

    sentimientos

    nobles

    que animan á este mancebo.

    —i » ¿Lloras,

    lloras,

    hijo

    mio?

    clama

    enternecida

    l a

    madre.

    Me pasma tu desconsuelo;

    porque jamás te

    v i

    de ese mo

    do:

    dime., dime l a s penas de

    tu

    alma

    :

    dime

    por

    qué

    te

    sientas tan solo debajo de es

    te peral, y por qué corren

    tus lágrimas.

    El joven escelente recoje

    todas

    l a s

    fuerzas

    de

    su cora

    zon, y luego dice á

    su

    ma

    dre

    :—En verdad fuera

    me

    nester no temer alma en el

    pecho,

    ó

    ser

    duro

    cual

    el

    * *

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

    91/269

    84

    bronce ,

    para ver

    sin

    lástima

    en estos dias la miseria de los

    hombres, l a

    desgracia

    de Jos

    desterrados; y á menos de ca-

    recerabsolutamente

    de juicio,

    ¿quien vivirá en este tiempo

    seguro

    de

    su

    propia

    felicidad,

    y

    l a felicidad de su patria?

    Mi

    corazon

    se halla

    traspasa

    do

    de lo que he visto y oido

    saliendo de

    nuestra casa, vol

    mis miradas hácia esa cam

    piña tan

    estensa y tan

    flore

    ciente, y rodeada por todas

    partes de

    fértiles colinas;

    vol-

    vime

    á

    ver

    las

    doradas

    espi

    gas

    que

    se inclinan formando

    haces á

    la

    mano del segador,

    y

    las ricas frutas que prome

    ten

    llenar nuestras

    moradas;

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    85

    mas ¡ay ¡cuan próximo está

    el enemigo Verdad es que

    las ondas del

    Rhin nos defien

    den;

    pero

    ¿que

    valen l a s

    on

    das ni los montes contra

    esa

    nacion terrible que

    se

    acerca

    cual

    l a

    borrasca,

    congregando

    por

    todas

    partes l a ancianidad

    y

    la juventud,

    y siempre va

    adelantándose con ímpetu tan

    furioso?

    muchedumbre

    des-

    preciadora

    de los

    riesgos y

    l a

    muerte, muchedumbre que

    contrasta á

    l a

    muchedumbre,

    y l a

    reemplaza al

    momento.

    ¡Y

    osa

    en

    este dia

    un

    jer-

    rnano permanecer

    en

    su casa

    ¿y

    espera

    quizá

    salvarse

    de

    la

    desolacion universal que está

    amenazando

    Sí,

    madre

    mia,

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    88

    ras: no volveré ja á mi casa;

    desde aqui marcho á l a ciu

    dad,

    y

    consagro

    á

    nuestros

    guerreros,

    y en

    servicio

    de la

    patria,

    este

    corazon y este

    brazo; y luego juzgue mi pa

    dre

    sino

    escita

    tambien

    mi

    pecho una

    ambicion digna de

    alabanza; juzgue s i yo

    no

    abri

    go ningun deseo de elevarme

    sobre mi estado.

    La

    buena

    y

    prudente

    ma

    dre,

    derramando á estas vo

    ces algunas lágrimas, porque

    fácilmente

    se

    veian

    en sus

    ojos:

     

    Hijo,

    le

    dice,

    mi

    rándole con espresion y ter

    nura,

    ¿quien le ha trocado de

    tal manera? Todos los dias, y

    aun ayer mismo,

    abrias

    á tu

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    9 °

    e l cultivo de nuestras t i e r r a s .

    Habíame, pues, francamen

    te,

    ¿de

    que

    nace

    tu

    resolu

    cion?

    »Os engañais,

    madre

    mia

    , responde

    él con serie

    dad

    :

    l o s

    dias

    no

    son

    siempre

    unos; e l adolescente madura

    y

    llega á

    ser hombre, y sin

    duda se forma mejor

    para

    l a s

    grandes acciones en una vida

    tranquila

    y

    arreglada

    ,

    que

    en

    una vida incierta y tumultuo

    sa,

    pérdida de tantos jóvenes:

    aunque mi natural baya sido,

    y

    aun

    hoy

    sea

    pacífico

    y

    so

    segado

    , se ha criado

    dentro

    de mi pecho un

    corazon

    que

    detesta l a opresion y l a injus

    t i c i a ; sé observar cuanto acae

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    9\

    ¿por

    que

    estás

    hoy mas

    con

    movido? ¿por

    que

    hierve tu

    sangre

    en

    tus

    venas?

    ¿por

    que,

    á tu pesar , se acumulan l a s

    lágrimas

    en

    tus

    ojos,

    y co

    mienzan á derramarse?

    Entonces e l

    amable

    joven

    se entrega todo á su pena;

    llora amargamente,

    y solloza

    en

    e l seno

    de su madre;

    y

    vencido

    de sus

    razones,

    pro

    f i e r e

    a l

    f i n

    estas

    voces :

    La

    reprension de mi padre ha

    traspasado mi alma, porque

    no l a merecí

    hoy

    ni en dia

    alguno

    de

    mi

    vida.

    Mi

    placer

    mas delicioso desde mis p r i

    meros años , fue honrar á mis

    padres; nadie

    era,

    á

    mi

    pare

    cer, mas prudente ó mas ama

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    98 . v

    cho aposento y e l jardín, y

    y

    e l

    hermoso campo

    que se

    estiende

    en

    l a

    colina,

    me

    pa

    recen tan

    s o l i t a r i o s ¡todo es

    t á para mí tan desierto

    f á l

    tame l i n a

    compañera.

    Hijo

    mio,

    responde

    l a

    madre

    con

    voz

    llena de

    ter

    nura, cuando muestras ese

    deseo de conducir á

    tu

    estan

    cia l a esposa de nuestra elec

    cion,

    á

    f i n

    que

    l a

    noche

    sea

    una mitad dichosa de tu

    v i

    da, v por e l dia t e entregues

    con mayor gusto á aquellos

    trabajos,

    cuyos

    frutos

    reco-

    jerás

    tú; no, no

    puede

    ese

    momento parecerte tan agra

    dable como á tu padre y

    tu

    madre. Siempre te hemos

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    101

    celia abandona á su padre y

    á

    su

    madre

    por

    seguir

    á

    su

    marido,

    e l

    joven a l

    ver par

    t i r l a amada de su

    corazon,

    olvida

    que en otro tiempo

    tu

    vo un padre y una madre.

    Dejadme,

    pues,

    seguir

    ya

    l a

    senda por

    donde

    me guia

    mi

    desesperacion, porque mi pa

    dre ya ha

    pronunciado

    l a sen

    tencia

    decisiva,

    y

    no

    es

    mia

    ya

    su casa ,

    cuando

    l a cierra

    á l a única que yo deseaba

    llevar.

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    102

    ninguno quiera dar un paso

    para

    reunirse,

    ni

    abrir

    pri

    mero l o s labios y proferir pa

    labras de paz? Te l o aseguro,

    hijo mio;

    aun

    conservo en mi

    pecho l a esperanza de que

    aunque

    tu

    padre

    está

    tan

    de

    terminado

    contra l a

    eleccion

    de

    una doncella

    indijente,

    te

    permitirá

    d ; i r

    l a

    mano

    á tu

    amada,

    s i

    es

    como

    deseamos,

    buena y juiciosa; muchas ve

    ces en sus prontos dice cosas

    que luego no hace, y

    a s i sue

    le consentir l o mismo que ha

    bia

    negado;

    pero

    exije

    pala

    bras

    suaves,

    y de t i puede

    e x i j i r l a s ,

    porque es a l

    cabo

    tu

    padre.

    Tambien

    sabemos

    que

    sus

    enfados

    nunca

    duran

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    io3

    despues

    de

    comer; pues cuan

    do

    habla con fuego en l a me

    sa,

    y

    se

    entretiene

    en

    con

    testar

    á l o s

    raciocinios

    de

    l o s

    convidados,

    el

    vino

    despierta

    to^a   a vehemencia

    de su

    vo

    luntad

    ,

    y

    no

    l e

    permite

    com

    prender bien l a fuerza de sus

    espresiones; á nadie

    escucha

    sino á

    s í

    solo; nada l e afecta

    sino su propio sentir ;

    mas

    luego

    llega

    l a

    tarde,

    y

    han

    pasado

    l a s

    largas conversacio

    nes

    con sus amigos ; es mas

    moderado,

    l o sé, despues

    que

    se

    ha

    evaporado

    alguna

    pun

    t i l l a del vino,

    y

    conoce ha

    obrado sin razon. Ven, haga

    mos ahora mismo

    esta

    tenta

    t i v a ;

    arriesgarse

    con valores

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    io6

    placer. Todos

    los

    estados son

    buenos

    cuando

    no

    contradicen

    á l a

    naturaleza

    ó á

    la

    razon;

    el hombre desea mucho, y

    necesita de

    poco;

    los

    dias de

    los

    mortales son breves , y

    su

    suerte

    es

    limitada.

    No

    des

    apruebo

    al hombre

    que siem

    pre activo, y sin

    conocer el

    descanso

    ,

    surca con

    osado

    ardor

    los

    mares

    ,

    y

    recorre

    todos los caminos de l a tier

    ra , contentándose con verse

    rodeado, y rodear á

    los

    suyos

    de sus

    acumuladas ganancias;

    mas

    sé tambien

    apreciar

    al

    hombre

    pacífico

    , que

    lleva

    sus tranquilos pasos

    en

    torno

    de

    la

    herencia paterna , y

    atendiendo

    cuidadosamente

    á

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    110

    llegó ya el d i a ;

    y e l

    cielo l e

    ha

    mostrado su esposa, y ha f i j a

    do

    su

    eleccion.

    ¿No

    decíamos

    siempre nosotros : esta

    elec

    cion l a debe hacer é l ? ¿No has

    deseado tú mucho antes ver

    nacer

    en

    su

    alma

    esa

    ardiente

    inclinacion

    que

    l e

    hiciese

    ha

    l l a r

    su

    felicidad

    en tener

    una

    compañera? Llegó l a

    hora; su

    corazon

    esperimenta este sen

    timiento, y

    ha

    escojido

    co

    mo hombre sensible; ama á

    la

    doncella

    estranjera que

    le

    encontró

    en e l

    camino; ob

    téngala

    de

    t i ;

    sino,

    ha

    jurado

    no

    tomar

    jamás

    esposa.

    —Sí, obténgala de vos,

    padre

    mio,

    dice tambien Her

    man

    ;

    he hecho

    una

    eleccion

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    III

    segura, y exenta de baldon,

    y

    tendreis

    en e l l a una hija

    sin

    igual.

    Guardaba e l padre

    silencio;

    mas entonces se alza e l pár

    roco, y tomando l a

    palabra:

    »La

    vida

    y

    l a

    suerte

    del

    hom

    bre, dice, dependen de un

    instante siempre; porque aun

    despues de largas delibera

    ciones ,

    l a decision se

    hace

    en

    un

    momento,

    y

    solo

    e l

    hom

    bre discreto sabe tomar l a me

    j o r ;

    es como un

    tacto

    del

    sen

    timiento que se podria

    em

    botar,

    entregándose

    en

    aquel

    punto á

    consideraciones acce

    s o r i a s . El

    ánimo

    de

    Herman

    es sano ; conózcole

    desde su

    niñez, y no tendia igualmente

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    na

    l a s

    manos

    hacia todos los ob

    jetos;

    l o

    que

    pedia, podia

    serle

    ú t i l ,

    y

    a s i

    jamás

    desistia

    una

    vez

    hecha su eleccion.

    No

    os

    asombreis,

    pues,

    pa

    tron, s i sucede repentina

    mente

    lo que

    tanto

    tiempo

    habeis estado

    deseando;

    y

    aunque es verdad que vues

    tro deseo no

    se cumple cual

    l e formasteis, mirad que á

    veces nuestra ceguedad nos

    oculta e l verdadero objeto

    de

    nuestras ansias;

    mirad que l o s

    dones útiles solamente

    vie

    nen

    de

    arriba

    en

    su

    verdade

    ra forma. Asi

    no

    desconozcais

    á esa joven

    , l a

    primera que

    ha

    penetrado el

    corazon de

    pste hijo bueno y juicioso,

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    122/269

    n5

    seo os acompañe tambien el

    digno

    pastor;

    dos

    hombres

    tan

    escelentes, son testigos

    i r r e

    fragables.

    No, padre mio, no

    penseis

    que

    esta doncella v i

    no

    hasta

    aqui

    fujitiva;

    no

    es

    de

    aquellas vagabundas

    que

    andan

    discurriendo de t i e r r a

    en

    tierra

    para

    prender

    en sus

    lazos jovenes sin esperiencia.

    La

    guerra,

    ese

    terrible,

    ese

    universal azote, que

    destruye

    el mundo, y ha arrancado de

    sus

    cimientos tantas

    casas só

    lidas

    y

    seguras, desterró

    tam

    bien á esta desgraciada. ¿No

    andan errantes y desdichados

    tantos

    hombres

    distinguidos

    £or s í y por su ilustre l i n a j e ?

    uyen

    disfrazados

    l o s

    prínci-

    * *

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    ii7

    soltado hoy tu lengua

    entor

    pecida

    hace

    tantos años,

    y

    que

    nunca pronunciaba

    sones

    articulados

    sino

    en

    ocasiones

    precisas?

    ¿Esperimentaré yo

    hoy la suerte que amenaza á

    todos

    los

    padres

    ; que

    una

    madre harto induljente se

    muestre siempre dispuesta á

    favorecer

    l a obstinacion

    de

    su

    hijo,

    y

    halla

    un

    partidario

    en

    cada amigo ó vecino, cuando

    quieren

    persuadir al

    esposo

    ó

    al

    padre? Pero

    no

    quiero opo

    nerme

    á todos vosotros jun

    tos,

    porque ¿que

    resultaría?

    ya estoy

    viendo

    desde

    ahora

    la

    terquedad

    y las lágrimas.

    Id , y s i l a favorecen vuestros

    informes,

    traedla

    en

    nombre

  • 8/19/2019 Goethe - Herman y Dorotea

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    n8

    de

    Dios

    á

    mi

    casa como hija

    mia; s i

    no,

    que olvide su

    amor.

    Dice

    e l

    padre,

    y

    e l

    hijo

    esclama todo lleno de

    embe

    leso : Antes del f i n de este

    dia

    tendréis

    en

    vuestro

    poder

    l a doncella mas

    apreciable

    que

    pueda desear un hombre

    en

    quien

    l a prudencia domi

    na; y ya

    me atrevo

    á

    a f i r

    marlo,

    será como buena, di

    chosa. Sí, mientras viva me

    dará gracias

    de

    haberla

    vuel

    to

    un padre y

    una

    madre en

    vos,

    a s i

    como

    por

    su

    parte

    un

    buen padre

    y

    una madre

    desean tener hijos llenos de

    virtud. Mas no

    tardemos:

    ya

    voy á guarnecer mis caballos,

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     9 .

    y llevar á mis amigos en

    pos

    de

    l a

    que

    idolatro;

    abandono

    en sus

    manos,

    á su pruden

    cia, á

    su

    decision , e l destino

    de

    mi

    vida; l o juro, mi re

    gla

    será

    l o

    que

    ellos deter

    minaren;

    y

    mientras

    no

    sea

    mia , no

    quiero

    volver á ver

    á esa joven

    estranjera. Sale

    hablando

    de esta

    suerte

    , y

    l o s

    que

    quedan

    dentro

    de

    l a

    sala

    conferencian

    juiciosamente,

    y

    se

    apresuran á

    ponerse

    de

    acuerdo

    sobre asunto tan

    im

    portante.

    Vuela

    Herman

    hácia

    l a

    cua

    dra donde estaban

    descan

    sando sus fogosos caballos,

    y

    consumiendo

    rápidamente

    l a

    avena

    pura

    y

    el

    heno

    seco,

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    bierto

    de estos árboles,

    corre

    una

    cristalina

    fuente

    ,

    y

    ba

    jando por l a s gradas , se des

    cubr