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ARISTÓTELES

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BIBLIOTECA D E LOS GRANDES PENSADORES

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INTRODUCCIÓN

Introducción: Teresa Martínez Manzano Traducción y notas: Julio Pallí Bonet © Editorial Gredos, S.A. © 2004 RBA Coleccionables, S.A., para esta edición | Pérez Galdós, 36, 08012 Barcelona

I Diseño: Brugalla

ISBN: 84-473-3043-5 Depósi to legal: B . 14.194-2004

Impresión y encuademación: CAYFOSA-QUEBECOR, Industria Gráfica Santa Perpetua de Mogoda (Barcelona)

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Impreso en España — Printed in Spain

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LIBRO I

SOBRE L A FEL IC IDAD

1. Introducción: toda actividad humana tiene un fin

Todo arte y toda investigación e, igualmente, toda ac- I»M»

ción y libre elección parecen tender a algún bien; por esto se ha manifestado, con razón, que el bien es aquello hacia lo que todas las cosas tienden1. Sin embargo, es evidente que hay algunas diferencias entre los fines, pues unos son acti­vidades y los otros obras aparte de las actividades; en los 5 casos en que ha}' algunos fines aparte de las acciones, las obras son naturalmente preferibles a las actividades2. Pero como hay muchas acciones, artes y ciencias, muchos son también los fines; en efecto, el fin de la medicina es la sa­lud; el de la construcción naval, el navio; el de la estrategia,

1 Como es costumbre en Aristóteles, el autor empieza este tratado de­terminando, ante todo, el objeto de su investigación. Apoyándose en tex­tos de Platón, establece una clasificación de las acciones morales, para lle­gar a la afirmación general de un fin supremo de ia vida humana»

2 Aristóteles se esfuerza en esclarecer que una cosa es la acción, otra la actividad y otra la producción. En general, el producto es mejor que la actividad, pues ésta tiene como fin a aquél.

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l a v ictor ia; el de la economía, la riqueza. Pero cuantas de 10 ellas están subordinadas a una sola facultad 3 (como la fabr i ­

cación de frenos y todos los otros arreos de los caballos se subordinan a la equitación, y, a su vez, ésta y toda actividad guerrera se subordinan a la estrategia, y del mismo modo otras artes se subordinan a otras diferentes), en todas ellas los fines de las pr incipales 4 son preferibles a los de las su-

15 bordinadas, ya que es con vistas a los primeros como se persiguen los segundos. Y no importa que los fines de las acciones sean las actividades mismas o algo diferente de ellas, como ocurre en las ciencias mencionadas.

2. La ética forma parte de ¡a política

• ) - " .....SJL.pwes, de las cosas que hacemos hay algún f i n que ¡ queramos por sí mismo, y las demás cosas por causa de él, y fío lo que elegimos no está determinado por otra cosa — p u e s

así el proceso seguiría hasta el in f in i to , de suerte que el de­seo sería vacío y vano—, es evidente que este f i n será lo bueno y lo mejor. ¿No es verdad, entonces, que el conoci­miento de este bien tendrá u n gran peso en nuestra v ida y que, como aquellos que apuntan a u n blanco, no alcanzare-

25 mos mejor el que debemos alcanzar? Si es así, debemos i n ­tentar determinar, esquemáticamente al menos, cuál es este bien y a cuál de las ciencias o facultades pertenece. Parece­ría que ha de ser ¡a suprema y directiva en grado sumo. Ésta;

MMb es, manifiestamente, la política5. En efecto, ella es la que

3 O capacidad de actuar, referido, quizá, más bien a la ciencia práctica. 4 E n el testo «ciencias arquitectónicas», metáfora tomada dei arte de la

construcción, en que la c iencia de! arquitecto se distingue del arte manual de los obreros.

5 E n el sentido más noble y elevado del término, es decir, la c iencia que tiene como f i n fijar las normas generales de la acción que aseguren e l b ien de los ciudadanos y , en def in i t iva , de la c iudad.

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regula qué ciencias son necesarias. enlas_cradades.y_ cuáles ha de aprender cada uno y hasta qué extremo. Vemos, ade­más, que las facultades más estimadas le están subordina­das, como la estrategia, la economía, la retórica. Y puesto que la política se. sirve.de las demás ciencias y prescribe, además, qué se debe hacer y , qué se debe evitar, el f i n de s ella incluirá Jos. fines¡de. las_ demás ciencias, de modo que constituirá el bien del hombre. Pues aunque sea. el mismo el bien del'individuó y eTde la ciudad, es evidente que es m u -cho más grande y más perfecto alcanzar y salvaguardar el I de la ciudad; porque procurar el bien de una persona es algo \ deseable, pero es más hermoso y divino conseguirlo para un -i pueblo y para ciudades.

A esto, pues, tiende nuestra investigación, que es una io cierta disciplina política.

3. La ciencia política no es una ciencia exacta

Nuestra exposición será suficientemente satisfactoria, si es presentada tan claramente como lo permite la materia; porque no se ha de buscar el mismo rigor en todos los razo­namientos, como tampoco en todos los trabajos manuales. Las cosas nobles y justas que son objeto de la política pre- 15 sentan tantas diferencias y desviaciones, que parecen existir sólo por convención y no por naturaleza. Una inestabilidad así la tienen también los bienes a causa de los perjuicios que causan a muchos; pues algunos han perecido a causa de su riqueza, y otros por su coraje. Hablando, pues, de tales co- 20 sas y partiendo de tales premisas, hemos de contentarnos con mostrar la verdad dé un modo tosco y esquemático. Y cuando tratamos de cosas que ocurren generalmente y se parte de tales premisas, es bastante con llegar a conclusio­nes semejantes. Del mismo modo se ha de aceptar cada uno

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de nuestros razonamientos; porque es propio del hombre instruido buscar la exactitud en cada materia en la medida

25 en que la admite la naturaleza del asunto; evidentemente, tan absurdo seria aceptar que un matemático empleara la persuasión como exigir de un retórico demostraciones.

10953 Por otra parte, cada uno juzga bien aquello que conoce, y de estas cosas es un buen juez; pues, en cada materia, juz­ga bien el instruido en ella, y de una manera absoluta, el instruido en todo. Así, cuando se trata de ia política, el jo­ven no es un discípulo apropiado, ya que no tiene experien­cia de las acciones de la vida, y los razonamientos parten de

5 ellas y versan sobre ellas; además, siendo dócil a sus pasio­nes, aprenderá-en vano y sin provecho, puesto que el fin de la política no es el conocimiento, sino la acción. Y poco im­porta si es joven emedad o de carácter juvenil; pues el de­fecto no radica en el tiempo, sino en vivir y procurar todas las cosas de acuerdo con lá' pasión. Para tales personas, el

io conocimiento resulta inútil, como para los incontinentes; en cambio, para los que orientan sus afanes y acciones según la razón, el saber acerca de estas cosas será muy provechoso.

Y baste esto como introducción sobre el discípulo, el modo de recibir las enseñanzas y el objeto de nuestra inves­tigación.

4. Divergencias acerca de ia naturaleza de la felicidad

Puesto que todo conocimiento y toda elección tienden a algún bien, volvamos de nuevo a plantearnos la cuestión:

15 cuál es la meta de la política y cuál es el bien supremo entre todos los que pueden realizarse. Sobre su nombre, casi todo el mundo está' de acuerdo, pues tanto el vulgo como los cultos dicen que es la felicidad, y. piensan j ^ . y r y j r J ^ ^ T y

20 obrar bien es lo mismo que ser feliz. Pero sobre Ib que es la

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felicidad discuten y no lo explican del mismo modo el vul­go y los sabios. Pues unos creen que es alguna de las cosas tangibles y manifiestas como el placer, o la riqueza, o los honores; otros, otra cosa; muchas veces, incluso, una misma persona opina cosas distintas: si está enferma, piensa que la felicidad es la salud; si es pobre, la riqueza; los que tienen 25 conciencia de su ignorancia admiran a los que dicen algo grande y que está por encima de ellos. Pero algunos creen que, aparte de toda esta multitud de bienes, existe otro bien en sí y que es la causa de que todos aquéllos sean bienes6. Pero quizá es inútil examinar a fondo todas las opiniones, y basta con examinar las predominantes o que parecen tener alguna razón.

No olvidemos, sin embargo, que los razonamientos que 30 parten de los principios difieren de los que conducen a ellos. En efecto, también Platón suscitaba, con razón, este pro­blema e inquiría si la investigación ha de partir de los prin­cipios o remontarse hacia ellos, así como, en el estadio, uno 'msb ha de correr desde los jueces hacia la meta o al revés. No hay duda de que se ha de empezar por las cosas más fáciles de conocer; pero éstas lo son en dos sentidos: unas, para nos­otros; las otras, en absoluto. Debemos, pues, quizá, empe­zar por las más fáciles de conocer para nosotros. Por esto, para ser capaz de ser un competente discípulo de las cosas buenas y justas y, en suma, de la política, es menester que s haya sido bien conducido por sus costumbres. Pues el punto de partida es el qué, y si esto está suficientemente claro no habrá ninguna necesidad del porqué. Un hombre así tiene ya o puede fácilmente adquirir los principios. Pero aquel que

6 Alusión a las Ideas de Platón que existen por sí mismas y sirven de modelos a las cosas particulares.

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no posee ninguna de estas cosas, escuche las palabras de Hesíodo7: El mejor de todos los hombres es el que voy sí mismo com-

[prende todas ¡as cosas; es bueno, asimismo, el que hace caso al que bien le aconseja; pero el que ni comprende por sí mismo ni lo que escucha a

[otro retiene en su mente, éste, en cambio, es un hombre inútil.

5. Principales modos de vida

Pero sigamos hablando desde el punto en que nos des­viamos. No es sin razón el qué los hombres parecen enten­der el bien y la felicidad partiendo de los diveros géneros de vida. Así ei vulgo y los más groseros ios identi f ican con el placer, y, por eso, aman la v ida voluptuosa — l o s principales modos de v ida son, en efecto, tres: la que acabamos de de­cir, la política y, en tercer lugar, la contemplativa—. La ge­neralidad de los hombres se muestran del todo serviles al preferir una vida de bestias, pero su actitud tiene algún fun­damento porque muchos de los que están en puestos eleva­dos comparten los gustos de Sardanápalo8. En cambio, los mejor dotados y los activos creen que el bien son los hono­res, pues tal es ordinariamente el f i n de la vida polífica7 Pe­ro, s in duda,- esté bien es más superficial que lo que busca­mos, ya que parece que radica más en los que conceden los honores que en el honrado, y adivinamos que el bien es algo propio y difícil de arrebatar. Por otra parte, esos hombres

7 Trabajos y Días 293 ss.

8 Monarca asido, famoso por l levar una v ida de placeres sensuales. L a Antología Palatina ( V I I 325) nos ha conservado u n epitafio sobre la t u m ­ba de este rey que hace referencia a su género de vida disipada. Quizá se trate de Asurbanipal , rey de Nínive (667-647).

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parecen perseguir los honores para persuadirse a sí mismos de que son buenos, pues buscan ser honrados por los hom­bres sensatos y por los que los conocen, y por su v i r tud ; es evidente, pues, que, en opinión de estos hombres, la v i r tud es superior. Tal vez se podría suponer que ésta sea el f i n de la vida política; pero salta a la vista que es incompleta, ya que puede suceder que el que posee la v i r tud esté dormido o inactivo durante toda su vida, y, además, padezca grandes males y los mayores infortunios; y nadie juzgará feliz al que viva así, a no ser para defender esa tesis. Y basta sobre esto, pues ya hemos hablado suficientemente de ello en nuestros escritos enciclopédicos9. E l tercer modo de vida es el con­templativo, que examinaremos más adelanté. En cuanto a la vida de negocios, es algo violento, y es evidente que la r i ­queza no es el bien que buscamos, pues es útil en orden a otro. Por ello, uno podría considerar como fines los antes mencionados, pues éstos se quieren por sí mismos, pero es evidente que tampoco lo son, aunque mubhos argumentos han sido formulados sobre ellos. Dejémoslos, pues.

6. Refutación de la idea platónica del Bien

Quizá sea mejor examinar la noción del bien universal y preguntarnos qué quiere decir este concepto, aunque esta investigación nos resulte difícil por ser amigos nuestros los que han introducido las ideas. Parece, sin embargo, que es mejor y que debemos sacrificar incluso lo que nos es pro­pio, cuando se trata de salvar la verdad, especialmente sien-

9 N o está claro si se refiere a escritos de vulgarización, o b ien a verda­deros debates filosóficos. Quizás, la expresión tiene un alcance más gene­ral e indica, simplemente, que estaba en circulación.

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15 do filósofos; pues, siendo ambas cosas queridas, es justo preferir la verdad 1 0.

Los que introdujeron esta doctrina no formularon ideas sobre las cosas en las que se establecía un orden de priori­dad y posterioridad (y, por eso, no crearon una idea de los números); pero el bien se dice en la sustancia y en la cuali-

20 dad y en la relación; ahora bien, lo que existe por sí mismo "y es sustancia es anterior por naturaleza a la relación (que parece una ramificación y accidente del ente), de modo que no podrá haber una idea común a ambas.

Además, puesto que la palabra «bien» se emplea en tantos 25 sentidos como la palabra «ser» (pues se dice en la categoría

de sustancia, como Dios y el intelecto; en la de cualidad, las virtudes; en la de cantidad, la justa medida; en la de rela­ción, lo útil; en la de tiempo, la oportunidad; en la de lugar, el habitat, y así sucesivamente), es claro que no podría ha­ber una noción común universal y única; porque no podría

30 ser usada en todas las categorías, sino sólo en una. Por otra parte, puesto que de las cosas que son según una sola idea hay una sola ciencia, también habría una ciencia de todos los bienes. Ahora, en cambio, hay muchas ciencias, incluso de los bienes que caen bajo una sola categoría; así, la cien­cia de la oportunidad, en la guerra es la estrategia, y en la

35 enfermedad, la medicina; y la de la justa medida, en el ali­mento es la medicina, y en los ejercicios físicos la gimnasia.

Uno podría también preguntarse qué quiere decir con 1096b «cada cosa en sí misma»; si, por ejemplo, la definición de

hombre es una y la misma, ya se aplique al hombre en sí mismo ya a un hombre individual; pues en cuanto hombre, en nada difieren; y si es así, tampoco en cuanto a bien. N i

1 0 Es de todos conocido el famoso proverbio que se encuentra en una Vida de Aristóteles: Amicus Pialo, sedmagis árnica.veritas.

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tampoco por ser eterno sería más bien, pues un blanco que dura mucho tiempo no lo es más que el que dura un solo 5 día.

Los pitagóricos parece que dan una opinión más vero­símil sobre esta cuestión, al colocar lo uno en la serie de los bienes, y Espeusipo parece seguirlos11. Pero dejemos esta materia para otra discusión.

Se puede suscitar una duda acerca de lo dicho, porque los argumentos { de los platónicos ) no incluyen todos los bienes, sino que se dicen según una sola especie los que se io buscan y aman por sí mismos, mientras que los bienes que los producen o los defienden de algún modo o impiden sus contrarios se dicen por referencia a éstos y de otra manera. Es evidente, pues, que ios bienes pueden decirse de dos mo­dos: unos por sí mismos y los otros por éstos. Separando, 15 pues, de los bienes útiles los que son bienes por sí mismos, consideremos si éstos se dicen según una sola idea. Pero ¿qué bienes hay que colocar en la clase de bienes por sí mis-mos? ¿Acaso cuantos buscamos, incluso aislados, como el pensar y el ver y algunos placeres y honores? Pues todos és- I tos, aunque los busquemos por otra cosa, podrían conside- J rarse, con todo, como bienes por sí mismos. ¿O sólo se ha 20 de considerar como bien en sí la Idea { del bien ) ? En este caso las especies de bienes existirían en vano. Si, por otra parte, aquéllos son bienes por sí mismos, aparecerá por ne-

1 1 Algunos pitagóricos reconocían que había diez pares de principios contrarios que colocaban en dos columnas: en una las cosas consideradas como buenas y en la otra las no tan buenas o malas. El Uno se encuentra en la misma columna que el Bien, pero es distinto de él y anterior. Espeu­sipo, sobrino de Platón y sucesor de él en la Academia, sostenía que los primeros principios son indeterminados e imperfectos, y que el Bien y la Belleza aparecían en el curso de la evolución del mundo. De ahí que, tanto los pitagóricos como Espeusipo, estaban más cerca del punto de vista de Aristóteles que del de Platón.

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cesidad en todos ellos la misma noción del bien, como la noción de la blancura en la nieve y en la cerusa. Pero las nociones dé honor, prudencia y placer son otras y diferen-

25 tes, precisamente, en tanto que bienes; por lo tanto,..no, es el bien algo común en v i r tud de una idea. Entonces, ¿en qué manera estas cosas son llamadas bienes? Porque no se pare­cen a ías cosas que son homónimas por azar. ¿Acaso por proceder de u n solo bien.a .por. tendertodas al misrnó'rfiri7^o nías Sien por analogía? 1 2. Como la vista en el cuerpo, la i n -

3 o téligéneia en -el alma, y así sucesivamente. Pero acaso de­bemos dejar esto por ahora, porque una detallada investiga­ción de esta cuestión sería más propio de otra disciplina filosófica.

Y lo mismo podríanlos decir acerca de la Idea, pues si el bien predicado en común de varias cosas es realmente uno, o algo separado que existe por sí mismo, el hombre no po-

3 5 dría realizarlo n i adquir ir lo; y lo que buscamos ahora es a l ­go de esta naturaleza.

Pero, quizás, alguien podría pensar que conocer el bien 1097a sería muy útil para alcanzar los bienes que se pueden adqui­

r ir y realizar, porque poseyendo este modelo conoceremos también mejor nuestros'bienes, y conociéndolos los logra­remos. Este argumento tiene, sin duda, cierta verosimi l i tud;

5 pero parece estar en desacuerdo con las ciencias; todas, en efecto, aspiran a algún bien, y buscando lo que les falta des­cuidan el conocimiento del bien mismo. Y, ciertamente, no es razonable que todos ios técnicos desconozcan una ayuda

1 2 Después de establecer que la noción del B ien no es u n término uní­voco, se pregunta si no será u n término equívoco, es decir, u n término que, bajo u n mismo nombre, designa realidades distintas. Precisando más este concepto expuesto ya en los Tópicos, distingue Aristóteles tres t ipos de equívoco que enumera sumariamente. Por «analogía» enriende igualdad

• de relación. (Sobre esta cuestión, véase É. E. I 8, y V I I 2.)

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tan importante y n i siquiera la busquen. Además, no es fácil ver qué provecho sacarán para su arte el tejedor o el carpin­tero de conocer el Bien en sí, o cómo podría ser mejor mé­dico o mejor general el que haya contemplado esta idea. Es 10 evidente que el médico no considera así la salud, sino la salud del hombre, o, más bien aún, la de este hombre, ya que cura a cada individuo ° . Y baste con lo dicho sobre estas cosas.

7. El bien del hombre es un fin en si mismo, .perfecto y su­ficiente

Pero volvamos de nuevo al bien objeto de nuestra inves­tigación e indaguemos qué es. Porque parece ser distinto en cada actividad y en cada arte; uno es¿ en efecto, en la medi­cina, otro en la estrategia, y así sucesivamente. ¿Cuál es, por tanto, el bien de cada una? ¿No es aquello á causa de lo cual se hacen las demás cosas? Esto es, en la medicina, la salud; 20 en la estrategia, la victoria; en la arquitectura, la casa; en otros casos, otras cosas, y en toda acción y decisión es el f i n , pues es con vistas al f i n como todos hacen las demás cosas. De suerte que, si hay algún f i n de todos los actos, éste será el bien realizable, y si hay varios, serán éstos. Nues­tro razonamiento, a pesar de las digresiones, vuelve al mis­mo punto; pero debemos intentar aclarar más esto. Puesto 2s que parece que los fines son varios y algunos de éstos los elegirnos por otros, como la riqueza, las flautas y, en gene­ral, los instrumentos, es evidente.que no son todos perfec­tos, pero lo mejor parece ser algo perfecto. Por consiguien-

1 3 Sin negar la necesidad para el médico de! concepto universal de sa­lud, Aristóteles cree, con todo, más necesaria la experiencia que le propor­ciona el estudio de los casos particulares. Por otra parte, no niega Aristóte­les el B i en transcendente, sino que; sea éste una idea y no una substancia.

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te, si hay sólo un bien perfecto, ése será el que buscamos, y 30 si hay varios, el más perfecto de ellos.

Ahora bien, al que se busca por sí mismo le llamamos más perfecto que al que se busca por otra cosa, y al que nunca se elige por causa de otra cosa, lo consideramos más perfecto que a los qup se eligen, ya por sí mismos, ya por otra cosa. Sencillamente, llamamos perfecto lo que siempre se elige por sí mismo y nunca por otra cosa.

io?7b Tal parece ser, sobre todo, la felicidad 1 4, pues la elegi­mos por ella misma y- nunca por otra cosa, mientras que los honores, el placer, la inteligencia y toda virtud, los deseamos en verdad, por sí mismos (puesto que desearíamos todas es­tas cosas, aunque riinguna ventaja resultara de ellas), pero tam­bién los deseamos a causa de la felicidad, pues pensamos

5 que gracias a ellos seremos felices. En cambio, nadie busca la felicidad por estas cosas, ni en general por ninguna otra ) j .

Parece que también ocurre lo mismo con la autarquía 1 6 , pues el bien perfecto parece ser suficiente. Decimos sufi-

1 4 Pero, ¿en qué consiste la felicidad, ¡a eudaimonía? Tal es, en rigor, el tema de la ética aristotélica. Todos, nos dice el autor, estamos de acuer­do en que necesitamos la felicidad, pero discrepamos en cuanto al concep­to y cuál es el mejor camino para alcanzarla. Los rasgos más importantes del concepto de felicidad son que la elegimos siempre por ella misma y nunca por otra cosa y que consideramos a la felicidad como algo que se basta a sí mismo y que incluye en sí todo lo deseable en la vida. Según el autor, la felicidad es una actividad del alma de. acuerdo con la virtud per­fecta (É. N. 1102a4). La cuestión será analizada de nuevo en el libro X pa-fa'llegar a la conclusión de que la felicidad suprema radica en la vida contemplativa, la cual tiene por objeto las realidades más sublimes.

1 5 El problema que se suscita aquí es el de si hay un fin que se persiga por sí mismo y no esté subordinado a otro. En este caso, sería un fin com­pleto frente a los otros, incompletos.

1 6 Una de las acciones centrales de la moral aristotélica. La felicidad es el bien que, cuando lo poseemos, nos hace indepedientes, y el hombre es independiente cuando posee todo lo necesario para su felicidad.

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cíente no en relación con uno mismo, con el ser que vive una vida solitaria, sino también en relación con los padres, hijos y mujer, y, en general, con los amigos y conciudada­nos, puesto que el hombre es por naturaleza un ser social.17, io No obstante, hay que establecer un límite en estas relacio­nes, pues extendiéndolas a los padres, descendientes y ami­gos de los amigos, se iría hasta el 'infinito. Pero esta cues­tión la examinaremos luego. Consideramos suficiente lo que por sí solo hace deseable la vida y ño necesita nada, y cree­mos que tal es la felicidad. Es lo más deseable de todo, sin 15 necesidad de añadirle nada; pero es evidente que resulta" más deseable, si se le añade el más pequeño de los bienes, • pues la adición origina una superabundancia de bienes, y, entre los bienes, el mayor es siempre más deseable. Es ma- 20 nifiesto, pues, que la felicidad es algo perfecto y suficiente, ya que es el f in de los actos.

Decir que la felicidad es lo mejor parece ser algo uná­nimemente reconocido, pero, con todo, es deseable exponer aún con más claridad lo que es. Acaso se conseguiría esto, si se lograra captar la función del hombre. En efecto, como 25 en el caso de un flautista, de un escultor y de todo artesano, y en general de los que realizan alguna función o actividad parece que lo bueno y el bien están en la función, así tam­bién ocurre, sin duda, en el caso del hombre, si hay alguna función que le es propia. ¿Acaso existen funciones y activi­dades propias del carpintero, del zapatero, pero ninguna del hombre, sino que éste es por naturaleza inactivo? ¿O no es 30 mejor admitir que así como parece que hay alguna función propia del ojo y de la mano y del pie, y en general de cada

1 7 Propiamente, «animal político» (cf. Política I 2, 1253a2-3), es decir, hecho para vivir en una polis, en una ciudad. El solitario es, para Aristóte­les, un desgraciado.

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uno de los miembros, así también pertenecería al hombre alguna función aparte de estas? ¿^f cual, precisamente, sera esta función? E l v iv ir , en efecto, parece también común a las plantas, y aquí .buscamos lo propio. Debemos, pues, de-

JOTSS j a r de lado la v ida de nutrición y crecimiento. Seguiría des-" pues la.,sensitiva^ pero parece que también ésta es común al caballo, al buey y a todos los animales. Resta, pues, cierta actividad propia del ente que tiene razón. Pero aquél, por una parte, obedece a ¡a razón, y por otra, la posee y piensa. Y como esta vida racional tiene dos significados, hay que

s tomarla en sentido activo, pues parece que primordialmente se dice en esta acepción. Si, entonces, la función propia del hombre es una actividad del alma según la razón, o que impl ica la razón, y si, por otra parte, decimos que esta fun­ción es específicamente propia del hombre y del hombre bueno, como el tocar la cítara es propio de un citarista y de un buen citarista, y así en todo añadiéndose a la obra la ex-

10 ceíencia queda la v i r tud (pues.es propio de un citarista tocar la cítara y del buen citarista tocarla bien), siendo esto así, decimos que la función del hombre es una cierta vida, y ésta es una actividad del alma y unas acciones razonables, y la

15 del hombre bueno estas mismas cosas bien y hermosamente, y cada uno se realiza b ien según "su "propia virtud} y si" esto es así, resulta que el bien del hombre es una actividad del alma de acuerdo con la v i r tud, y si las virtudes son varias, de acuerdo con la mejor y ..más perfecta, y además en u n a -vida entera 1 8 . Porque una golondrina no hace verano, n i u n

20 solo día, y así tampoco n i un solo día n i un instante (bastan) para hacer venturoso y feliz.

1 8 E l autor excluye de la fe l ic idad al niño y ai adolescente. Sólo la edad adulta es capaz de poseerla con el ejercicio de las v ir tudes.

j

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Sirva lo que precede para describir el bien, ya que, tal vez, se debe hacer su bosquejo antes de describirlo con de­talle. Parece que todos podrían continuar y completar lo que está bien bosquejado, pues el tiempo es buen descubridor y coadyuvante en tales materias. De ahí han surgido los pro­gresos de las artes, pues cada uno puede añadir lo que falta. Pero debemos también recordar lo que llevamos dicho y no 25 buscar del mismo modo el rigor en todas las cuestiones, si­no, en cada una según la materia que subyazga a ellas y en un grado apropiado a la particular investigación. Así, el carpintero y el geómetra buscan de distinta manera el ángu­lo recto 1 9 : uno, en cuanto es útil para su obra; el otro busca 30 qué es o qué propiedades tiene, pues aspira a contemplar la verdad. Lo mismo se ha de hacer én las -demás cosas y no permitir que lo accesorio domine ló principal . Tampoco se íwm ha de exigir la causa por igual en todas las cuestiones; pues en algunos casos es suficiente indicar bien el hecho, como cuando se trata de los principios, yaique el hecho es primero y principio. Y de los principios, unos se contemplan por i n ­ducción, otros por percepción, otros mediante cierto hábito, y otros de diversa manera. Por tanto, debemos intentar pre- 5 sentar cada uno según su propia naturaleza y se ha de poner la mayor dil igencia en definirlos bien, pues tienen gran i m ­portancia para lo que sigue. Parece, pues, que el pr inc ip io es más de la mitad del t odo 2 0 , y que por él se hacen evidentes muchas de las cuestiones que se buscan.

1 9 En efecto, al carpintero le basta el uso correcto del ángulo recto, y nada añade a su of ic io el conocimiento de la definición y propiedades del ángulo recto.

2 0 HES ÍODO, Trabajos y Días 4 0 .

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8. La felicidad es una actividad de acuerdo con la virtud

10 Se ha de considerar, por tanto, ia definición (de la feli­cidad,) no sólo desde la conclusión y las premisas, sino también a partir de lo que se dice acerca de ella, pues con la verdad concuerdan todos .los datos, pero con lo falso pronto discrepan. Divididos, pues, los bienes en tres clases21, los llamados exteriores, los del alma y los del cuerpo, decimos que los del alma son los más importantes y los bienes por excelencia, y las acciones y las actividades anímicas las re­

ís ferimos al alma. Así nuestra definición debe ser correcta, al menos en relación con esta doctrina que es antigua y acep­tada por los filósofos. ÍES también correcto decir que el f in consiste en ciertas acciones y actividades, pues así se des-

20 prende de los bienes del alma y no de los exteriores. Con­cuerda también con nuestro razonamiento el que el hombre feliz vive bien y obra bien, pues a esto es, poco más o me­nos, a lo que se llama buena vida y buena conducta. Es evi­dente, además, que todas las condiciones requeridas para la

25 felicidad se encuentran en nuestra definición. En efecto, a unos les parece que es la virtud, a otros la prudencia, a otros una cierta sabiduría, a otros estas mismas cosas o algunas de ellas, acompañadas de placer o sin él; otros incluyen, ade­más, la prosperidad material. De estas opiniones, unas son sustentadas por muchos y antiguos; otras, por pocos, pero ilustres; y es poco razonable suponer que unos y otros se

ti,

los bienes en bienes del alma y bienes del cuerpo, el autor se separa de ia doctrina hilemórfíca del tratado Acerca del alma, en donde habla sólo de bienes del alma.

¡¡fe '

1

2 1 Esta división de los bienes se encuentra también muchas veces en P L A T Ó N (cf. Leyes I I I 697b; Eutidemo 279a-b). Por otra-parte, al dividir

I i

L I B R O I 39

han equivocado del todo, ya que al menos en algún punto o en la mayor parte de ellos han acertado.

Nuestro razonamiento está de acuerdo con los que dicen 30 que la felicidad es la virtud ó alguna clase de virtud, pues la actividad conforme a. la virtud es una actividad propia de ella. Pero quizás hay no pequeña diferencia en poner el bien supremo en una posesión o en un uso, en un modo de ser o en una actividad. Porque el modo de ser puede estar presen- íow» te sin producir ningún bien, corno en el que duerme o está inactivo por cualquier otra razón, pero con la actividad esto no es posible, ya que ésta actuará necesariamente y actuará bien. Y así como en los Juegos Olímpicos no son los más hermosos ni los más fuertes los que son coronados, sino los 5 que compiten (pues algunos de éstos vencen), así también en la vida los que actúan rectamente alcanzan las cosas buenas y hermosas22; y la vida de éstos es por sí misma agradable. Porque el placer es algo que pertenece al alma, y para cada uno es placentero aquello de lo que se dice afi­cionado, como el caballo para el que le gustan los caballos, 10 el espectáculo para el amante de los espectáculos, y del mis­mo modo también las cosas justas para el que ama la justi­cia, y en general las cosas virtuosas gustan al que ama la virtud. Ahora bien, para la mayoría de los hombres los pla­ceres son objeto de disputa, porque no lo son por naturaleza, mientras que las cosas que son por naturaleza agradables son agradables a los que aman las cosas nobles. Tales son 15 las acciones de acuerdo con la virtud, de suerte que son agradables para ellos y por sí mismas. Así la vida de estos hombres no necesita del placer como de una especie de añadidura, sino que tiene el placer en sí misma. Añadamos

La vida humana es, preferentemente, acción, y son nuestras accio­nes las que nos hacen felices o desgraciados.

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4 0 É T I C A N I C O M Á Q U E A

que n i siquiera es bueno el que no se complace en las accio­nes buenas, y nadie llamará justo al que no se complace en la práctica de la just ic ia, n i l ibre al que no se goza en las

20 acciones liberales, e igualmente en todo lo demás. Si esto es así, las acciones de acuerdo con la v i r tud serán por sí mis­mas agradables. Y también serán buenas y hermosas, y am­bas cosas en sumo grado, si el hombre virtuoso juzga rec­tamente acerca de todo esto, y juzga como ya hemos dicho.

25 La felicidad, por consiguiente, es lo mejor, lo más hermoso y lo más agradable, y estas cosas no están separadas como en la inscripción de Délos:

Lo más hermoso es lo más justo; lo mejor, la salud; pero lo más agradable es lograr lo que uno arna2^p

10 sino que todas ellas pertenecen a las actividades mejores; y la mejor de todas éstas decimos que es la felicidad.

-PexQ_es.evidente que la fel icidad necesita también de los 1099b bienes exteriores, como di j imos; pues es imposible "ó"'no'es

fácil hacer el b ien cuando no se cuenta con recursos. M u ­chas cosas; en efecto, sé hacen por medio de los amigos o de la riqueza o el poder político, como si se tratase de ins­trumentos; pero la carencia de algunas cosas, como la no­bleza de linaje, buenos ihijos y belleza, empañan la dicha; pues uno que fuera de semblante feísimo o mal nacido o so-

s lo y sin hijos, no podría ser feliz del todo, y quizá menos aún aquel cuyos hijos o amigos fueran completamente ma­los, o, siendo buenos, hubiesen muerto. Entonces, como he­mos dicho, la felicidad parece necesitar también de tal pros­peridad, y por esta razón algunos identif ican la felicidad con

" J Inscripción que se encontraba en los propileos del templo de Leto en Délos, y que se inserta también al pr inc ip io de la Ética Endemia.

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la buena'suerte, mientras que otros (la identif ican) con la v irtud. '

9. La felicidad y la buena suerte

De ahí surge la dif icultad de si la fel icidad es algo que puede adquirirse por el estudio o por la costumbre o por al- 10 gún otro ejercicio, o si sobreviene por algún destino divino o incluso por suerte 2 4 . Pues si hay alguna otra dádiva que los hombres reciban de los dioses, es razonable pensar que la fel icidad sea un don de los dioses, especialmente por ser la mejor de las cosas humanas. Pero quizás este problema sea más propio de otra investigación. Con todo, aun cuando ís la fel icidad no sea enviada por los dioses, sino que sobre­venga mediante la v i r tud y cierto ¡aprendizaje o ejercicio, parece ser el más divino de los bienes, pues el premio y el f i n de la v i r tud es lo mejor y, evidentemente, algo divino y venturoso. Además, es compartido por muchos hombres, pues por medio de cierto aprendizaje y dil igencia lo pueden alcanzar todos los que no están incapacitados para la v i r tud. Pero si es mejor que la felicidad sea alcanzada de este modo 20 que.por medio de la fortuna, es razonable que sea así, ya que las cosas que existen por naturaleza se realizan siempre del mejor modo posible, e igualmente las cosas que proce­den de u n arte, o de cualquier causa y, principalmente, de la mejor. Pero confiar lo más grande y lo más hermoso a la 25 fortuna sería una gran incongruencia.

La respuesta a nuestra búsqueda también es evidente por nuestra definición: pues hemos dicho que (la felicidad) es una cierta actividad del alma de acuerdo con la v i r tud. De

2 4 En def ini t iva, Aristóteles suscita el problema de si la fe l ic idad rad i ­ca en nosotros o procede de una fuente exterior que lo m ismo pueden ser los dioses que el azar.

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los demás bienes, unos son necesarios, otros son por natura­leza auxiliares y útiles como instrumentos. Todo esto tam­bién está de acuerdo con lo que dijimos al principio, pues

30 establecimos que el f in de la política es el mejor bien, y la política pone el mayor cuidado en hacer a los ciudadanos de una cierta cualidad, esto es, buenos y capaces de acciones nobles. De acuerdo con esto, es razonable que no llamemos feliz al buey, ni al caballo ni a ningún otro animal, pues nin-

nooa guno de ellos es capaz de participar de tal actividad. Por la misma causa, tampoco, el niño es feliz, pues no es capaz to­davía de tales acciones por su edad; pero algunos de ellos son llamados felices porque se espera que lo sean en el futu­ro. Pues la felicidad requiere, como dijimos, una virtud per-

5 fecta y una vida énteraj ya que muchos cambios y azares de todo género ocurren a lo largo de la vida, y es posible que el más próspero sufra grandes calamidades en su vejez, como se cuenta de Príamo en los poemas troyanos2 5, y nadie con­sidera feliz al que ha sido víctima de tales percances y ha acabado miserablemente.

10. La felicidad y los bienes exteriores

io Entonces, ¿no hemos de considerar feliz a ningún hom­bre mientras viva, sino que será necesario, como dice Solón, ver el f in de su vida? 2 6 . Y si hemos de establecer tal condi­ción, ¿es acaso feliz después de su muerte? Pero ¿no es esto completamente absurdo, sobre todo para nosotros que deci­mos que la felicidad consiste en alguna especie de activi-

2 5 El legendario rey de Troya, que tuvo que ver la muerte de muchos de sus hijos y los sufrimientos de su pueblo y que murió a manos de Neqptólemo. hijo de Aquiles.

2 6 HERÓDOTO ( I 3 0 - 3 3 ) atribuye esta frase a Solón, cuando este sabio visitó a Creso, rey de Lidia, el cual, a pesar de sus fabulosas riquezas, no era considerado feliz por el legislador ateniense.

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dad? Pero si no llamamos feliz al hombre muerto —tampo- 13 co Solón quiere decir esto, sino que sólo entonces se podría considerar venturoso un hombre por estar libre ya de los males y de los infortunios—, también eso sería objeto de discusión; pues parece que para el hombre muerto existen también un mal y un bien, como existen, asimismo, para el 20 que vive, pero no es consciente de ello, por ejemplo, hono­res, deshonras, prosperidad e infortunio de sus hijos y de sus descendientes en general.' Sin embargo, esto presenta también una dificultad, pues si un hombre ha vivido una v i ­da venturosa hasta la vejez y ha muerto en consonancia con ello, muchos cambios pueden ocurrir a sus descendientes, y así algunos de ellos pueden ser buenos y alcanzar la vida que merecen, y otros al contrario; porque es evidente que a 25 los que se apartan de sus padres les puede pasar cualquier cosa. Sería, sin duda, absurdo si ei muerto cambiara tam­bién con sus descendientes y fuera, ya feliz, ya desgraciado; pero también es absurdo suponer que las cosas de los hijos en nada ni en ningún momento interesan a los padres.

Pero volvamos a la primera dificultad, ya que quizá por 30 aquello podamos comprender también lo que ahora indaga­mos. Pues si debemos ver el f in y, entonces, considerar a cada uno venturoso no por serio ahora, sino porque lo fue antes, ¿cómo 110 es absurdo decir que, cuando uno es feliz, en realidad, de verdad, no lo es por no querer declarar feli­ces a los que viven, a causa de la mudanza de las cosas, y 35 por no creer que la felicidad es algo estable, que de ninguna manera cambia fácilmente, sino que las vicisitudes de la fortuna giran sin cesar en torno a ellos? Porque está claro noob que, si seguimos las vicisitudes de la fortuna, llamaremos al mismo hombre tan pronto feliz como desgraciado, represen­tando al hombre feliz como una especie de camaleón y sin fundamentos sólidos. Pero en modo alguno sería correcto 5

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a los encomios; pero, para nosotros, es evidente, por ¡o que se ha dicho, que la fel icidad es cosa perfecta y digna de ser

1102a alabada. Y parece que es así también por ser pr incipio , ya que, a causa de ella, todos hacemos todas las demás cosas, y el pr incipio y la causa de los bienes lo consideramos algo digno de honor y divino.

13. El alma, sus partes y sus virtudes

5 .... - Puesto que la fel icidad es una actividad del alma de / acuerdo con la v i r tud perfecta, debemos ocupamos de la

virtud, pues tai vez investigaremos mejor lo referente a la fel i­cidad. Y parece también que, el verdadero político se esfuer­za en ocuparse, sobre todo, de la v i r tud; pues quiere Hacer a

10 los ciudadanos buenos y sumisos a las leyes. Como ejemplo de éstos tenernos a los legisladores de Creta y de Lacede-monia y los otros semejantes que puedan haber existido. Y si esta investigación pertenece a la política, es evidente que nuestro examen estará de acuerdo con nuestra intención

15 original. Claramente es la v i r tud humana 3 1 que debemos in­vestigar, ya que también buscábamos el bien humano y la felicidad humana. Llamamos v ir tud humana no a la del cuer­po, sino a la del.almaj y decimos que la fel icidad es una,ac­t iv idad del alma., Y^iiesfeTe£.así^.es„evidente. .que el político

"debe"conocer,~én cierto modo, los atributos del alma, como 20 el doctor que cura los ojos debe conocer también todo el

cuerpo, y tanto más cuanto que la política es'más'estimable-

3 1 De esto se deduce que hay otras clases de v i r tud , además de !a h u ­mana. Así , por ejemplo, hay virtudes del cuerpo y virtudes de los anima­les, como las del caballo. M á í adelante (1 Í06al9-21), nos dirá A R I S T Ó T E ­LES, siguiendo a Platón, que el caballo, como cualquier o t ro an imal , tiene su fiinción propia y su v i r tud propia. N o obstante, hay que tener en cuenta que el término griego arete, en muchas ocasiones, no se corresponde con nuestra «virtud», sino más bien con la «excelencia» en ta l o cual act iv idad.

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y mejor que la medic ina 3 2 . Ahora bien, los médicos distin­guidos se afanan por conocer muchas cosas acerca del cuer­po; así también el político ha de considerar el alma, pero la ha de considerar con vistas a estas cosas y en la medida pertinente a lo que buscamos, pues una mayor precisión en 25 nuestro examen es acaso demasiado penosa para lo que nos proponemos.

Algunos puntos acerca del alma han sido también suf i ­cientemente estudiados en los tratados exotéricos 3 3, y hay que servirse de ellos; por ejemplo, que una parte, del alma es irracional y la otra tiene razón. Nada importa para esta 30 cuestión si éstas "sédisíinguen como las partes del cuerpo y todo lo divisible, o si son dos para lá razóh pero naturalmen­te inseparables, como en la circunferencia lo convexo y lo cóncavo. De ¡o irracional, una parte parece común y vege­tativa, es decir," la ' causa de Ta' nutación y el crecimiento; pues esta facultad del alma puede admitirse en todos los se­res que se nutren y en los embriones, y ésta misma también en los organismos perfectos, pues es más razonable que (admitir ) cualquier otra. tEs evidente^,pues, que su v i r tud es 11 común y no humana; parece, en efecto, que en los sueños actúa principalmente esta parte y esta facultad, y el bueno y el malo no se distinguen durante el sueno. Por eso, se dice 5 que los felices y los desgraciados no se diferencian durante media vida. Esto es normal que ocurra, pues el sueño es una inactividad del alma en cuanto se dice buena o mala, excep­to cuando ciertos movimientos penetran un poco y, en este

3 2 Así como el ocult ista debe conocer no sólo el ojo humano sino también e l cuerpo entero, así también el moral ista que estudia la fe l ic idad, act ividad de una parte del alma, debe conocer e! a lma entera.

3 3 Esta frase parece indicar algo así como «extraños a la escuela per i ­patética»; en algunos casos, como aquí, parece referirse a «escritos de Sa escuela académica».

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50 E i I C A N I C O M Á Q u n A

caso,, los sueños de los hombres superiores son mejores que 10 los de los hombres ordinarios. Pero basta de estas cosas, y

dejemos también de lado la parte nutritiva ya que su natura­leza no pertenece a la virtud humana.

Pero parece que hay también otra naturaleza del alma que es irracional, pero que participa, de alguna manera, de

15 la razón. Pues elogiamos la razón y la parte del alma que tiene razón, tanto en el hombre continente como en el in­continente, ya que le exhorta rectamente a hacer ¡o que es mejor. Pero también aparece en estos hombres algo que por su naturaleza viola la razón, y esta parte lucha y resiste a ia

20 razón. Pues, de la misma manera que los miembros paralíti­cos del cuerpo cuando queremos moverlos hacia la derecha se van' en sentido contrario hacia la izquierda, así ocurre también con el alma; pues los impulsos de los incontinentes se mueven en sentido contrario 3 4. Pero, mientras que en los cuerpos vemos lo que se desvía, en el alma no lo vemos; mas, quizá, también en el alma debemos considerar no me­nos la existencia de algo contrario a la razón, que se le opo-

25 ne y resiste. (En qué sentido es distinto no interesa). Pero esta parte también parece participar de la razón, como dij i ­mos, pues al menos obedece a la razón en el hombre conti­nente, y es, además, probablemente más dócil en el hombre moderado y varonil, pues todo concuerda con la razón. Así

3 4 R. A. GAUTHIER y J. Y . JOLIF comentan así este pasaje: «El término hormé, que pertenece al vocabulario académico, es raro en la Ética Nico-máquea y no tiene valor técnico, sino que posee un significado muy am­plio: principio interno de cambio, tendencia o inclinación innata, la hormé se encuentra tanto en los seres inanimados como en los animales. Hay en el alma dos clases de tales impulsos: unos que proceden del pensamiento racional, otros del deseo irracional; tanto en el continente como en el in­continente estas dos clases de impulsos están en mutua contradicción» (L'Éthique á Nicomaque. Introduction, traduction et commentaire, 2." ed., Lovaina, 1970, vol. I I , pág. 95).

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también lo irracional parece ser doble, pues lo vegetativo no participa en absoluto de la razón, mientras que lo apetitivo, y en general io desiderativo, participa de algún modo, en cuanto que la escucha y obedece; y, así, cuando se trata del padre y de los amigos, empleamos la expresión «tener en cuenta», pero no en el sentido de las matemáticas 3 5 . Que la parte irracional es, en cierto modo, persuadida por la razón, lo indica también la advertencia y toda censura y exhorta­ción. Y si hay que decix que esta parte tiene -razón, será la parte irracional ia que habrá que dividir en dos: una, prima­riamente y en sí misma; otra, capaz sólo de escuchar (a la razón), como se escucha aun padre.

También la virtud se divide de acuerdo con esta dife­rencia, pues decimos que unas son dianoéticas y otras éticas, y, así, la sabiduría, la inteligencia y la prudencia son dianoé­ticas, mientras que la liberalidad y la moderación son éticas. De este modo, cuando hablamos del carácter de un hombre, ¡io decimos" que es sabio o inteligente, sino que es manso o moderado; y también elogiamos al sabio por su modo de ser, y llamamos virtudes a los modos de ser elogiables.

3 3 En matemáticas, la expresión significa ser «racional» en el sentido de conmensurable. El autor juega aquí con los diversos sentidos que puede tener en griego la expresión iógon échetn: «pensar, obedecer, ser capaz de dar cuenta de algo».

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2 6 6 É T I C A N I C O M Á Q U E A

nos ( p u e s n o t odo ac to i n v o l u n t a r i o está hecho con i n ­jus t i c i a ) ; m i e n t r a s q u e e l s e r t r a t a d o i n j u s t a m e n t e no

35 i m p l i c a v i c i o n i i n j u s t i c i a . E n sí m i s m o , p o r c o n s i g u i e n ­te, e l s u f r i r l a i n j u s t i c i a es m e n o s m a l o , p e r o , p o r a c c i ­d e n t e , n a d a i m p i d e q u e sea e l m a y o r m a l . E s t o , s i n

í38b e m b a r g o , n o i n t e r e s a a l a t eo r ía : ésta, e n e f e c t o , c o n ­s i d e r a l a p l e u r i t i s c o m o u n a e n f e r m e d a d más g r a v e q u e u n t r ope zón , a u n q u e e l c a s o i n v e r s o p o d r í a a c o n t e c e r p o r a c c i d e n t e , s i a l t r o p e z a r u n o c a y e r a y f u e r a c o g i d o , p o r e l l o , p o r e l e n e m i g o o m u r i e r a .

M e t a f ó r i c a m e n t e , y p o r s e m e j a n z a , e x i s t e , p u e s , u n a j u s t i c i a , n o d e u n o c o n s i g o m i s m o , s i n o e n t r e c i e r t a s

5 p a r t e s d e u n o m i s m o ; y n o u n a j u s t i c i a c u a l q u i e r a , s i n o l a p r o p i a d e l a m o y e l s i e r v o , o d e l e sposo y l a e sposa , p u e s e n e s t o s m i s m o s t é r m i n o s se d i s t i n g u e l a p a r t e r a ­c i o n a l d e l a l m a de l a i r r a c i o n a l ; y es, c i e r t a m e n t e , a l a t e n d e r a e s t a s p a r t e s , c u a n d o p a r e c e q u e es p o s i b l e

iO l a i n j u s t i c i a c o n u n o m i s m o , p u e s es tas p a r t e s p u e d e n s u f r i r a l g o c o n t r a sus p r o p i o s deseos , d e s u e r t e q u e t a m ­b i én c a b e u n a c i e r t a j u s t i c i a r e c í p r o c a e n t r e e l l a s , se­m e j a n t e a l a q u e e x i s t e e n t r e g o b e r n a n t e s y g o b e r n a d o s .

15 Q u e d a n , p u e s , d e f i n i d a s d e e s t a m a n e r a l a j u s t i c i a y l a s d e m á s v i r t u d e s m o r a l e s " 8 .

1 1 8 A l gunos comenta r i s t a s qu i e r en ver aquí u n a crítica de ta teo­ría platónica de la j u s t i c i a basada en la armonía de las tres par tes del a l m a y sus v i r t u d e s .

LIBRO VI

E X A M E N D E L A S V I R T U D E S I N T E L E C T U A L E S

1. Las virtudes intelectuales. Determinación de la recta razón

P u e s t o q u e h e m o s d i c r i o y a m á s a r r i b a q u e se d e b e e l e g i r e l t é r m i n o m e d i o , y n o e l e x c e s o n i e l d e f e c t o , y q u e e l t é r m i n o m e d i o es t a l c u a l l a r e c t a r a z ó n d i c e , nssbzo v a m o s a a n a l i z a r e s t o . E n t o d o s l o s m o d o s d e s e r q u e h e m o s m e n c i o n a d o , c o m o t amb i én e n l o s d e m á s , h a y u n b l a n c o , m i r a n d o h a c i a e l c u a l , e l h o m b r e q u e p o s e e l a r a zón i n t e n s i f i c a o a f l o j a s u . a c t i v i d a d , y h a y u n c i e r ­t o l ím i t e de l o s t é rm inos m e d i o s q u e d e c i m o s se e n c u e n ­t r a n e n t r e e l e x c e so y e l d e f e c t o y q u e e x i s t e n e n c o n ­c o r d a n c i a c o n l a r e c t a ra zón " 9 . T a l a f i r m a c i ó n es, s i n 25 d u d a , v e r d a d e r a , p e r o n o es c l a r a , p u e s t amb i én e n o t r a s o c u p a c i o n e s q u e s o n o b j e t o de c i e n c i a p u e d e d e c i r s e , e n v e r d a d , q u e u n o n o d e b e e s f o r z a r s e n i s e r n e g l i g e n t e e n m á s o e n m e n o s , s i n o u n t é r m i n o m e d i o y c o m o l o e s t a b l e c e l a r e c t a r a zón . P e r o , . c o n e s t o s o l o , u n h o m b r e

1 1 9 La r ec ta razón es l a que d e t e r m i n a el j u s t o m e d i o de las v i r ­tudes mora l es y es ob ra de la sabiduría práctica, phrónSsis. Pero el límite o n o r m a de esta r ec ta razón es la contemplación, o b r a de l a filosofía, sophía.

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268 É T I C A N I C O M Á Q U E A

30 no c o n o c e r í a m á s ; es como si, {sobre la cues t ión de saber > q u é remedios debemos aplicar a nuestro cuer­po, alguien nos dijera: «los que prescribe la medicina y de la manera indicada por el médico» . Por eso, tam­bién , con respecto a las propiedades del alma, no sólo debe establecerse esta verdad, sino, además , definir cuá l es la recta r azón o cuá l su norma.

A i analizar las virtudes del alma, dijimos que unas U39a eran é t i cas y otras intelectuales. Hemos discutido ya

las é t i cas ; de las restantes vamos a t ra tar a continua­ción, d e s p u é s de algunas notas preliminares sobre el al­ma. Dijimos ya antes que son dos las partes del alma:

5 la racional y la i r racional . Dado que, ahora, debemos subdividi r la parte racional de la misma manera, esta­bleceremos que son dos las partes racionales: una, con la que percibimos las clases de entes cuyos principios no pueden ser de o t ra manera, y otra, con la que perci-

10 bimos los contingentes 1 2°; porque, c o r r e s p o n d i é n d o s e con distintos géne ros de cosas, hay en el alma genér ica­mente distintas partes, cada una de las cuales por natu­raleza se corresponde con su propio género , ya que es por cierta semejanza y parentesco con ellos como se es­tablece su conocimiento. A la pr imera vamos a l lamarla c ient í f ica y a la segunda, razonadora, ya que deliberar y razonar son lo mismo, y nadie delibera sobre lo que

1 5 no puede ser de o t ra manera. De esta forma, la razona­dora es una parte de la racional. Hemos de averiguar, por tanto, c u á l es el mejor modo de ser de cada una de estas partes, pues ese modo de ser s e r á la v i r t u d de cada una y cada v i r tud es relativa a su propia función.

1 2 0 E s decir, lo necesario y lo contingente, d i v i s i ó n que se corres­ponde con la p l a t ó n i c a de c iencia y o p i n i ó n (cf. P L A T Ó N , República V 476a-480a).

L I B R O V I 269

2. Objeto de las virtudes intelectuales

Tres cosas hay en el alma que rigen la acc ión y la 2 0 verdad: la sensac ión , el intelecto y el deseo. De ellas, la s ensac ión no es pr inc ip io de ninguna acción, y esto es evidente por el hecho de que los animales tienen sen­sación, pero no par t ic ipan de acción. Lo que en el pen­samiento son la a f i rmac ión y la negación, son, en el de­seo, la p e r s e c u c i ó n y la huida; así , puesto que la v i r t u d é t ica es un modo de ser relativo a la e lección, y la 2 5 e lecc ión es u n deseo deliberado, el razonamiento, por esta causa, debe ser verdadero, y el deseo recto, si la e lección ha de ser buena, y lo que ( l a r a z ó n ) diga <el deseo) debe perseguir. Esta clase de entendimiento y de verdad son p r á c t i c o s . La bondad y la maldad del en­tendimiento teoré t i co y no p r á c t i c o n i creador son, res­pectivamente, la verdad y la falsedad (pues é s t a es la func ión de todo lo intelectual); pero el objeto propio de la parte intelectual y p rác t i ca , a la vez, es la verdad que 30 es t á de acuerdo con el recto deseo.

E l pr incipio de la acción es, pues, la e lección —como fuente de movimiento y no como f ina l idad— 1 1 1 , y el de la e lección es el deseo y la razón por causa de algo. De ahí que sin intelecto y sin ref lexión y sin d i spos ic ión é t i ca no haya elección, pues el bien obrar y su contra­r io no pueden existir sin reflexión y ca r ác t e r . La re- 1139b flexión de por sí nada mueve, sino la ref lexión por cau­sa de algo y p rác t i ca ; pues és t a gobierna, incluso, al intelecto creador, porque todo el que hace una cosa la hace con vistas a algo, y la cosa hecha no es f in absolu-

1 2 1 Sabido es que A r i s t ó t e l e s distingue cuatro causas, o sea, cua­tro tipos de respuesta a la pregunta de por qué: causa formal, causa material , causa eficiente y causa final. E n el terreno de la a c c i ó n , ac­t ú a n s ó l o la eficiente y la final.

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2 7 0 É T I C A N I C O M Á Q U E A

t a m e n t e h a b l a n d o ( ya q u e es f i n r e l a t i v o y de a l go ) , s i n o l a a c c i ón m i s m a , p o r q u e e l h a c e r b i e n l a s cosas es u n

5 f i n y e s t o es l o q u e d e s e a m o s . P o r eso, l a e l e cc i ón es o i n t e l i g e n c i a d e s e o s a o d e s e o i n t e l i g e n t e y t a l p r i n c i p i o es e l h o m b r e . N a d a q u e h a y a o c u r r i d o es o b j e t o de e l ec ­c i ón , p o r e j e m p l o , n a d i e e l i g e q u e I l i o n h a y a s i d o sa­q u e a d a ; p e r o n a d i e d e l i b e r a s o b r e l o p a s a d o , s i n o s o b r e l o f u t u r o y p o s i b l e , y l o p a s a d o n o p u e d e n o h a b e r suce ­d i d o ; p o r eso, r e c t a m e n t e , d i c e A g a t ó n l 2 2 :

De una cosa sólo Dios está privado: 10 de hacer que no se haya realizado lo que ya está hecho.

L a func ión d e a m b a s p a r t e s i n t e l e c t i v a s es, p o r t a n ­t o , l a v e r d a d ; as í p u e s , l a s d i s p o s i c i o n e s según las c u a ­l es c a d a p a r t e a l c a n z a p r i n c i p a l m e n t e l a v e r d a d , ésas,„ s o n l a s v i r t u d e s de a m b a s . \

3. Enumeración de las virtudes intelectuales. Estudio de la ciencia

15 E m p e c e m o s , p u e s , p o r e l p r i n c i p i o y v o l v a m o s a h a ­b l a r de e l l a s . E s t a b l e z c a m o s q u e l a s d i s p o s i c i o n e s p o r l a s c u a l e s e l a l m a p o s e e l a v e r d a d c u a n d o a f i r m a o n i e ­g a a l g o s o n c i n c o , a s a b e r , e l a r t e , l a c i e n c i a , l a p r u d e n ­c i a , l a s ab idur í a y e l i n t e l e c t o 1 2 3 ; p u e s u n o p u e d e e n ­gañarse c o n l a supos i c i ón y c o n l a op in i ón . Qué es l a c i e n c i a , es e v i d e n t e a p a r t i r de ah í — s i h e m o s de h a b l a r

1 2 2 Poeta trágico, nac ido a l r ededor de l 450 a. C , cuyas obras se h a n p e r d i d o .

1 2 3 La terminología aristotélica es u n escollo que h a de i n t e n t a r sa lvar el t r a d u c t o r y que se presta a var ias in terpre tac iones . D IRLMEIER , p o r e j emplo (Aristóteles, Nikomachische Ethik..., pág. 3 3 1 ) , t raduce así estas d ispos ic iones anímicas: «poder práctico» (téchne), «conocimiento científico» (epistéme), «opinión mora l » (phrónesis), «sabiduría filosófi­ca» (sophia), «entendimiento intuitivo» (noús).

L I B R O V I 2 7 1

c o n p rec i s i ón y n o d e j a r n o s g u i a r p o r s e m e j a n z a s — : t o ­d o s c r e e m o s q u e l a s c o sas q u e c o n o c e m o s n o p u e d e n s e r de o t r a m a n e r a ; p u e s l a s c o sas q u e p u e d e n s e r d e 20 o t r a m a n e r a , c u a n d o es tán f u e r a de n u e s t r a o b s e r v a ­c ión, se n o s e s c a p a s i e x i s t e n o n o . P o r c o n s i g u i e n t e , l o q u e es o b j e t o de c i e n c i a es n e c e s a r i o . L u e g o es e t e r ­n o , y a q u e t o d o l o q u e es a b s o l u t a m e n t e n e c e s a r i o es e t e r n o , y l o e t e r n o es i ngén i t o e i n d e s t r u c t i b l e . A d e m á s , 25 t o d a c i e n c i a p a r e c e s e r enseñab le , y t o d o o b j e t o de co­n o c i m i e n t o , c a p a z d e se r a p r e n d i d o . Y t o d a s l a s ense­ñanzas p a r t e n d e l o y a c o n o c i d o , c o m o d e c i m o s t a m ­b i én e n l o s Analíticos, u n a s p o r i nducc i ón y o t r a s p o r s i l o g i s m o 1 2 4 . L a inducc i ón es p r i n c i p i o , i n c l u s o , de l o u n i v e r s a l , m i e n t r a s q u e e l s i l o g i s m o p a r t e de l o u n i v e r ­s a l . De ahí q u e h a y a p r i n c i p i o s de i o s q u e p a r t e e l 30 s i l o g i s m o q u e n o se a l c a n z a n m e d i a n t e e l s i l o g i s m o , s i ­n o q u e se o b t i e n e n p o r inducc ión . P o r c o n s i g u i e n t e , l a c i e n c i a es u n m o d o d e s e r d e m o s t r a t i v o y a e s t o p u e d e n añad i rse l a s o t r a s c i r c u n s t a n c i a s d a d a s e n l o s Analíti­cos; e n e f e c t o , c u a n d o u n o está c o n v e n c i d o d e a l g o y l e s o n c o n o c i d o s sus p r i n c i p i o s , s abe c i en t í f i c amen t e ; p u e s s i n o l o s c o n o c e m e j o r q u e l a conc lus ión , t endrá 35 c i e n c i a só l o p o r a c c i d e n t e . Sea, p u e s , e s p e c i f i c a d a d e e s t a m a n e r a l a c i e n c i a .

4 . El arte 12S

E n t r e l o q u e p u e d e s e r d e o t r a m a n e r a está e l o b j e t o m o a p r o d u c i d o y l a acc ión q u e l o p r o d u c e . L a p r o d u c c i ó n

1 2 4 Los a rgumentos s iguientes para e l conoc im ien to científico se basan en o t ras obras de ARISTÓTELES, p r i n c i p a l m e n t e , en los Analíticos posteriores ( I 1, 71 y ss.).

1 2 5 E n e l o r i g i n a l , téchne, que ind i ca no el a r t e de l a r t i s t a , s ino u n a a p t i t u d pa ra p r o d u c i r , una «disposición productiva», como nos d ice el p r o p i o Aristóteles, «acompañada de razón verdadera» . Ins is -

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272 É T I C A N I C O M Á Q U E A

es d i s t i n t a de la a c c i ó n (uno puede convencerse de e l lo e n los t r a t ados e x o t é r i c o s ) ; de m o d o que t a m b i é n e l mo­d o de ser r a c i o n a l p r á c t i c o es d i s t i n t o de l m o d o de ser

5 r a c i o n a l p r o d u c t i v o . Por e l lo , ambas se e x c l u y e n r e c í ­p r o c a m e n t e , p o r q u e n i l a a c c i ó n es p r o d u c c i ó n , n i la p r o d u c c i ó n es a c c i ó n . A h o r a b i en , pues to que la cons­t r u c c i ó n es u n ar te y es u n m o d o de ser r a c i o n a l pa ra l a p r o d u c c i ó n , y no h a y n i n g ú n a r te que no sea u n mo­do de ser pa ra la p r o d u c c i ó n , n i m o d o de ser de esta clase que no sea u n ar te , s e r á n l o m i s m o e l a r te y el m o d o de ser p r o d u c t i v o a c o m p a ñ a d o de l a r a z ó n verda-

10 dera . T o d o a r te versa sobre la g é n e s i s , y p r a c t i c a r u n a r t e es cons ide ra r c ó m o puede p r o d u c i r s e a lgo de lo que es suscept ib le t a n t o de ser c o m o de no ser y cuyo p r i n c i p i o e s t á en q u i e n l o p r o d u c e y no en l o p r o d u c i ­do . E n efecto, no h a y a r t e de cosas que son o l l e g a n " a ser p o r necesidad, n i de cosas que se p r o d u c e n de acue rdo con su na tu ra leza , pues é s t a s t i enen su p r i n c i -

1 5 p i ó en sí mismas . D a d o que l a p r o d u c c i ó n y la a c c i ó n son d i ferentes , necesar iamente e l ar te t i ene que re fe r i r ­se a l a p r o d u c c i ó n y no a l a a c c i ó n . Y, en c i e r t o sent ido, ambos , e l azar y el ar te , t i e n e n el m i s m o obje to , como d ice A g a t ó n : « E l a r t e a m a a l azar y e l azar a l a r t e . » E l arte, pues, como queda d icho, es u n m o d o de ser pro-

20 d u c t i v o a c o m p a ñ a d o de r a z ó n ve rdadera , y l a f a l t a de . ar te , p o r el c o n t r a r i o , u n m o d o de ser p r o d u c t i v o acom-

tiendo en este concepto, dicen Gauthier y Jolif: «El problema que plan­tea el arte en Aristóteles es exclusivamente el problema de la produc­ción y de sus relaciones con la acción moral, y en modo alguno el problema de lo bello y de sus relaciones con el bien, que es lo que hoy espe ra r í amos que se examinara en el capí tulo de un tratado de moral consagrado al arte. Pero el encuentro de la noción de 'arte' y de la noción de 'bello' que ha dado nacimiento, entre nosotros, a las «bellas ar tes» no se había producido todavía en la época de Aristóte­les, y sólo le era lícito ver en e lar te el 'oficio' que 'fabrica' o 'produce' algo, prescindiendo de toda cons iderac ión estética» ( R . A. G A U T H I E R - J . Y. J O L I F : L'Éthique á Nicomaque, Commentaire..., pág. 456).

L I B R O V I 273

panado de r a z ó n falsa , re fer idas ambas a los que puede ser de o t r a mane ra .

5. La prudencia

E n cuanto a l a p rudenc ia , podemos l l egar a compren­de r su na tura leza , cons ide r ando a q u é h o m b r e s l l ama­mos p ruden tes . E n efecto, parece p r o p i o de l h o m b r e 25 p r u d e n t e el ser capaz de d e l i b e r a r r ec t amen te sobre lo que es bueno y conven ien te pa ra sí m i s m o , no en u n sen t ido p a r c i a l , p o r e jemplo , pa ra la salud, p a r a la fuer­za, s ino pa ra v i v i r b i e n en general . Una s e ñ a l de e l lo es e l hecho de que, en u n d o m i n i o p a r t i c u l a r , l l a m a m o s p ruden te s a los que, p a r a a lcanzar a l g ú n b i e n , r azonan adecuadamente , i n c l u s o en ma te r i a s en las que no hay a r te . Así , u n h o m b r e que de l ibe ra r ec t amen te puede ser p r u d e n t e en t é r m i n o s generales. Pero nad ie de l i be r a 30 sobre lo que no puede ser de o t r a manera , n i sobre l o que no es capaz de hacer . De suerte que si l a c ienc ia v a a c o m p a ñ a d a de d e m o s t r a c i ó n , y no puede habe r de­m o s t r a c i ó n de cosas cuyos p r i n c i p i o s p u e d e n ser de o t r a m a n e r a (porque todas pueden ser de o t r a manera) , n i t a m p o c o es pos ib l e d e l i b e r a r sobre lo que es nece- 35 sa r iamente , l a p r u d e n c i a n o p o d r á ser n i c i enc i a n i a r te : c iencia , p o r q u e el ob je to de l a a c c i ó n puede va- 1140 r i a r ; a r te , p o r q u e e l . g é n e r o de l a a c c i ó n es d i s t i n t o de l de la p r o d u c c i ó n . Resta, pues, que la p r u d e n c i a es u n m o d o de ser r a c i o n a l ve rdade ro y p r á c t i c o , respec to de lo que es bueno y m a l o pa ra el h o m b r e . Po rque el f i n 5 de l a p r o d u c c i ó n es d i s t i n t o de el la , pero el de l a a c c i ó n •no puede serlo; pues u n a a c c i ó n b i e n hecha es 'e l la m i s ­m a e l f i n . Por eso c reemos que Pericles y o t ro s c o m o é l son p ruden tes , p o r q u e pueden ver l o que es bueno p a r a el los y p a r a los hombres , y pensamos que é s t a es u n a c u a l i d a d p r o p i a de los a d m i n i s t r a d o r e s y de los

8 9 . — 1 8

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2 7 4 É T I C A N I C O M Á Q U E A

io po l í t i c o s . Y es a c a u s a d e e s t o p o r l o q u e añad imos e l t é r m i n o « m o d e r a c i ó n » a l d e « p r u d e n c i a » , c o m o i n d i c a n ­d o a l g o q u e s a l v a g u a r d a l a p r u d e n c i a . Y l o q u e p r e s e r ­v a es l a c l a s e d e j u i c i o c i t a d a ; p o r q u e e l p l a c e r y e l d o l o r n o d e s t r u y e n n i p e r t u r b a n t o d a c l ase de j u i c i o ( p o r e j e m p l o , s i l o s ángu los d e l t r i ángu l o v a l e n o n o dos

15 r e c t o s ) , s i n o só l o l o s q u e se r e f i e r e n a l a ac tuac ión . E n e f e c t o , l o s p r i n c i p i o s d e l a a cc i ón s o n e l p r o p ó s i t o d e e s t a acc ión ; p e r o p a r a e l h o m b r e c o r r o m p i d o p o r e l p l a ­c e r o e l d o l o r , e l p r i n c i p i o n o es m a n i f i e s t o , y y a n o v e l a n e c e s i d a d de e l e g i r l o y h a c e r l o t o d o c o n v i s t a s a

20 t a l f i n : e l v i c i o d e s t r u y e e l p r i n c i p i o . L a p r u d e n c i a , e n ­t o n c e s , es p o r n e c e s i d a d u n m o d o d e s e r r a c i o n a l , v e r ­d a d e r o y p rác t i c o , r e s p e c t o de l o q u e es b u e n o p a r a e l h o m b r e .

A d e m á s , e x i s t e u n a e x c e l e n c i a d e l a r t e , p e r o n o de l a p r u d e n c i a , y e n e l a r t e e l q u e y e r r a v o l u n t a r i a m e n t e es p r e f e r i b l e , p e r o e n e l c a s o de l a p r u d e n c i a n o , c o m o t a m p o c o e n e l d e l a s v i r t u d e s . Es tá c l a r o , p u e s , q u e l a

25 p r u d e n c i a es u n a v i r t u d y n o u n a r t e . Y , s i e n d o d o s l a s p a r t e s r a c i o n a l e s d e l a l m a , l a p r u d e n c i a será l a v i r ­t u d de u n a d e e l l a s , d e l a q u e f o r m a o p i n i o n e s , p u e s t a n t o l a o p i n i ó n c o m o l a p r u d e n c i a t i e n e n p o r o b j e t o l o q u e p u e d e s e r de o t r a m a n e r a . P e r o es só lo u n m o d o de se r r a c i o n a l , y u n a señal d e e l l o es q u e t a l m o d o

30 de se r p u e d e o l v i d a r s e , p e r o l a p r u d e n c i a , n o .

6. El intelecto

P u e s t o q u e l a c i e n c i a es c o n o c i m i e n t o de l o u n i v e r ­s a l y d e l a s c o sas n e c e s a r i a s , y h a y u n o s p r i n c i p i o s d e ' l o d e m o s t r a b l e y de t o d a c i e n c i a ( pues l a c i e n c i a es r a ­c i o n a l ) , e l p r i n c i p i o d e l o c i en t í f i co n o p u e d e s e r n i c i e n -

35 c i a , n i a r t e , n i p r u d e n c i a ; p o r q u e l o c i en t í f i co es d e m o s ­t r a b l e , m i e n t r a s q u e e l a r t e y l a p r u d e n c i a v e r s a n s o b r e

L I B R O v i 275

cosas q u e p u e d e n s e r d e o t r a m a n e r a . T a m p o c o h a y sa­b i d u r í a de e s t o s p r i n c i p i o s , , p u e s es p r o p i o d e l s a b i o a p o r t a r a l g u n a s d e m o s t r a c i o n e s . S i , p o r l o t a n t o , l as d i s - i i 4 i a

p o s i c i o n e s p o r l a s q u e c o n o c e m o s l a v e r d a d y n u n c a n o s e n g a ñ a m o s s o b r e l o q u e n o p u e d e o p u e d e s e r d e o t r a m a n e r a , s o n l a c i e n c i a , l a p r u d e n c i a , l a s ab idur í a y e l i n t e l e c t o , y t r e s d e e l l o s (a s a b e r , l a p r u d e n c i a , l a c i e n - 5 c i a , y l a sab idur í a ) n o p u e d e n t e n e r p o r o b j e t o l o s p r i n ­c i p i o s , n o s r e s t a e l i n t e l e c t o , c o m o d i spos i c i ón d e es tos p r i n c i p i o s .

7. La sabiduría

E n las a r t e s , a s i g n a m o s l a sab idur ía a l o s h o m b r e s más c o n s u m a d o s e n e l l a s , p o r e j e m p l o , a F i d i a s , c o m o lo e s c u l t o r , y a P o l i c l e t o , c o m o c r e a d o r d e e s t a t u a s 1 2 6 , n o i n d i c a n d o o t r a c o s a s i n o q u e l a sab idur ía es l a e x c e l e n ­c i a d e u n a r t e . C o n s i d e r a m o s a a l g u n o s h o m b r e s c o m o s a b i o s e n g e n e r a l y n o e n u n c a m p o p a r t i c u l a r o e n a l ­g u n a c a l i f i c a d a m a n e r a , c o m o d i c e H o m e r o e n e l Margites 127':

Los dioses no le hicieron cavador ni labrador ni sabio 15 [en ninguna otra cosa.

D e s u e r t e q u e es e v i d e n t e q u e l a s ab idur í a es l a más e x a c t a de l a s c i e n c i a s . As í p u e s , e l s a b i o n o só l o d e b e c o n o c e r l o q u e s i g u e de l o s p r i n c i p i o s , s i n o t a m b i é n p o ­see r l a v e r d a d s o b r e l o s p r i n c i p i o s . D e m a n e r a q u e l a 20

1 2 6 Los dos máximos representantes de la e s cu l tu ra de l t i e m p o de Pericles. A l p r i m e r o le debemos, entre o t ras , las magníficas escu l turas de l Partenón, y e l segundo se distinguió, sobre todo , en el vac iado del b ronce y en la creación de f i guras atléticas, a lgunas de las cuales han quedado como mode los en su género.

1 2 7 Poema cómico que los ant iguos a t r i b u y e r o n a H o m e r o .

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276 É T I C A N I C O M Á Q U E A

s a b i d u r í a s e r á intelecto y ciencia, una especie de cien­cia capital de los objetos m á s honorables. S e r í a absur­do considerar la po l í t i ca o la prudencia como lo m á s excelente, si el hombre no es lo mejor del cosmos. Si, en verdad, lo sano y lo bueno son distintos para los hom­bres y los peces, pero lo blanco y lo recto son siempre

25 lo mismo, todos p o d r á n decir que lo sabio es siempre lo mismo, pero lo prudente var ía ; en efecto, se l lama prudente al que puede examinar bien lo que se refiere a sí mismo, y eso es lo que se conf iará a ese hombre. Por eso se dice que algunos animales son t a m b i é n pru­dentes, aquellos que parecen tener la facultad de previ-

30 s ión para su propia vida. Es evidente t a m b i é n que la s a b i d u r í a y la po l í t i ca no son lo mismo, pues n i por s a b i d u r í a se entiende el conocimiento relativo a cosas ú t i l e s para uno mismo, h a b r á muchas s a b i d u r í a s , por­que no h a b r á una sola acerca de lo que es bueno para todos los animales, sino una diferente para cada uno, a menos que se diga que t a m b i é n hay una sola medicina para todos. Y nada cambia, si se dice que el hombre es

4 i b el m á s excelente de los animales, porque t a m b i é n hay otras cosas mucho m á s dignas en su naturaleza que el hombre, como es evidente por los objetos que constitu­yen el cosmos 1 2 8 . De lo dicho, entonces, e s t á claro que la s a b i d u r í a es ciencia e intelecto de lo m á s honorable

5 por naturaleza. Por eso, Anaxágora , Tales 1 2 9 y otros como ellos, que se ve que desconocen su propia conve­niencia, son llamados sabios, no prudentes, y se dice que saben cosas grandes, admirables, difíci les y divi ­nas, pero inút i les , porque no buscan los bienes humanos.

1 2 8 Estos objetos son el sol, la luna y las estrellas, que A R I S T Ó T E ­LES consideraba como indestructibles y eternos (cf. Metafísica 1074a30-31).

1 2 9 Tales fue el pr imero de los Siete Sabios; A n a x á g o r a s pertene­c i ó a una g e n e r a c i ó n posterior.

L I B R O V I 277

La prudencia, en cambio, se refiere a cosas huma­nas y a lo que es objeto de de l iberac ión . En efecto, deci­mos que la función del prudente consiste, sobre todo, en deliberar rectamente, y nadie delibera sobre lo que lo no puede ser de o t ra manera n i sobre lo que no tiene f in , y esto es un bien p rác t i co . E l que delibera recta­mente, hablando en sentido absoluto, es el que es capaz de poner la m i r a razonablemente en lo p r á c t i c o y mejor para el hombre. Tampoco la prudencia e s t á l imitada sólo a lo universal, sino que debe conocer t a m b i é n lo 15 part icular , porque es p rác t i ca y la acc ión tiene que ver con lo part icular . Por esa razón, t a m b i é n algunos sin saber, pero con experiencia en otras cosas, son m á s prác­ticos que otros que saben; así, no quien sabe que las carnes ligeras son digestivas y sanas, pero no sabe cuá- 20 les son ligeras, p r o d u c i r á la salud, sino, m á s bien, el que sepa qué carnes de -ave son ligeras y sanas. La pru­dencia es p rác t i ca , de modo que se deben poseer ambos conocimientos o preferentemente el de las cosas parti­culares. Sin embargo, t a m b i é n en este caso d e b e r í a ha­ber una f u n d a m e n t a c i ó n .

8. La prudencia y la política

La po l í t i ca y la prudencia tienen el mismo modo de ser, pero su esencia no es la misma. De la prudencia 25 relativa a la ciudad, una, por así decirlo, a rqu i t ec tón i ­ca, es legislativa, mientras que la otra, que e s t á en rela­ción con lo part icular , tiene el nombre c o m ú n de «pru­dencia polí t ica». É s t a es p rác t i ca y deliberativa. En efec­to, el decreto es lo p rác t i co en extremo; por eso, sólo los e m p e ñ a d o s en tales acciones son llamados pol í t icos, pues sólo ellos a c t ú a n como obreros manuales.

Pero la prudencia parece referirse especialmente a 30 uno mismo, o sea al individuo, y esta d i spos i c ión tiene

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2 7 8 É T I C A N I C O M Á Q U E A

e l n o m b r e c o m ú n d e « p r u d e n c i a » ; i a s r e s t a n t e s se l i a -ikícuk «e^OiiOiiáici>>, «• í c g i a i o U u u • » j <<.p<Jj.xi..»L.c»..<», i.a.üc->J c u i r t

d e l i b e r a t i v a , c o m o e n l a j u d i c i a l . H a b r á , p o r c o n s i g u i e n ­t e , u n a f o r m a d e c o n o c i m i e n t o c o n s i s t e n t e e n s a b e r l o q u e a u n o l e c o n v i e n e (y ésta d i f i e r e m u c h o ( d e l a s o t r a s > ), y p a r e c e q u e e l q u e s a b e l o q u e l e c o n v i e n e y se o c u p a e n e l l o es p r u d e n t e , m i e n t r a s q u e a l o s pol í ­t i c o s se l es l l a m a i n t r i g a n t e s . P o r eso, d i c e Eur íp i ­d e s ! 3 0 :

¿Cómo iba yo a ser prudente, ya que fácilmente Habría [podido,

contado como uno entre la masa del ejército, tener igual participación? Porque los que destacan y actúan más que los otros...

P u e s l o s p r u d e n t e s b u s c a n l o q u e es b u e n o p a r a e l l o s y c r e e n q u e es e s t o l o q u e d e b e h a c e r s e . D e e s t a op in i ón p r o c e d e l a c r e e n c i a de q u e só lo éstos s o n p r u d e n t e s , a u n q u e , qu izá , n o es p o s i b l e e l b i e n d e u n o m i s m o s i n a d m i n i s t r a c i ó n d o m é s t i c a n i s i n r é g i m e n po l í t i c o . A d e ­m á s , c ó m o d e b e u n o a d m i n i s t r a r l o s u y o n o está c l a r o y n e c e s i t a c o n s i d e r a c i ó n . U n a seña l de l o q u e se h a d i c h o es q u e l o s j ó v enes p u e d e n s e r g e ó m e t r a s y ma t emát i c os , y s a b i o s , e n t a l e s c a m p o s , p e r o , e n c a m b i o , n o p a r e c e n p o d e r s e r p r u d e n t e s . L a c a u s a d e e l l o es q u e l a p r u d e n ­c i a t i e n e t a m b i é n p o r o b j e t o l o p a r t i c u l a r , q u e l l e g a a s e r f a m i l i a r p o r l a e x p e r i e n c i a , y e l j o v e n n o t i e n e e x p e r i e n c i a , p u e s l a e x p e r i e n c i a r e q u i e r e m u c h o t i e m ­p o . Y s i u n o i n v e s t i g a p o r qué u n m u c h a c h o p u e d e l l e ­g a r a s e r m a t e m á t i c o , p e r o n o s a b i o , n i f í s i co , l a r e s ­p u e s t a es ésta : l o s o b j e t o s m a t e m á t i c o s e x i s t e n p o r abs ­t racc i ón , m i e n t r a s q u e l o s p r i n c i p i o s de l a s o t r a s c i e n ­c i a s p r o c e d e n d e l a e x p e r i e n c i a ; además , l o s j ó v enes n o

130. Versos de la t raged ia pe rd ida Filoctetes representada en el año 432 a. C.

L I B R O V I 279

t i e n e n c onv i c c i ón de es tas c osas , s i n o que solo habían, y, en camb io , íes es m a n i f i e s t o e l ser de los p r i n c i p i o s . F i n a l m e n t e , e n l a d e l i b e r a c i ón se p u e d e e r r a r t an t o en 20 lo u n i v e r s a l c o m o e n l o p a r t i c u l a r ; y , así, p o d e m o s e q u i ­v o c a r n o s e n e l h e c h o d e q u e t o d a s l a s a g u a s g o r d a s son m a l a s o e n q u e e s t a s a g u a s s o n g o r d a s 1 3 1 .

E s e v i d e n t e q u e l a p r u d e n c i a n o es c i e n c i a , p u e s se' r e f i e r e a l o m á s p a r t i c u l a r , c o m o se h a d i c h o , y l o prác - 25 t i c o es d e e s t a n a t u r a l e z a . Se o p o n e , d e es t e modo , e l i n t e l e c t o , p u e s e l i n t e l e c t o es de d e f i n i c i o n e s , d e l a s c u a ­les n o h a y r a z o n a m i e n t o s , y l a p r u d e n c i a se r e f i e r e a l o t r o e x t r e m o , a l o más p a r t i c u l a r , d e l o q u e n o h a y c i e n ­c i a , s i n o p e r c e p c i ó n s e n s i b l e , n o l a p e r c e p c i ó n de l a s p r o p i e d a d e s s e n s i b l e s , s i n o u n a s e m e j a n t e a a q u e l l a p o r l a q u e v e m o s q u e l a ú l t ima f i g u r a e n m a t e m á t i c a es u n t r i ángu l o ( pues t a m b i é n aquí h a y u n l ím i t e ) . P e r o ésta 30 es, m á s b i e n , p e r c e p c i ó n q u e p r u d e n c i a , ya q u e aquélla es d e o t r a e spec i e .

9. Cualidades de la buena deliberación

E l i n v e s t i g a r y e l d e l i b e r a r s o n d i f e r e n t e s , a u n q u e l a d e l i b e r a c i ón es u n a e s p e c i e d e inves t i gac i ón . E s p r e - U42b c i s o t amb i én a v e r i g u a r l a n a t u r a l e z a de l a b u e n a d e l i b e ­rac i ón : s i es c i e n c i a , op in ión , b u e n t i n o o a l g u n a c o s a de o t r o g éne ro . C i e n c i a , p o r s u p u e s t o , n o es, p o r q u e n o se i n v e s t i g a l o q u e se sabe , y l a b u e n a d e l i b e r a c i ón es u n a e s p e c i e de de l i b e rac i ón , y e l q u e d e l i b e r a i n v e s t i g a y c a l c u l a . T a m p o c o es b u e n t i n o , p o r q u e e l b u e n t i n o ac túa s i n r a z o n a r y es r áp ido , m i e n t r a s q u e l a d e l i b e r a - 5 c i ón r e q u i e r e m u c h o t i e m p o , y se d i c e q u e d e b e m o s p o -

1 3 1 P rop iamente , «aguas pesadas», p e r o esta expresión t iene hoy u n s igni f icado más técnico. Por ello, hemos pre fer ido t r a d u c i r po r «aguas gordas», que t iene u n alcance más genera l y se acerca más a la idea de Aristóteles.

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280 É T I C A N I C O M Á Q U E A

ner en p r á c t i c a r á p i d a m e n t e lo que se ha deliberado, pero deliberar lentamente. T a m b i é n la agudeza es dis­t in ta de la buena de l ibe rac ión : aqué l l a es una especie de buen t ino. Tampoco consiste la buena de l ibe rac ión en ninguna clase de opin ión . Pero puesto que el que de­libera mal yerra y el que delibera rectamente acierta,

1 0 es evidente que la buena de l ibe rac ión es una especie de rect i tud, que no es propia de la ciencia n i de la opi­nión. En efecto, no puede haber rect i tud de la ciencia (como tampoco error), y la rect i tud de la op in ión es la verdad, y los objetos de la opin ión han sido ya especifi­cados. Sin embargo, tampoco es posible la buena deli­b e r a c i ó n sin razonamiento. Resta, pues, la rec t i tud de designio; és ta , en efecto, todav ía no es a f i rmación ,

15 pues la op in ión no es invest igación, sino ya una especie de a f i rmac ión , y el que delibera, tanto si delibera bien como si mal , investiga y calcula. Pero la buena delibe­rac ión es una especie de rect i tud de la de l iberac ión; por tanto, debemos averiguar pr imero q u é es y sobre qué versa la de l ibe rac ión .

Puesto que la rec t i tud tiene muchos sentidos, es cla­ro que no se trata de cualquiera de ellos, porque el in­continente y el malo a l c a n z a r á n con el razonamiento lo

20 que se proponen hacer, y, así , h a b r á n deliberado rec­tamente, pero lo que han logrado es un gran mal; y el haber deliberado rectamente se considera u n bien, pues la buena de l ibe rac ión es rect i tud de la de l ibe rac ión que alcanza un bien. Pero es posible t a m b i é n alcanzar u n bien mediante un razonamiento falso 1 3 2 , y alcanzar lo

1 3 2 Para alcanzar u n bien, uno puede servirse de medios malos, de la misma manera* que una c o n c l u s i ó n verdadera puede deducirse de premisas falsas. Se trata aquí del silogismo p r á c t i c o . Por silogismo entiende A r i s t ó t e l e s « u n discurso en el que establecidas determinadas premisas resulta necesariamente de ellas, por ser lo que son, algo dis­tinto de lo antes e s t a b l e c i d o » (Analítica priora 24M8-20). E n el silogis­mo p r á c t i c o , lo que resulta por necesidad no es un enunciado u ora­ción, sino una a c c i ó n ( v é a s e 1147a28).

L I B R O V I 281

que se debe hacer no a t r avés del verdadero t é rmino , sino por u n t é r m i n o medio falso; de modo que no se rá 25 buena d e l i b e r a c i ó n é s t a en v i r t u d de la cual se alcanza lo que se debe, pero no por el camino debido. Además , es posible que uno alcanze el objeto d e s p u é s de una lar­ga de l ibe rac ión , y otro r á p i d a m e n t e ; por consiguiente, tampoco a q u é l l a se rá una buena de l ibe rac ión , sino que la rec t i tud consiste en una conformidad con lo út i l , tan­to con respecto al objeto, como al modo y al tiempo. T a m b i é n se puede hablar de buena de l i be r ac ión en sen­t ido absoluto, o relativa tendente a un f in determinado; la pr imera es la que se endereza simplemente al f in y 3 0 la segunda la que se endereza- a u n f in determinado. De acuerdo con ello, si el deliberar rectamente es pro­pio de los prudentes, la buena de l ibe rac ión s e r á una rect i tud conforme a lo conveniente, con r e l ac ión a un f in , cuya prudencia es verdadero ju ic io .

10. El entendimiento

E l entendimiento y el buen entendimiento, en v i r t u d lí­ele los cuales decimos que los hombres son inteligentes o con buena inteligencia, no son absolutamente lo mis­mo que la ciencia o la op in ión (pues todos s e r í a n intel i­gentes), n i son lo mismo que alguna de las ciencias en part icular , como la medicina con respecto a la salud o la g e o m e t r í a por lo que se refiere a las magnitudes, porque el entendimiento no se aplica a lo eterno e in- 5 móvil , n i a un g é n e r o de cosas que e s t á n en proceso de llegar a ser, sino a cosas que pueden suscitar cues­tiones y ser objeto de de l iberac ión . Por* tanto, se apli­can lo mismo que la prudencia, pero no son lo mismo entendimiento y prudencia. En efecto, la prudencia es normativa, pues su f i n es lo que se debe hacer o no; mientras que el entendimiento es sólo capaz de juzgar,

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282 É T I C A N I C O M Á Q U E A

10 p u e s s o n l o m i s m o e n t e n d i m i e n t o y b u e n e n t e n d i m i e n ­t o , i n t e l i g e n t e s y d o t a d o s d e b u e n a i n t e l i g e n c i a . E l e n ­t e n d i m i e n t o n o c o n s i s t e e n t e n e r p r u d e n c i a n i e n a d q u i ­r i r l a , a n t e s b i e n , a s í c o m o a l a p r e n d e r se l e l l a m a e n t e n d e r c u a n d o e m p l e a l a c i e n c i a , a s í t a m b i é n e l e n ­t e n d i m i e n t o se e j e r c i t a e n l a o p i n i ó n a l j u z g a r y j u z g a r

15 r e c t a m e n t e s o b r e c o s a s q u e s o n o b j e t o d e p r u d e n c i a c u a n d o a l g u i e n h a b l a a c e r c a d e e l l a s ; p u e s b i e n y r e c t a ­m e n t e s o n l o m i s m o . Y d e a h í v i e n e e l n o m b r e « e n t e n d i ­m i e n t o » , e n v i r t u d d e l c u a l se h a b l a d e h o m b r e s d o t a ­d o s d e b u e n a i n t e l i g e n c i a , d e l e n t e n d i m i e n t o q u e se e j e r c i t a e n e l a p r e n d e r ; p u e s a l a p r e n d e r l o l l a m a m o s m u c h a s v e c e s « e n t e n d e r » .

11 . Relación de las virtudes intelectuales con la pru­dencia

E l l l a m a d o j u i c i o , e n v i r t u d d e l c u a l d e c i m o s d e a l ­g u i e n q u e t i e n e b u e n j u i c i o y q u e es c o m p r e n s i v o 1 3 3 ,

20 es e l d i s c e r n i m i e n t o r e c t o d e l o e q u i t a t i v o . S e ñ a l d e e l l o es q u e l l a m a m o s c o m p r e n s i v o , s o b r e t o d o , a l o e q u i t a t i ­v o , y e q u i t a t i v o a t e n e r c o m p r e n s i ó n s o b r e a l g u n a s co­sas, y j u i c i o c o m p r e n s i v o a l q u e d i s c i e r n e r e c t a m e n t e l o e q u i t a t i v o , y r e c t a m e n t e es e s t a r d e a c u e r d o c o n l a v e r d a d .

25 T o d o s e s t o s m o d o s d e s e r v a n d i r i g i d o s l ó g i c a m e n t e a l o m i s m o . E n e f e c t o , c u a n d o h a b l a m o s d e j u i c i o s , e n ­t e n d i m i e n t o , p r u d e n c i a e i n t e l i g e n c i a , a t r i b u i m o s a l a s m i s m a s p e r s o n a s e l t e n e r j u i c i o o i n t e l i g e n c i a , a s í c o m o e l s e r p r u d e n t e s o t e n e r e n t e n d i m i e n t o ; p o r q u e t o d a s

1 3 3 J u e g o d e p a l a b r a s e n e l o r i g i n a l , d e d i f í c i l t r a d u c c i ó n . A r i s t ó ­t e l e s e m p l e a l o s t é r m i n o s gnóms, eugnómón, syggnóme, es d e c i r , p a r ­t i e n d o d e u n a m i s m a ra íz , l o g r a , m e d i a n t e c i e r t o s p r e f i j o s , a m p l i a r s u s emánt i ca .

L I B R O V I 283

e s t a s f a c u l t a d e s v e r s a n s o b r e l o e x t r e m o y l o p a r t i c u l a r , y e n s a b e r d i s c e r n i r l o q u e es p r u d e n t e r a d i c a e l s e r 30 i n t e l i g e n t e , b u e n e n t e n d e d o r o c o m p r e n s i v o , p o r q u e l a e q u i d a d es c o m ú n a t o d o s l o s h o m b r e s e n s u s r e l a c i o ­n e s c o n l o s d e m á s . A h o r a b i e n , t o d a s l a s c o s a s p r á c t i ­cas s o n i n d i v i d u a l e s y e x t r e m a s , y , a s í , n o s ó l o h a d e c o n o c e r l a s e l p r u d e n t e , s i n o q u e e l e n t e n d i m i e n t o y e l j u i c i o v e r s a n t a m b i é n s o b r e l a s c o s a s p r á c t i c a s , q u e s o n e x t r e m a s . L a i n t u i c i ó n t i e n e t a m b i é n p o r o b j e t o l o ex- 35 t r e m o e n a m b a s d i r e c c i o n e s , p o r q u e t a n t o de l o s l í m i - 1143b t e s p r i m e r o s c o m o d e l o s ú l t i m o s h a y i n t u i c i ó n y n o r a z o n a m i e n t o ; l a i n t u i c i ó n c o n r e s p e c t o a l a s d e m o s t r a ­c i o n e s es d e l o s l í m i t e s i n m u t a b l e s y p r i m e r o s 1 3 4 ; y l a d e l a s c o s a s p r á c t i c a s l o e x t r e m o , l o c o n t i n g e n t e y l a p r e m i s a m e n o r . E s t o s s o n , e n e f e c t o , l o s p r i n c i p i o s d e l a c a u s a f i n a l , y a q u e es p a r t i e n d o d e l o i n d i v i d u a l c o ­m o se l l e g a a l o u n i v e r s a l : A s í p u e s , d e b e m o s t e n e r 5 p e r c e p c i ó n s e n s i b l e d e e s t o s p a r t i c u l a r e s , y é s t a es l a i n t u i c i ó n .

É s t a es t a m b i é n l a r a z ó n d e q u e e s t a s f a c u l t a d e s p a ­r e z c a n n a t u r a l e s , y d e q u e , m i e n t r a s n a d i e es s a b i o p o r n a t u r a l e z a , u n o t i e n e p o r n a t u r a l e z a j u i c i o , e n t e n d i m i e n ­t o e i n t u i c i ó n . S e ñ a l d e e l l o es q u e c r e e m o s q u e e s t a s f a c u l t a d e s a c o m p a ñ a n a c i e r t a s e d a d e s , y q u e t a l e d a d 10 t i e n e i n t u i c i ó n y j u i c i o , c o m o s i l a n a t u r a l e z a f u e r a l a c a u s a d e e l l a s . E n c o n s e c u e n c i a , u n o d e b e h a c e r c a s o d e l a s a s e v e r a c i o n e s y o p i n i o n e s d e l o s e x p e r i m e n t a d o s , a n c i a n o s y p r u d e n t e s n o m e n o s q u e d e l a s d e m o s t r a c i o ­n e s , p u e s e l l o s v e n r e c t a m e n t e p o r q u e p o s e e n l a v i s i ó n d e l a e x p e r i e n c i a . Se h a d i c h o , p u e s , q u é es l a p r u d e n - 15 c i a y l a s a b i d u r í a , y c u á l es e l o b j e t o d e c a d a u n a d e

1 3 4 L a s d e m o s t r a c i o n e s s o n de h e c h o s n e c e s a r i o s , c o m o s u c e d e e n m a t e m á t i c a s . D e ahí q u e l o s p r i n c i p i o s d e l a s d e m o s t r a c i o n e s s o n i n ­m u t a b l e s o i n v a r i a b l e s , p u e s s i f u e r a n v a r i a b l e s , l a s c o n c l u s i o n e s p o ­d r í an n o s e r v e r d a d e r a s .

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284 É T I C A N I C O M Á Q U E A

ellas, y que cada una es la v i r t u d de una parte distinta del alma.

12. Utilidad de la sabiduría y la prudencia

Uno p o d r í a preguntarse, acerca de estas virtudes, 20 cuá l es su u t i l idad , puesto que la s a b i d u r í a no inves­

tiga ninguna de las cosas que pueden hacer feliz al hom­bre (pues no es propia de ninguna generac ión) , y la pru-

' dencia, si bien tiene esto, ¿ p a r a qué es n e c e a r í a ? Si la ' prudencia tiene por objeto lo que es justo, noble y bue­no para el hombre, y é s t a es la a c t u a c i ó n del hombre bueno, el conocer estas cosas no nos h a r á m á s capaces

25 de practicarlas, si las virtudes son modos de ser, como tampoco nos sirve de nada conocer las cosas sanas o las saludables que no producen la salud sino que son consecuencia de u n modo de ser. En efecto, no somos m á s capaces de practicarlas por el hecho de poseer la ciencia m é d i c a y la g i m n á s t i c a u s . Si, por otra parte, no debe decirse que el hombre prudente lo es para esto, sino para llegar a ser bueno, la prudencia de nada ser­virá a los que ya son buenos, pero tampoco a los que no

30 la tienen. Porque no hay ninguna diferencia entre po­seer ellos mismos la prudencia u obedecer a los que la tienen, y se r í a suficiente para nosotros que u s á r a m o s el mismo argumento que en el caso de la salud; aunque queremos estar sanos, no por eso aprendemos la medi­cina. A d e m á s de esto, p o d r í a parecer absurdo que la prudencia, que es infer ior a la s a b i d u r í a , tuviera m á s autoridad que ella, pues la prudencia, cuyo papel es ha-

35 cer, manda y ordena sobre lo hecho.

1 3 5 Una v ir tud é t i c a es a n á l o g a a la salud, en el sentido de que, así como el conocimiento de la salud no nos hace m á s sanos, as í tam­poco el s imple conocimiento de una v ir tud é t i c a nos hace virtuosos.

L I B R O V I 285

Estos problemas, pues, han de ser discutidos, ya que ahora sólo los hemos suscitado. Ante todo, digamos que i i 4 4 a

estos modos de ser han de ser necesariamente elegibles por sí mismos, al menos por ser cada uno de ellos la v i r t u d de la correspondiente parte del alma, aun en el caso de no produci r nada ninguno de ellos. Mas, de he­cho, producen algo, no como la medicina produce la sa­lud, sino como la produce la salud misma; es de esta manera como la s a b i d u r í a produce fel icidad 1 3 6 . Pues, 5 siendo una parte de la v i r t u d total , produce felicidad con su poses ión y ejercicio.

Además , la obra del hombre se lleva a cabo por la prudencia y la v i r t u d moral , porque la v i r t u d hace rec­tos el f i n propuesto, y la prudencia los medios para es­te f i n . Pero no hay tal v i r t u d de la cuarta parte del lo alma, es decir, de la nutr i t iva , pues esta parte no puede hacer o no hacer.

En cuanto al argumento de que, a t r a v é s de la pru­dencia, no seremos m á s capaces de realizar acciones no­bles y justas, tenemos que empezar un poco m á s arriba y emplear el siguiente pr incipio: así como decimos que no porque algunos hagan lo justo son, por eso, justos, tal , por ejemplo, los que hacen lo ordenado por las 15 leyes involuntariamente o por ignoranica o por alguna otra causa y no porque es justo (aunque hacen lo que se debe hacer y lo que es necesario que haga el hombre bueno), así t a m b i é n , s egún parece, es posible teniendo cierta d ispos ic ión , hacer todas las cosas de suerte que se sea bueno, es decir por e lección y por causa de las cosas hechas. Pues bien, la v i r t u d hace recta la elec- 20 ción, pero lo que se hace por naturaleza ya no es propio

1 3 6 L a s a b i d u r í a f i l o s ó f i c a no es la causa eficiente de la felicidad, sino su causa final. L a felicidad consiste en la virtud, s e g ú n nos ha dicho antes A r i s t ó t e l e s : «el bien del hombre es una act ividad del alma de acuerdo con la v i r t u d » (1098al6).

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286 É T I C A N I C O M Á Q U E A

d e l a v i r t u d , s i n o d e o t r a f a c u l t a d . D e b e m o s c o n s i d e r a r y e x p o n e r e s t o s a s u n t o s c o n más c l a r i d a d .

H a y u n a f a c u l t a d q u e l l a m a m o s d e s t r e z a , y és ta es 25 d e t a l í n d o l e q u e es c a p a z d e r e a l i z a r l o s a c t o s q u e

c o n d u c e n a l b l a n c o p r o p u e s t o y a l c a n z a r l o ; s i e l b l a n c o es b u e n o , l a f a c u l t a d es l a u d a b l e ; s i es m a l o , es a s t u c i a ; p o r eso , t a m b i é n d e l o s p r u d e n t e s d e c i m o s q u e s o n d i es ­t r o s y a s t u t o s . L a p r u d e n c i a n o es esa f a c u l t a d , p e r o n o e x i s t e s i n e l l a , y e s t a d i spos i c i ón se p r o d u c e p o r m e ­d i o d e es te o j o d e l a l m a , p e r o n o s i n v i r t u d , c o m o

30 h e m o s d i c h o y es e v i d e n t e , y a q u e l o s r a z o n a m i e n t o s d e o r d e n p r á c t i c o t i e n e n u n p r i n c i p i o , p o r e j e m p l o : « p u e s t o q u e t a l es e l f i n , q u e es e l m e j o r » sea c u a l f u e r e ( s u p o n g a m o s u n o c u a l q u i e r a a e f e c t o s d e l a r g u m e n t o ) , y e s t e f i n n o es a p a r e n t e a l h o m b r e q u e n o es b u e n o , p o r q u e l a m a l d a d n o s p e r v i e r t e y h a c e q u e n o s engañe-

35 m o s e n c u a n t o a l o s p r i n c i p i o s de l a acc ión. D e m o d o q u e es e v i d e n t e q u e u n h o m b r e n o p u e d e s e r p r u d e n t e , s i n o es b u e n o .

13. Prudencia y virtud ética

4 4 b As í p u e s , t e n e m o s q u e v o l v e r a c o n s i d e r a r l a v i r t u d . E n e f e c t o , l a v i r t u d t i e n e s u p a r a l e l o . Así c o m o l a p r u ­d e n c i a está e n r e l a c i ón c o n l a d e s t r e z a ( que n o s o n idén­t i c a s , s i n o s e m e j a n t e s ) , as í t amb i én l a v i r t u d n a t u r a l es­tá e n r e l a c i ó n c o n l a v i r t u d p o r e x c e l e n c i a . Se a d m i t e ,

5 r e a l m e n t e , q u e c a d a u n o t i e n e s u ca rác t e r e n c i e r t o m o ­d o p o r n a t u r a l e z a , p u e s d e s d e n a c i m i e n t o s o m o s j u s t o s , m o d e r a d o s , v a l i e n t e s y t o d o l o d emás ; p e r o , s i n e m b a r ­go, b u s c a m o s l a b o n d a d s u p r e m a c o m o alg'o d i s t i n t o y q u e r e m o s p o s e e r esas c u a l i d a d e s de o t r a m a n e r a . L o s m o d o s d e s e r n a t u r a l e s e x i s t e n t amb i én e n l o s n iños y e n l o s a n i m a l e s , p e r o s i n l a r a zón s o n e v i d e n t e m e n t e

io dañ inos . C o n t o d o , p a r e c e v e r s e c l a r o q u e l o m i s m o q u e

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u n c u e r p o r o b u s t o p e r o s i n v i s i ón , a l p o n e r s e e n m o v i ­m i e n t o , p u e d e r e s b a l a r f u e r t e m e n t e p o r n o t e n e r v i s t a , así t ambién e n e l caso q u e c o n s i d e r a m o s ; p e r o s i e l h o m ­b r e a d q u i e r e l a razón , h a y u n a d i f e r e n c i a e n l a a c t u a ­c ión, y e l m o d o d e s e r q u e só l o t i e n e u n a s e m e j a n z a < c o n l a v i r t u d ) , será e n t o n c e s l a v i r t u d p o r e x c e l e n ­c i a . Y , así c o m o h a y d o s c l a s e s de m o d o s d e s e r e n l a 15 p a r t e d e l a l m a q u e o p i n a , l a d e s t r e z a y l a p r u d e n c i a , así t amb i én e n l a p a r t e m o r a l h a y o t r a s d o s : l a v i r t u d n a t u r a l y l a v i r t u d p o r e x c e l e n c i a , y d e és tas , l a v i r t u d p o r e x c e l e n c i a n o se d a s i n p r u d e n c i a . P o r eso , a l g u n o s a f i r m a n q u e t o d a v i r t u d es u n a e s p e c i e de p r u d e n c i a , y Sócra tes , e n p a r t e , i n d a g a b a b i e n y , e n p a r t e , se e q u i ­v o c a b a , p u e s se e q u i v o c a b a a l c o n s i d e r a r q u e t o d a v i r - 20 t u d e r a p r u d e n c i a ! 3 7 . U n a señal de e l l o es l o s i g u i e n ­t e : t o d o s l o s h o m b r e s q u e a h o r a d a n u n a de f in i c i ón d e l a v i r t u d , después d e i n d i c a r e l o b j e t o a q u e t i e n d e , aña­d e n : « s e g ú n l a r e c t a r a z ó n » , y es r e c t a l a q u e está de a c u e r d o c o n l a p r u d e n c i a . P a r e c e , p u e s , q u e t o d o s , d e a l g u n a m a n e r a , a d i v i n a n q u e t a l m o d o de s e r es v i r t u d , es d e c i r , l a q u e es c o n f o r m e a l a p r u d e n c i a . P e r o debe - 25 m o s a v a n z a r u n p o c o más , y a q u e l a v i r t u d n o só lo es u n m o d o d e s e r d e a c u e r d o c o n l a r e c t a razón , s i n o q u e t amb i én v a a c o m p a ñ a d a de l a r e c t a razón, y l a r e c t a razón , t ra tándose de e s t a s cosas , es l a p r u d e n c i a . Así , Sóc ra t es c r e í a q u e l a s v i r t u d e s e r a n r a z o n e s ( p u e s p e n ­s a b a q u e t o d a v i r t u d e r a c o n o c i m i e n t o ) ; p e r o n o s o t r o s 30 d e c i m o s q u e v a n a c o m p a ñ a d a s de razón .

E s t a c l a r o , p u e s , p o r l o q u e h e m o s d i c h o , q u e n o es p o s i b l e ser b u e n o e n s e n t i d o e s t r i c t o s i n p r u d e n c i a , n i p r u d e n t e s i n v i r t u d m o r a l . E s t a c i r c u n s t a n c i a r e fu ta r ía

1 3 7 Según Aristóteles, Sócrates tenía razón en creer que l a v i r t u d no puede ex i s t i r s in p rudenc i a , pero se equivocaba a l c r ee r que l a v i r ­t u d es p rudenc i a , pues la sabiduría es u n a v i r t u d , pero no es p r u d e n ­cia, y u n a v i r t u d ética requiere p r í l d g f ^ p ^ g f l q - j ^ j ^ r u ^ ^ a , Q ^ A {

DE G R A L . S A N M A R T I N

SECRETARIA GENERAL ACADEMICA

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288 É T I C A N I C O M Á Q U E A

el argumento d ia léc t ico según el cual las virtudes son separables unas de otras, pues la misma persona puede no estar dotada por naturaleza de todas las virtudes, y as í puede haber adquir ido 'ya algunas, pero otras to-

35 d a v í a no. Esto, con respecto a las virtudes naturales, es posible, pero no en re l ac ión con aquellas por las que u n hombre es l lamado bueno en sentido absoluto, pues cuando existe la prudencia todas las otras virtudes es-

1145a t a n presentes 1 3 8 . Y es claro que, aun cuando no fuera p rác t i ca , ser ía necesaria, porque es la v i r tud de esta par­te del alma, y porque no puede haber recta in tenc ión sin prudencia n i v i r t ud , ya que la una determina el f in

5 y la otra hace realizar las acciones que conducen al f in .

Sin embargo, la prudencia no es soberana de la sabi­d u r í a n i de la parte mejor, como tampoco la medic ína­lo es de la salud; en efecto, no se sirve de ella, sino que ve c ó m o producir la . Así, da ó rdenes por causa de la s ab idu r í a , pero no a ella. Se r í a como decir que la

10 po l í t i ca gobierna a los dioses porque da ó rdenes , sobre todo en lo que pertenece a la ciudad.

1 3 8 E n la doctrina a r i s t o t é l i c a , las virtudes morales son insepara­bles unas de otras, teniendo su c o n e x i ó n en la prudencia ( O . L O T T I N , Aristote et la connexion des vertus morales, Lovaina, 1955, p á g s . 343 y sigs.).

L I B R O V I I

A P É N D I C E S O B R E L A S V I R T U D E S É T I C A S : C O N T I N E N C I A E

I N C O N T I N E N C I A

1. Vicio, incontinencia, brutalidad y sus contrarios

Después de esto y estableciendo otro principio, hemos I M S «

de decir que hay tres clases de disposiciones morales que deben evitarse: el vicio, la incontinencia y la bruta­lidad. Los contrarios de dos de ellos son evidentes: al primero, lo llamamos v i r tud , y al otro, continencia; pa­ra el contrar io de la brutal idad, lo que mejor se adapta es decir que es una v i r t u d sobrehumana, heroica y divi­na, como Homero hace decir a P r í a m o sobre H é c t o r en 20 cuanto a que era excepcionalmente bueno «y no p a r e c í a hijo de un hombre mor ta l , sino de un dios» 1 3 9 . De mo­do que si, como se dice, los hombres llegan a ser dioses a causa de una sobreabundancia de v i r t ud , es claro que u n tal modo de ser se o p o n d r í a al de bruta l ; pues, así 25 como en un animal no puede haber n i v ic io n i v i r t ud , tampoco en u n dios, sino que el modo de ser de un dios es m á s honorable que la v i r tud , mientras que el del ani­mal es g e n é r i c a m e n t e diferente del vicio.

1 3 9 litada X X I V 258-9.

89. — 19